Santo Domingo 23 / 31 Soleado
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24 de abril 2024
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OpiniónVictor Elias AquinoVictor Elias Aquino

Periodista Ocioso

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Un piloto de voz juvenil de disc jockey quiebra la hermosura de la olorosa flor del silencio, de un vuelo perfecto de dos horas, eliminando así las tensiones habituales y expectativas de las tensiones por estar a más de 30 mil pies de altura, que de ordinario tienen siempre los dominicanos.

Desde al aire “ todo parece más bonito”, como diría Billo Fròmeta, ese dominicano que conquistó Caracas Venezuela con su música. Se disipan con rapidez las nubes haraganas de baja altura que salen de entre las alas del avión; como huyendo de persecución al estilo policíaco; estas son como dos manos gigantescas diciéndole adiós a la nave comercial, parecida al águila calva que veneraron estas tierras americanas de sueños y deseos, donde fluye precisamente la miel de millones de abejas latinoamericanas detrás de un sueño.

Justo es el instante en que despiertan los aletargados que eligieron en sueño como compañero fiel de asiento, otros cabecean en sus asientos acomodando sus cojines y apoyaderas; y finalmente otros como yo corren las ventanillas a la luz que ofrece la ciudad del Sol: Miami, distante a 1,800 kilómetros de Santo Domingo cruzando el Mar de los Atlánticos, en vuelo de 32 mil pies de altura, poco más de diez kilómetros, con escasas turbulencias y nubes generosas que juegan a los colores eligiendo entre los azules, blancos y grises.

El Comandante a bordo anuncia el aterrizaje, como si se estuviera graduando de la secundaria, pese a ser un hombre de avanzada edad, y de paso anuncia que Miami sigue siendo la ciudad soleada con temperaturas de 28 grados centígrados.

En tierra es posible que el avión se vea como el águila blanca que lleva en su lomo a 200 sueños de aguiluchos, liceístas y escogidistas. Me olvido de los detalles para mirar como hijo de agrimensor el perfecto trazado de calles, avenidas, autopistas, elevados y supe relevados que cada vez de asombran más.

Todo esto queda coronado con los lagos que se asemejan a piscinas gigantescas, y uno que otro cocodrilo saca la cabeza. Sueño que tanta agua no cause un desastre en esta tierra tan plana que aprendió el secreto de vivir por debajo del nivel del mar. Ojalá que nunca haya un desastre con tanta agua.

Luego de filas interminables, como las de un reclutamiento para el Army llego a ese aeropuerto que, comparado al de Las Américas es “como de juguete”. Me encuentro con una zona de aduanas totalmente renovada, donde se hace la declaración de Aduanas en una especie de cajero automàtico.

Como algo de milagro, logro salir de esa área para al fin retirar mis maletas. Es el instante en que me preocupo por Lise que va al Aeropuerto a buscarme. Federico, recién operado se levantó de su cama de buena gana y va a buscarme al aeropuerto, y sus hijos me reciben como al tío esperado, ese que nunca se ha ido.

Me encuentro con un Isaac y Sara que juegan a cuál pronuncia mejor el inglés, una niña que me saluda como Papo, un Isaac preadolescente que se siente feliz de ver a un dominicano de pura palma y lo dice a Viva Voz. Esa es la bienvenida.

Llegamos en poco tiempo a Weston, ciudad ubicada al noroeste de Miami, en el condado Broward, una comunidad que ofrece al visitante tardes tranquilas, hermosas palmeras que parecen casadas, dado que fueron sembradas una al lado de la otra.
Pronto descubrí que es un lugar conocido por su estilo de vida tranquilo y orientado a la familia, que es algo contagioso.

Fuè, una comunidad planificada y luego en 1996 fue incorporada como ciudad. El crecimiento bien administrado ha dado lugar a que Weston se convierta en una de las comunidades más deseables del sur de la Florida, tanto para sus residentes como empresarios.

La población culturalmente diversa de Weston goza de una comunidad vibrante con un estilo de vida único

Todos han crecido, los niños en tamaño y la pareja avanza en la educación de los niños, crecen en estatura y gracia divinales. En medio de pre y post-operatorio tienen una certeza verdadera: Dios les acompaña…

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