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24 de abril 2024
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OpiniónGerson de la RosaGerson de la Rosa

Parafraseando la esencia del ser dominicano bajo el neoliberalismo

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En la escuela y la interrelación con fuentes e intelectuales tratantes de la personalidad del ser dominicano durante y después de la “Era de Trujillo”, se me inculcó lo escurridizo en nuestro proceder. Caí 60 años después, al parecer, nos hemos transformado. Raramente nuestras expresiones son reflejo de las íntimas reflexiones, convicciones y educación.

Resulta que las personas con más lecturas han resultado muy susceptibles al racionalismo neoliberal, el fundamentalismo norteamericano, a las políticas europea inyectada a través de ONG y a los dictados de la ONU, imponiendo a todos la cosmovisión dañina de los dirigentes de los pueblos europeos. Estos individuos, casi siempre, perteneciente a profesiones liberales, sus niveles de conciencia y adaptabilidad a convicciones ajenas, son tan flexibles como las que puedan evitar confrontaciones teóricas y morales serias y poner en riesgo la procedencia de entrada de recursos, los cuales les permiten llevar una vida holgada.

El dominicano es un ser alegre, acogedor, centrado en vivir con la mayor intensidad el presente. Si bien dice creer en Dios, asistir a cualquiera iglesia de las distinta denominaciones cristianas al bergantes, en lo más profundo de su ser, persisten las creencias sincréticas originarias de nuestra nacionalidad. Por igual, la confianza en la efectividad en los ensalmos, los brebajes y tizanas curativas. Los intereses económicos y religiosos de las propagandas farmacéuticas y de los protestantes, encuentran un muro de contención en ciertos momentos decisorios de nuestra existencia física.

Aquel cúmulo de reformas neoliberales elaboradas en otras latitudes y filtrada a través de la PUCAMAIMA, sin duda, debilitó las bases del Estado dominicano. Amplió la brecha entre pobres y ricos, disminuyó considerablemente la posibilidad de la educación formal como instrumento de ascenso social para las jóvenes generaciones. La sustituyó por la lotería de firmar como peloteros, a los varones. A las niñas, con los magros recursos que sus padres pueden poner a su disposición las lanzan a la prostitución.

Esa indefensión fue la cimentadora de las bases de las “naciones o gangas” creadas como sustitutas de ese rol protector negado a la familia. A pesar de la existencia de dependencias para, supuestamente, contrarrestar el accionar de estas, las permisividades de códigos de leyes contradice con hechos lo afirmado de palabras. Ponen la tapa al pomo el realenguismo de la educación informal, la desautorización de la escuela como ente formativo y el recibimiento de individuos socialmente dañados deportados de los Estados Unidos.

Después de la muerte de Trujillo, el golpeteo contra la idiosincrasia del dominicano ha sido constante. Contra el gobierno de Bosch, que representó los más sanos intereses de nuestra nación, encontraron puntos de convergencias una burguesía mantenida a raya, una iglesia católica que fue apoyada y apoyó muchas barbaridades de aquel régimen y el estamento militar, fiel sabueso  de los intereses norteamericanos. La consecución de ese golpe de Estado une, “a la garata con puños”, a todos esos ladronazos por el control de las empresas y las tierras dejada por ese régimen.

En 1965, especialmente durante la macabra “Operación Limpieza”, de la forma más vil y cobarde vista, se actúa contra este pueblo. Se mata de forma masiva y abusiva a todo el revolucionario que luchó a favor de los intereses patrios. A esto le siguió, durante doce años, con los gobiernos de Balaguer, fiel representante de la fatídica “Doctrina de Seguridad Nacional”, la sistemática eliminación de lo mejor de la juventud dominicana. Con ellos se eliminó a los principales sustentadores de la capacidad crítica de esta sociedad.

Al arribo al poder del Partido de la Liberación Dominicana, PLD, como hijos del incorruptible y rabioso con las malas acciones Juan Bosch, el pueblo le tendió la mano de confianza a la juventud. Las críticas anticorrupción vertidas anteriormente por estos, podrían fácilmente ser superada por cualquiera contra ellos mismos. Los presumidos y orgullosos, se convirtieron en ladronazos al cubo. Su capacidad de simulación es grande. En pocos años los recursos que ostentan llegan a competir con los de históricas familias con empresas establecidas por cientos de años. A las instituciones anticorrupciones les sacan la lengua y corrompen desde dentro, nombrándole personas que deben responderle.

La encubierta campaña contra la familia en estos tiempos neoliberales ha sido despiadada. Basta ir a la escuela y preguntar la cantidad de escolares que viven con sus dos progenitores para contactar lo alarmante de la situación creada a las jóvenes generaciones. De ahí se desprende el desconocimiento cada vez mayor de estos chiquitines de sus raíces e idiosincrasia. Un telecable alienante, un abrasivo internet y la ausencia de padres alejan a los mozalbetes de su esencia. Se va conformando una cultura estandarizada entre los más latinoamericanos más pequeños, en detrimento de las identidades de lo que somos.

Los peor que le puede pasar a una nación es perder la esencia intrínseca originaria de sí. De forma alevosa, es notorio, se elaboraron planes para destruir lo que somos. Bajo las banderas de la supuesta democracia, las libertades y los derechos individuales de las minorías se aplastan los estilos de vida creados. De forma activa muchos se hacen partícipes por conveniencia. Otros, inocentes, por moda, el bullicio y la novedad de ser vanguardia de las nuevas ideas. De estos, pocos se detienen a pensar, ver y razonar las consecuencias inmediatas y mediatas de las luchas que acompañan. ¡Son más fáciles de seguir las ideas proporcionadas de forma enlatadas!

Como el veneno nos lo inoculan desde dentro, hemos de formar “palenques” en defensa de nuestra identidad. La opresión es silenciosa, poderosa y se opone a lo que somos. De ninguna manera podemos sucumbir por los intereses egoístas de unos charlatanes, vividores y arribistas exclusivamente interesados en sacar provecho económicos de la destrucción de nuestra cultura e identidad.

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