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23 de abril 2024
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OpiniónRolando FernándezRolando Fernández

Otro paño con pasta más en Dominicana

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Es la lectura que cualquier pensante medio, con algunos elementos de juicio acumulados, respecto de la problemática a abordar aquí, y a partir de cuánto se ha publicado sobre el particular, como los pronunciamientos de algunos profesionales nuestros de la conducta humana; igual que de analistas de fuste, y comunicadores autorizados, daría al anuncio que hiciera el señor presidente de la República, y que aparece publicado en el periódico “Diario Libre”, edición de fecha 23-9-20: “Construirán 12 casas para mujeres maltratadas”, agregándose en el cuerpo de la noticia, “que también se repararán 3 casas de acogida para dar asistencia a las afectadas”.

El plan, según se dice, “es para evitar y castigar la violencia contra la mujer”, lo cual es bastante loable, no cabe duda. Ahora, la pregunta que asalta de inmediato es: ¿se logrará algo efectivo con eso? “Más vale creerlo que ponerse a averiguarlo”, como reza un dicho popular.

Se podrá habilitar un número mayor de refugios para tales fines, como se les puede llamar. No obstante, si no se definen las verdaderas causas que inducen al maltrato y los llamados feminicidios contra las mujeres, difícil que así solamente, algo se pueda solucionar en ese sentido.

Se tiene que trabajar de manera casi obligatoria, con la definición, como el enfrentamiento directo a los motivos que generan la violencia intrafamiliar, que puede provenir tanto de hombres, como de las mismas mujeres, muchas hoy actuando muy al margen de su verdadera esencia, y deberes atribuibles.

Todos los efectos que hacen acto de presencia, siempre tienen sus motivos subyacentes; y, detrás de esos, es que más procede que se vaya, para atacar definitivamente cualquier mal en su raíz. ¡El que nos ocupa no es la excepción!

Claro, el combate a ninguno puede ser con medidas o ejecutorias salomónicas, vengan de donde procedan El desconocer el origen de las enfermedades, imposibilita su tratamiento apropiado, dicen los inteligentes, en el ámbito de toda lógica, tal lo que debe ser.

Vale recalcar que, la intención del señor presidente de la República puede ser muy buena; pero, no es una real solución eso que ahora se aspira, frente a una cuestión de tanta envergadura; con causales irrebatibles muy variadas, algunas de cuales se tienen bien a la vista.

Ese es un flagelo social, que tiene tela suficiente por donde cortar, y con el que se ha venido recurriendo de ordinario “a paños con pasta” esporádicos, como se dice popularmente, dándoles en ocasione un matiz politiquero; nada más que para congraciarse determinados sectores nacionales de poder, con la clase femenina local.

De ahí que, muy poco es lo que hasta el momento se ha podido lograr, a los fines de erradicar ese flagelo, aun sea parcialmente, a pesar de lodos los innúmeros allantes que se han promovido desde el elefante blanco principal que se entiende competente en esta nación, denominado “ministerio de la Mujer”, y algunos conexos a la entidad.

Una práctica que se reporta tan deleznable y repugnante, con un auge vertiginoso a partir de la indiscutible adhesión de muchas féminas a la mal concebida libración femenina, luce algo bien difícil de eliminar, sin el concurso voluntario de las mismas mujeres, que son parte del problema, debido a las variadas y recurrentes actitudes impropias, como los procederes inadecuados por los que se inclinan; y, que, en el marco de lo racional propiamente, no les van, por su condición natural.

La gran mayoría de esas, procurando competir de tú a tú con los varones; y, confundiendo lo que se entiende como equidad, con “igualdad de género”; pues, no se creen diferentes a los hombres. Consideran que los patrones corporales y mentales no son distintos; que son iguales en ambos sexos.

Podemos hacer todo lo que ellos hacen, sostienen algunas tozudas, con relación a la nueva corriente de pensamiento feminista – liberación -, de esas que quieren cambiar hoy la forma en que el mundo fue creado originalmente.

Luego, para “torerar” ese mayúsculo problema, de la violencia intrafamiliar, feminicidios, violencia de género, maltrato a las mujeres, como también se le llama, ya sea de forma física o emocional, etc., hay que agarrar el “animal” por los cuernos de una vez por todas, para dominarle completamente.

Por tanto, el construir, y arreglar casas nada más, para alojar a mujeres maltratadas por esos motivos, y ofrecerles una pequeña asistencia social, a aquellas que tengan condiciones económicas vulnerables, con todo el respeto que nos puedan merecer las nuevas autoridades elegidas, en posesión ya, que están promoviendo esas iniciativas, no creemos, ¡qué solo con esas sea suficiente!

Esa cuestión es un monstruo con varias cabezas, y para enfrentarlo como se debe, con la oportunidad y efectividad debidas, se requiere del concurso colegiado, dentro de una especie de consejo, integrado por personas particulares, y otras, representantes de instituciones autorizadas; en el que intervenga gente con capacidad para resolver; y, donde participen: el ministerio de la Mujer, Profamilia; y, la instancia judicial competente.

Además, delegados de las iglesias establecidas localmente, psicólogos, psiquiatras, y hasta sociólogos. Todos tienen una porción de conocimientos que aportar en el tenor de tratado. ¡Ese, no es un problema tan sencillo!

Claro, el grueso de las tareas pertinentes tiene que recaer sobre el ministerio de la Mujer, por un lado, cuya dirección debe estar a cargo de una dama con capacidad sobrada, y experiencia en esos asuntos del ramo aquí abordado, que las hay muchas en este país, para poder aportar desde allí lo debido, y no solo representatividad ejecutiva, para impactar públicamente, tal es lo que se estila de ordinario.

¡Qué el mismo haga su trabajo, y se dejen de estar allí politiqueando!; como, sirviendo de huacal para la colocación de botellas partidaristas; de personas que han trabajado durante las campañas electorales, y hay que buscarles empleos en el Gobierno de turno.

Por otro, Profamilia. ¡A procurar la recuperación de los valores dentro de las tribus sanguíneas directas procreadas! A edificar u orientar a los padres o tutores sobre sus deberes y responsabilidades para con los vástagos.

A invitar a que, dentro de esa célula, se retome el papel de segunda escuela. Por igual, que se importantice de nuevo la crianza familiar, ¡qué nunca debe faltar!, con las derivaciones de esa hacia la sociedad.

Y, en tercer lugar, en cuanto a las iglesias se refiere, que indiscutiblemente han perdido muchas el rumbo que deben tener como verdaderas orientadoras espirituales, qué jueguen su rol pertinente. ¡A concienciar a los feligreses, en todos los órdenes!

Por último, preciso es destacar que, el trabajo que compete a la instancia judicial dispuesta para ventilar y administrar las infracciones que se verifican en el contexto de lo que se trata aquí, debe actuar siempre en consecuencia, y apegada a los cánones legales establecidos, Jamás, flexibilizar las puniciones que correspondan en cada caso.

Ahora, y generalizando, los miembros del señalado consejo sugerido deben reflexionar siempre, en el sentido de que, procesar judicialmente, y llevar a las cárceles a los que incurran en actos de violencia o maltratos a las mujeres, es necesario; pero, tener bien claro que, no es lo más importante para combatir el mal.

También, y para más amplio pensar conexo, complementar la reflexión, considerando que se tiene que abolir la creencia alegre de corte judicial, respecto de qué con cárcel todo se resuelve; pues, de más está visto, que con eso muy poco se elimina el flagelo en realidad.

Tener bien presente, que los encierros de ese tipo a los infractores son aleccionadores temporeros, y no más; qué con ellos no se disminuye la proclividad hacia esas malas acciones de que se trata; ¡qué esas continuarán a pesar de, con tropiezos mínimos!; Qué lo más importante es la prevención; el evitar que no se siga con tal práctica deleznable.

Y, que la liberación real de esos malos actos, solo se consigue a través de la introducción de políticas y medidas concientizadoras, dirigidas hacia los comportamientos que deben observar habitualmente hombres y mujeres dentro de toda sociedad, en el marco de las relaciones formadas entre personas de un mismo sexo, o distintos – heterosexuales y homosexuales -,

Continuando con la problemática en general, más que comprensible se reporta, el que la base de ese problema, que se verifica por lo regular a nivel de  las uniones  maritales establecidas, continuas, o en  procesos súbitos de separación, normalmente están los conflictos que se generan entre los actores intervinientes, que no los pueden resolver de una manera pacífica, motivados muchos de ellos por los celos, las incomprensiones, los deseos de dominio mental, y hasta las luchas por intereses económicos bajo régimen de comunidad. etc.

Entonces, eso de hacer, o arreglar casas, para alojar a las mujeres maltratadas, sería como esperar que se produzcan las heridas, los casos lamentables, para luego intentar curarlas, o subsanar las situaciones trágicas que se produzcan.

Mejor sería, evitar qué los daños físicos y mentales en las damas se lleven a cabo; ¡que no los haya! Trabajar en pos de eliminar las causales que, de un lado u otro, puedan provocar esos lamentables acontecimientos. ¡PREVENIR!, y “no esperar que se robe, para entonces poner candado”, como reza el decir popular.

Luego, ¡a cranear sosegadamente sobre esos nuevos planes gubernamentales! No es que sean malos; pero, sí insuficientes, se debe reiterar, para combatir esa desgracia en el país, o flagelo social aludido, tan preocupante en verdad.

 

Autor: Rolando Fernández

 

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