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24 de abril 2024
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OpiniónFrancisco S. CruzFrancisco S. Cruz

Otra vez: el ejemplo de Mujica…

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 El ex presidente de Uruguay, José -Pepe- Mujica, no deja de sorprender: hace poco renunció a su curul en el senado uruguayo. Más que por otra cosa dijo que “…por el cansancio de un largo viaje”; en otras palabras, por el peso de los años –tiene 83-. Pero yo diría, que, por respeto a su país y a sí mismo.

En contraste -por estos lares-, no hay cultura de retiro. Y ese subdesarrollo mental-institucional se manifiesta por igual en el ámbito público y privado. Así, vivimos en sociedades de poca movilidad social y de escasísimas oportunidades porque todo está copado por los entretelones de la política, los poderes fácticos y las “relaciones primarias”.

Como secuela de ese marasmo social -¿o reciclaje socio-cultural?- los actores sociales, económicos y políticos, salvo contadas excepciones, conciben las instituciones públicas, y no pocas semiprivadas (porque, ¿qué son las oneges-fundaciones?), bajo un escaso estándar “institucional” y, en consecuencia, el debido manual de “gerencia efectiva” pública-privada se diluye en el cuadro anterior.

Sin embargo, Mandela, Gandhi y Mujica, son ejemplos elocuentes de que no debemos aferrarnos a cargos públicos, privilegios o canonjías. Por ejemplo, Mandela fue Presidente de Sudáfrica y se marchó del poder cuando pudo quedarse. Gandhi jamás ocupó ningún cargo o distinción pública y Mujica, como todos sabemos, se fue del poder despojado, por convicción ética-filosófica, de fastuosidad y oropeles.

Y del patricio Juan Pablo Duarte, ni se diga. Murió en Apure,  Venezuela, olvidado y en la más paupérrima miseria.

Juan Bosch, vivió como predicó: apegado a una ética pública y a una pedagogía política digna y decorosa.

Pero en nuestro país -de ayer y hoy-, nadie quiere jubilarse. Ni siquiera los que han ocupado -en diferentes gobiernos-épocas- posiciones señeras en la administración-pública, u organizaciones de la “sociedad civil”.

Algunos casos -de antología- han dejado que desear, pues van desde el que se resiste (incluso, haciendo rabietas), hasta el que, una vez fuera de su acostumbrado confort, se enferma, deprime y desploma cual árbol caído, obviando nietos y otros disfrutes cotidianos que el retiro o, la jubilación, en sus casos -de ex-funcionarios (político, técnico o gerente-vitalicio-Ong)-, no sería tan catastrófico como el de la mayoría de los ciudadanos de a pie y pensiones de miseria. Si acaso….

Quizá el fenómeno sea una constante socio-cultural de toda la región. Y la explicación, más expedita, podría ser el subdesarrollo; pero ¿por qué el fenómeno se da, también, en figuras prominentes, en evidente tozudez de esperar lo inevitable?

Tal vez, algún sociólogo, psicólogo o, psiquiatra lo podría explicar mejor…

 

Por Francisco S. Cruz

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