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19 de abril 2024
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OpiniónJosé FlándezJosé Flández

Ortega se complace viendo la sangre correr

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El sangriento régimen de Daniel Ortega muestra complacencia por haber “tomado” Monimbó, luego de una brutal embestida de fuerzas conjuntas de grupos paramilitares y de la policía, llevando el terror y la muerte al combativo pueblo localizado en el Departamento de Matagalpa.

 Al menos tres protestantes y un policía fueron muertos, se anunció de forma preliminar, en el desproporcionado ataque represivo de las fuerzas enviadas por Ortega a “limpiar las barricadas” en el heroico sector indígena, estandarte de resistencia desde los tiempos de la lucha contra la vieja dictadura de Somoza.   

 Para Ortega los que protestan, la mayoría jóvenes estudiantes, son terroristas; emulando de esa forma al régimen de Somoza, que decía lo mismo de los sandinistas cuando combatían su dictadura. Es además, la misma prédica del régimen dictatorial de Nicolás Maduro, todo para justificar sus desmanes brutales contra quienes tienen el valor de enfrentarlos.

 En tres meses de continuas protestas, Ortega ha bañado en sangre las calles de Nicaragua, embistiendo despiadadamente, sin contemplaciones, usando grupos armados y encapuchados, tal cual fueran verdugos, que salen en decenas con el único fin de ejecutar a sus víctimas, conjuntamente con las fuerzas policiales.

 Según fuentes de las instituciones que velan por los derechos humanos, como la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos,  los asesinatos a mansalva suman casi 400, sin contar con los desaparecidos, de los que no se sabe cuantos de ellos pueden estar también muertos.

 Y mientras eso sucede en Nicaragua y en Venezuela, las organizaciones que dicen representar a las naciones, como es el caso de las Naciones Unidas, miran para otro lado, como si nada de importancia estuviera pasando. Y uno se pregunta: ¿cual es el papel que juegan esos organismos inoperantes, que en realidad nunca dan la cara para enfrentar estas afrentas a los derechos humanos, que ocurren sin consecuencias?

 Aunque sin éxitos contundentes, solo retóricos, por lo menos la OEA está haciendo la diferencia, ya que en la última reunión 21 países miembros aprobaron una resolución que condena la represión sangrienta de las manifestaciones antigubernamentales y exhorta a la dictadura orteguista a acordar un calendario electoral con los opositores.

 Esta iniciativa que fue acordada por Estados Unidos y otros siete países, fue lógicamente rechazada por tres países, entre ellos, la propia Nicaragua y Venezuela; absteniéndose 7 naciones, mientras otras tres estuvieron ausentes, entre ellas Bolivia.

 La resolución expresa la enérgica condena y grave preocupación por la violencia y abusos de derechos humanos ocurridos en el marco de las protestas, incluyendo aquellos cometidos por la policía, grupos parapoliciales y otros actores contra el pueblo de Nicaragua, según lo documentado por la Comisión Interamericana de Derechos humanos (CIDH).

 De acuerdo a la conducta dictatorial intransigente y a su manifiesta pretensión de imponer su dictadura encima hasta de un cementerio, como el que ha empezado a construir con sus cuatrocientos muertos, me parece que lo que se plantea la OEA es una quimera irrealizable, a menos que se cambien los métodos de acción, por otros más contundentes. A los nicaragüense solo les deseo suerte en el escabroso camino que tristemente transitan al enfrentar la criminal dictadura de Ortega y Murillo. 

 

Por José Flández

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