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19 de abril 2024
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OpiniónFrancisco Cruz PascualFrancisco Cruz Pascual

Origen de una crisis

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La crisis actual del sector educativo viene de lejos en el espacio tiempo. Es que el sistema educativo ha venido acumulando problemas en múltiples facetas de su complejidad interna, todo esto nos trae a vivir un conflicto perenne que tiene sus raíces en una crisis moral que socaba a la sociedad universal y nos afecta a nosotros como sociedad dominicana con agresividad.

La crisis no es solamente nuestra, pero, la situación de nuestro sistema educativo necesita caminar hacia soluciones genuinas, desde nuestra propia idiosincrasia.

Es desde esa óptica, que creo conveniente trabajar una vinculación efectiva entre escuela y familia. Estoy convencido de que la solución a toda la problemática educativa debe iniciar con un dialogo franco entre escuela y familia, porque sin la familia integrada a las labores formativas de los niños, adolescentes y jóvenes, no podremos llegar a una educación de calidad.

Desde ese diálogo franco deben nacer compromisos horizontales entre la escuela y las familias de los alumnos que forman la matrícula escolar de cada uno de estos centros escolares en particular, porque en cada escuela existen cuestiones muy específicas que sirven de muralla insalvable entre autoridades escolares, profesores, padres, estudiantes  y vecinos.

Por esa razón la solución a los conflictos no debería ser generalizada sino puntualizados en cada escuela y desde esa escuela a cada una de las familias vinculadas con ella.

No debemos olvidar, que educar es más difícil que enseñar, porque para enseñar, la escuela y la familia precisan de conocer y saber. Pero, para llegar a educar y formar a los estudiantes en la escuela y a los hijos en el hogar, se precisa de la cualidad de “ser persona” antes que ser profesor o padre. Aprender a ser permite que la persona desarrolle aspectos esenciales para la existencia digna del individuo, porque al hacerlo desarrolla aspectos fundamentales como el pensamiento crítico, piedra angular para el desarrollo y el crecimiento humano en lo particular.

Para que un sujeto social llegue a adquirir un pensamiento crítico, debe ejercitarse desde la infancia, siendo la familia y escuela, los que deben servir de escenarios propicios para brindar oportunidades en aras de que el niño pueda poner en práctica esa actitud. De esa manera los futuros ciudadanos aprenderán a elaborar juicios propios e irán adquiriendo autonomía de pensamiento, sin temor a ser irrespetados o agredidos.

El sistema educativo tiene necesidades de esta formación, porque necesita responder urgentemente a la crisis actual, proporcionando un fundamento antropológico a la formación humana de nuestros niños, adolescentes y jóvenes. Porque es desde la vinculación horizontal entre la escuela y la familia, desde donde se podrá construir un fundamento antropológico que ayude a los estudiantes a responder preguntas fundamentales y que (por ende), todo individuo se hace endógenamente: ¿quién soy? ¿Cuál es mi procedencia? ¿A dónde pretendo ir? ¿Cuáles son mis responsabilidades? ¿Cómo alcanzar equilibrio emocional para estar presto a servir a la sociedad y a la vez lograr felicidad personal?

Como preámbulo a esa formación integral y humana, el sistema educativo necesita abrir canales de vinculación con la familia. Estas son posibilidades perentorias para iniciar el camino hacia el aseguramiento de la calidad de la educación en cada una de las escuelas en particular. Esta no es una tarea fácil, debido a las complejidades que maneja la realidad del sistema.

La escuela y la familia forman un binomio inseparable en el éxito de la calidad educativa de niños, adolescentes y jóvenes. Este binomio se desarrolla en dos contextos diferentes, pero, son imprescindibles para el desarrollo humano de los actores y protagonistas del cualquier sistema académico. Es por ello, que ambas entidades sociales tienen el deber de aunar potencial e influencia, en aras del fortalecimiento de su propio futuro.

Para lograr ese necesario propósito, deben establecer y desarrollar endógenamente, unas relaciones fluidas, diáfanas y transparentes, porque en la actual crisis socioeducativa, escuela y familia urgen de complementariedad, de lazos cordiales y constructivos, para poder optimizar su trabajo en favor del desarrollo de niños, adolescentes y jóvenes.

Por Francisco Cruz Pascual

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