La denominación de la base de erosión de cualquier rio está asociada al nivel de la cuenca en que este desemboca y en consecuencia establece la profundidad de la misma respecto al fondo a todo lo largo de la corriente fluvial.
Si el rio converge en el mar (o en el océano), se debe considerar como base de erosión el nivel del agua en la cuenca marina u oceánica, pero si converge en un lago o en otra fuente hídrica, se toma en cuenta el nivel del agua en el rio o en la fuente hídrica que lo acoge.
Partiendo de esas características podemos constatar que la destrucción del perfil longitudinal de un valle fluvial prospera desde la base de erosión hacia el nacimiento del rio según la ley de la erosión de retroceso o regresiva.
Anualmente la actividad geológica de los ríos conduce hacia los océanos miles de millones de toneladas de material fragmentario producido por la erosión pluvial y la meteorización de la tierra firme.
La configuración longitudinal de un valle fluvial también se conoce como perfil de equilibrio del rio porque después de derrubiarlo, la erosión de profundidad pierde potencia o desaparece del todo.
Es importante destacar que los procesos de acumulación de sedimentos, consiguen su máxima extensión en determinadas fases de desarrollo del rio y en diversos sectores del mismo.
Los depósitos de sedimentos generalmente se acumulan en los valles fluviales y pueden identificarse por su singular estructura, la cual marca la diferencia con los depósitos eólicos y marinos.
La erosión fluvial de cualquier rio se desarrolla durante los diferentes ciclos de su existencia (juventud, madurez y vejez).
En el periodo de juventud, los ríos se caracterizan por las faltas de perfiles longitudinales de equilibrios, pues en esa etapa fluyen por relieves bastante irregulares y los movimientos de sus cauces regionales son asombrosamente pronunciados.
Una de las principales características de los ríos jóvenes es la alta velocidad de las corrientes y su disminución (entre su nacimiento y la desembocadura), es un claro indicio de que el mismo está pasando por su periodo de madurez.
Actualmente no existen criterios concluyentes para comprobar si el periodo de madurez de un rio ha finalizad, pero los especialistas entienden que esa etapa se inicia cuando el fondo de su valle alcanza una anchura que aventaja muchas veces la del área anegadiza ocupada por los meandros.
Se ha comprobado que en el periodo de vejez, en los cauces medio e inferior del rio, se amplifica la erosión lateral y se depositan sedimentos que dan origen a la formación meandros.
En la formación de meandros intervienen factores como la irregularidad del terreno por donde fluye el rio, la dureza de las rocas que forman las riberas y particularidades hidrodinámicas de la corriente fluvial.
La fase de vejez de cualquier rio puede ser identificada por su máximo coeficiente de sinuosidades conjuntamente con la acumulación de sedimentos que dan origen a las terrazas anegadizas.
Esa combinación estructural propicia cambios en el relieve de la corteza terrestre y para una correcta interpretación de ese trabajo creador que ejecutan los ríos es obligatorio el análisis del valle anegadizo, las antiguas súper terrazas anegadizas y las particularidades de los depósitos fluviales.
Por Sócrates Nivar