La respuesta “robótica”, carente de sensibilidad social que dan las Administradoras de Fondos de Pensiones, al clamor de un pueblo abatido por la crisis que genera el coronavirus, para que cedan un porcentaje de los miles de millones que guardan, sienta un mal precedente para el futuro de estas instituciones.
Los argumentos vacíos con que sustentan su negativa parecen provenir de ejecutivos indolentes al sufrimiento humano, que tienen aseguradas sus “tres calientes”, mientras una mayoría de los trabajadores y chiriperos en cuarentena se acuestan cada noche sin cenar porque no tienen ya dónde coger ‘fiao’ ni quien les preste dinero.
Ignoran estos que urge la solidaridad y que se impone unir esfuerzos para afrontar la pandemia que abate a los pueblos del mundo.
Nadie se opone a su misión de asegurar una pensión al trabajador al final de su vida laboral.
Pero están mal asesorados los gerentes de las AFP que se escudan en los números fríos para decir que, en lugar de dinero, el sudor de los trabajadores se reduce a “papeles”.
Absurda es la propuesta de beneficiar con la suspensión de descuentos irrisorios, por unos cuantos meses, a los trabajadores que aportan su dinero, en tanto el gobierno del Perú ya ha dispuesto que sus empleados puedan retirar parte de sus fondos de pensiones para mitigar la crisis.
¿A quién consultaron los jefes de las AFP para invertir el dinero que durante decenios vienen descontando de los salarios de los empleados dominicanos?
¿Dónde están los altos intereses que generan las ganancias de dichas inversiones?
Nadie lo sabe. Incluso, parece que las AFP descontinuaron el envío de las cartas periódicas dando cuenta del balance al día de los ahorros fruto de los descuentos.
De acuerdo a los técnicos, el sistema de AFP que nos gastamos es una copia del sistema chileno, sobre el que recae parte de la responsabilidad de las intensas protestas que el año pasado dejaron decenas de muertos, miles de heridos y detenidos en esa nación.
Las AFP tienen la oportunidad de reivindicarse si obran de manera consciente y contribuyen a paliar la crisis que padecen los dueños del dinero que administran que son los trabajadores.
Por suerte, la juventud dominicana despertó y conoce el camino hacia la Plaza de la Bandera.
POR MANUEL NOVA