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23 de abril 2024
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OpiniónElías Ruiz MatukElías Ruiz Matuk

Odio, racismo y xenofobia: No hay peor ciego que el que no quiera ver

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Una andanada de críticas se abalanzaron  en contra de los sacerdotes que pronunciaron las siete palabras el pasado Viernes Santo y cuyo discurso se concentró precisamente en contra de lo que estos denominaron un “nacionalismo rancio y barato”.

Los sacerdotes criticaron a los “nacionalistas que promueven el odio, el rencor y la xenofobia, revestida de falso nacionalismo o falso pudor, creando zozobra, intranquilidad y viendo fantasmas donde no los hay”.

Entre los sacerdotes que coincidieron en su discurso se encuentran Faustino Burgos, Miguel Ángel Amarante y Nelson Antonio Acevedo.

Tras fustigar el tema de la xenofobia Amarante consideró urgente la conversión de tantas personas aferradas a “un patriotismo barato” que se encarniza contra inmigrantes, mientras que Acevedo recalcó que no se puede tratar de incentivar en los más ignorantes lo que denominó un “nacionalismo rancio”.

No hay dudas de que comulgamos totalmente con estas declaraciones toda vez que este ha sido, precisamente, parte de nuestro discurso que hemos venido insistiendo nos preocupa porque nos hemos dejado llevar por una corriente “nacionalista” que es llevada a cabo por “malos dominicanos y dominicanas que promueven la xenofobia”.

Nuestra teoría sigue siendo la misma. Hay una campaña que busca crear desasosiego, intranquilidad y repulsión en contra de los inmigrantes haitianos especialmente. Esta repulsión crea animadversión escenificada, por ejemplo, en un hecho como el ocurrido en Pedernales, cuando una horda mandó a salir a los haitianos residentes en la zona so pena de agredirlos físicamente.

Esta reacción vino por el hecho de que criminales haitianos habían dado muerte a una pareja de esposos agricultores allí mismo en Pedernales.

Resulta que en esos mismos días una dominicana fue acusada en España de haber dado muerte a un hijastro suyo, hijo de su esposo español y junto con quien estuvo buscando al infante, tras haberse declarado su desaparición.  La búsqueda se hizo conjuntamente con las autoridades españolas.

Contrario a lo ocurrido en República Dominicana, en España no hubo reacción de ningún tipo y el cónsul de España en el país dijo que de ninguna manera se iba a tomar ningún tipo de represalias en contra de los dominicanos a quienes consideró una comunidad noble y laboriosa.

Sucede que en Pedernales, los haitianos salieron despavoridos y la actividad comercial binacional se ha paralizado por varias semanas.

Entonces allí comenzaron a quejarse los comerciantes haitianos y dominicanos de que la situación económica ha comenzado a desmejorar luego de la situación creada.  Hay que decir que todas las provincias fronterizas entre estas Independencia, en Jimaní; Dajabón, Restauración, Montecristi, viven de la actividad comercial con Haití.

Pero, además, las imágenes que circularon en las redes sociales y en distintos medios nacionales e internacionales fueron las de dominicanos maltratando verbal y hasta físicamente a mujeres y hombres de nacionalidad haitiana.  Una imagen horrorosa es la de “expulsión” de una mujer que hasta es lanzada al suelo, sin aparente razón de ser.

Estas acciones vistas desde las distintas partes del mundo es lo que lamentablemente nos hace daño como país.  Es precisamente el plan urdido por los “malos dominicanos” y grupos de haitianos que viven de organizaciones  de los derechos humanos y derechos de los inmigrantes.  Estos grupos son auspiciados por organizaciones internacionales.

Estas imágenes difundidas a través de las redes hacen que se froten las manos como las moscas.

Es precisamente como uno de los sacerdotes católicos dijo: “es verdad que no podemos recibir a todos los ilegales a haitianos que cruzan por la frontera, pero (no podemos) tratar de incentivar en los más ignorantes un nacionalismo rancio y barato que no toca a quienes se benefician de las manos de obra baratas de los trabajadores haitianos, ni que reclama la aplicación de las leyes laborales”.

En fin, eso es lo que se hace. Incentivar la xenofobia, el odio y el racismo. ¿Para qué? Para hacernos ver como monstruos internacionalmente y ganar terreno con los organismos internacionales.

Si alguien no ve esta intención es porque está ciego y no hay peor ciego que el que no quiera ver.

 

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