Somos un pequeño país moviéndose en un mundo grande. Con baja educación y con las mismas aspiraciones de las naciones ricas. Y con prácticas gubernamentales profundamente individualistas. Cada gobierno procura hacer lo suyo, con bajísima continuidad de la dinámica pública.
Una sociedad sin planificación y por tanto sin prioridades claramente identificadas para avanzar en las soluciones de nuestros temas esenciales. Todo parece quedar incluso en el imaginario colectivo y esto, sin dudas, genera igualmente bajas expectativas de un futuro cierto.
Es probable que en la mayoría de los casos quienes se adhieren a los partidos políticos lo hagan más convencidos de resolver sus problemas, que de poder servir.