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19 de abril 2024
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OpiniónCarlos Martínez MárquezCarlos Martínez Márquez

Nos aferramos a lo que nada perdura en el tiempo

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’El poder no cambia a las personas. Solo revela lo que verdaderamente son. ’’ José ‘’Pepe’’ Mujica.

El apego a las cosas, es un proceso psicológico de dependencia, derivado de la interpretación de las experiencias obsesivas. Cuando el ser humano se aferra al poder lo hace por seguridad, por ventajas y por bienestar; eso convierte al ser humano a apegarse a las cosas o situaciones de manera enfermiza.

Cuando algún sujeto no se desliga a tiempo, le parecerá insoportable tal desprendimiento, como para hacer un cierre en su esfera personal- lo transitorio es inherente a todo lo que nos pasa-(‘’dícese que defenderse es de sabios, pero apegarse a algo, no’’).

El político, por ejemplo, le preocupa de perder su bienestar, o de pasarla mal, les hace suponer que apegándose a lo que ya tienen, harán el mayor esfuerzo de no perderlo nunca, o no perderlo tanto. Y que por último, la posibilidad de perderlo les parece la peor opción.

A Venezuela le está saliendo muy caro (sobrevivir) a un régimen dictatorial que le oprime, todo a costa de querer estar obsesionado por el poder infausto que le está infligiendo a los venezolanos; no quiere irse del poder por las buenas, ha demostrado incompetencia para gobernar un país tan rico, que cada vez lleva a su gente a la ruina, mientras desvían cuantiosos recursos a cuentas personales, que ni siquiera en generaciones ulteriores, tendrán tiempo para gastarlos.

El sujeto en cuestión termina mal si no es lo suficientemente astuto, no es un político de nivel e incapaz por demás, para manejar crisis coyunturales, a pesar de la fuente inagotable de oro negro, para sacar a su país a flote, etc.

Lo que está sucediendo en América Latina, es algo que ha prevalecido en el tiempo; gobiernos de ala izquierda se han corrompido, los llamados a realizar grandes cambios sociales en procura de llevar a sus países al desarrollo, pero cada vez se les hace cuestarriba, encaminarlos- a niveles decentes de igualdad- para poner en marcha la maquinaria productiva, por las inmensas riquezas que poseen y atraer inversores y a  los que ya se marcharon… por lo difícil operar en condiciones de calamitosas; democratizar el sistema productivo para que la gente tenga empleos dignos y una educación extraordinaria.

Nunca ha sido así, desde que vengo estudiando el comportamiento de los gobernantes por toda la América Latina. Ningún gobernante llega al solio del poder por creer en una ideología, ‘’eso ya está comprobado’’- llega- para implementar otro tipo de medidas en detrimento a su pueblo, muy distinto a cómo viven, con una opulencia injustificable, que no resiste ningún tipo de escrutinio de cuestionamiento.

Creo que hasta los propios comunistas, se comportan tan demócratas, como quienes lo practican, pero no se las aplican a su pueblo, es decir (‘’democracia para ellos y comunismo para el pueblo’’)- si no, que viven una vida de ensueños, servidos a cuerpo de rey y fletados de dinero. Para eso es que el poder les ha sido útil, para matar la fe y la esperanza de su gente.

‘’cuando mueren los apegos, nace la libertad’’.- una vez concluida su influencia en lo político, nace una posibilidad de cambiar la sociedad para bien. Y el indio, Evo Morales, que lleva años, más de la cuenta en el poder, que no hay quien le hable de bajar del Palacio Quemado; pese a que los indicadores de pobreza se vieron disminuidos de un 59,6% a 38,6% en periodos comprendidos del 2005 al 2015, (al margen de lo que sucede en Bolivia), no puede decirse lo mismo de los venezolanos, cuya pobreza extrema se disparó a cifras de escalofrío de un 23,6% a un 61,2% en tan solo cuatro años, en un informe recogido por la socióloga María Gabriela Ponce de la Universidad Católica Andrés Bello( UCAB).

De los Nica, con Daniel Ortega a la cabeza, ha llevado a su pueblo a una extrema pobreza multidimensional a un 60%, con unos programas oficiales asistenciales que no han surtido ningún impacto, según el Banco Mundial. La corrupción, los mantendrá, aislados sabrá  Dios hasta cuándo.

Derechos reservados 2019

 

Por: Carlos Martínez Márquez

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