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19 de abril 2024
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OpiniónRodolfo R PouRodolfo R Pou

No le demos la razón

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Justo después de los cuarenta, cuando comenzamos a perder la vista y adquirir visión, es cuando los dichos de los ancianos que, nos parecían jocoso a los veinte y los treinta, finalmente podemos comprenderlos como elementos de cognición. Rimas de diptongos sobre arpegios, que portan enseñanzas o advertencias, con fortísimos sincopados de sabiduría, en resumidas dosis de fortuitos indicativos que solo pueden surgir de una cabeza blanca.

Hoy, me llega a la mente uno que guarda en esencia,  nobleza y compasión. “La necesidad tiene cara de hereje.” Una desvirtuada pero no menos cierta abstracción, que cambió de palabras pero no de gesto, cuando fue traducida desde su origen latín. “Necessitas caret lege”, es la frase original y su literal traducción es “la necesidad carece de ley”. El término proviene de una estampa legal de la antigua Roma. Pero con el tiempo y por acústica entre “caret” y cara y “lege” y hereje, se formó la frase que conocemos actualmente.

No obstante el haber reemplazado “lege” por “hereje” tiene sentido en tanto al período de la Reforma, donde un hereje era quien estaba fuera de la ley o el orden político, científico, artístico y sobre todo religioso. A pesar de que la herejía es una teoría controvertida y es percibida especialmente de manera religiosa, la misma entra en conflicto con el dogma establecido, diferenciándose de la retractación, que es la renuncia una religión. Sin embargo, a pesar del cambio gramatical, la frase permaneció igual en espíritu, dejando la puerta abierta a los delitos cometidos por las personas que a lo largo de la humanidad, lo efectuaran bajo la sombrilla de la necesidad. Es por ello que, la pobreza o la miseria, de alguna forma, disculpa mediante la frase, al infractor. En el enunciado “herejía”, se proyecta como sinónimo de delito o falta, generada por la cruel “necesidad”.

Cuando una persona se encuentra en una situación desesperante, de poder quedarse sin techo, sin alimentos, sin trabajo, en precariedad de salud y sin un recurso para superar ese estado, llevándolo a poder cometer un acto fuera de todo orden de la sociedad, haciendo algo que nunca haría en otra circunstancia para poder sobrevivir o para salir de una mala situación, se dice: “la necesidad tiene cara de hereje”. No de incrédulo o trasgresor, sino de víctima de la carencia.

Mi aclaración sobre el pensamiento proviene desde un ángulo conceptual, pero a su vez explicativo, visto el enfoque que intencional y profusamente se ha estado presentando en nuestras pantallas televisoras, aquí en los Estados Unidos. Una reiterativa y despectiva postura, sobre la población hispana parlante que llega a esta nación como inmigrante.

Luego de semanas de haber implementado una agresiva política migratoria de exclusión, que separa niños inmigrantes de sus padres, inmediatamente al solicitar asilo al cruzar la frontera de México y Estados Unidos, la Casa Blanca, para contrarrestar la oleada de frentes y opinión pública en su contra, ha optado por utilizar un falso decreto y agendar vergonzosas actividades pseudopolíticas y titiriteras, exhibiendo a miembros de las familias afectadas por crímenes causados por indocumentados. Con el dolor ajeno no se juega ni utiliza.

La medida y la postura política, va muy acorde con las claras insinuaciones que dictara el hoy presidente Donald Trump, cuando justo hace tres años, esta misma semana, al hacer público su interés de postularse al máximo cargo de la nación, hiciera énfasis en ello. Esa mañana, desde el vestíbulo de su conocida Torre Trump, el empresario inmobiliario dictó desde la partitura de su anuncio, una descripción sobre los latinoamericanos, que desde entonces ha definido la percepción colectiva por parte de la hasta hace poco silente población anglosajona, sobre nosotros. Y cito, “…Los Estados Unidos se ha convertido en un vertedero para los problemas de todos los demás… Cuando México envía a su gente, no están enviando lo mejor de sí mismo… Están enviando personas que tienen muchos problemas y nos están trayendo esos problemas. Están trayendo drogas. Están trayendo crimen. Ellos son violadores… Vienen de más que México. Viene de todo el Sur y Latinoamérica…”

Aunque la cruel e inhumana medida de separar a infantes de sus progenitores, pereciera impactar tan solo a los centroamericanos, no me sorprendería que entre las más de 2,500 familias que han sido afectadas en estas últimas seis semanas, también se encuentren otras de Sur América y hasta del mismo Caribe. Ese acceso fronterizo no está sujeto tan solo a habitantes de Centroamérica. Conocemos bien de dominicanos y cubanos que lo han cruzado.

Con retoricas alarmantes que proyectan terror, los latinos estamos siendo presentados por la línea política conservadora del país y sus seguidores. El acto ha sido determinante y a propósito. Y se ha orquestado con la única intensión de detraer la ola migratoria. En especial la de Latinoamérica. Una etnia, que contradictorio a los discursos de pavor y pánico, muestra el menor índice de incidencia criminal. La infracción que pueda causar un individuo, no es indicio de que toda su gente sea capaz de lo mismo. Esa generalización y nivel de ofuscación no es solo ignorante, sino que además es racista.

Ahora, nosotros que residimos en el Sur del Estado de la Florida, conscientes de que estamos dentro de una cómoda burbuja que nos aísla de esa realidad, aceptamos que los miembros de las diásporas que viven 100 kilómetros al norte u oeste de la Ciudad de Orlando o al sur u oeste de Nueva York, están siendo expuestos a una realidad prejuiciosa con la cual se ha pintado a todo latino. El ser de tez marrón te expone a tratos, cuestionamientos, ofensas y rechazos que apenas hace dos años parecieran haber sido absorbidos por la historia.

Los latinos vienen a este país, a trabajar. Y aunque en las noticias se han proyectado recientes actos violentos o criminales, lo cierto es que los latinos en su gran mayoría, no vienen a delinquir. Y cuando estos toman la decisión de cruzar el mar o las montañas que separan el Pacifico del Golfo, lo hace porque además de tener miedo donde vive, también tienen carestía y quiere lo mejor para sus hijos. Somos una población que tiene cara de hereje y no de criminal, como se está desvirtuando la frase hoy, con nuevas abstracciones y cambió de palabras.

A veces la necesidad debe carecer de ley. Como decía el enunciado original en la antigua Roma. Incluso más aún, cuando el delito es el acto de cruzar una frontera, luego de una peligrosa travesía de miles de kilómetros, huyéndole al terror y en busca de porvenir. Ese llamado delito de huir hacia América bajo un contexto vulnerable, hacen 300 años o hace tres meses, porque el  trasgresor se había quedado sin seguridad, alimentos, salud o futuro, tan solo lo definía como víctima de la carencia, no criminal.

Te preguntarías, si es que no saben diferenciar los inmigrantes por país. Pero la generalización es intencional. La misma esta atada a la propuesta de un muro y a cundir el pánico. Una alimentada realidad que lleva a la mayoría de los seguidores del presidente, para no decir su cuadra completa, a ver a todos los latinos iguales. Pare ello, la formula funciona así. Un latino es un latino, y por ende un mexicano, y obviamente un inmigrante, y por lo tanto un criminal que no solo quiere cruzar la frontera, sino que también viene a quitarte tú empleo o hasta tú vida misma.

Si de algo nos debe servir esta lección, es que las diásporas deben trascender su estado de confort y confrontar aquellos que cuestionan su calidad moral, sus valores y su procedencia. Pues esta nación es una que ha sido construida sobre las espaldas de hombres, mujeres y niños que vinieron de otras tierras para hacer cumplir la idea de América. Algunos hablando alemán, otros italiano y otros conversando en español. Pero en lo que esa claridad les llega, exhorto a mí comunidad, no le demos la razón para que piensen lo contrario. Recuerden que hasta que no seamos parte del tejido que define esta nación, simplemente somos inquilinos.

Rodolfo R. Pou

 Arquitecto. Empresario y político

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