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19 de abril 2024
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OpiniónEmilio Armando OlivoEmilio Armando Olivo

“No es dar, es enseñar”

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Cada día oímos en todos los niveles la expresión: “Yo quiero lo mío”, en referencias al gran pastel que es el país de todos.

Esto claro no es solo en los niveles más humildes de la sociedad, pues lo oímos en los profesionales y las clases medias de nuestra geografía.

No menciono antes a los políticos, pues estos se lo cogen sin pedirlo. Se reparten el pastel entre ellos y todos son si no iguales muy similares. Veamos a los brincadores históricos de los partidos y los noveles políticos. Por igual que decir de los empresarios, religiosos e incluso a constructores internacionales, quienes son participes del gran pastel de muchas maneras.

Ahora bien. El pastel nos pertenece a todos, los de muy abajo por razones entendibles y los de arriba por iguales razones. Somos dominicanos todos y merecemos parte.

Cuando nos llegan los desastres naturales, pequeños y grandes, estos nos muestran nuestras grandes debilidades, la cara de la miseria humana en muchos sentidos y la que contrasta con el decir de lo mucho que hemos crecido en esta democracia de libertades.

Digo de libertades, pues la democracia económica, moral, ética, social, educativa y de respeto a la naturaleza entre otras, no han legado o muy a media.

La solución es muy amplia y variada, pero siempre hemos oído y visto que ciertas acciones no han prosperado, si queremos un desarrollo más adecuado a nuestras realidades.

Espero que sea entendido que nuestros males no se combaten por ejemplo dándole un pescado al hambriento, una casita vulnerable a los pobres o bienes del hogar si se los dañan las aguas.

Creemos, que parte de cómo combatir la pobreza comienza con educar en lo ético, moral, el civismo, pero además en educación familiar para reducir el crecimiento poblacional en sectores que este proceso de crecimiento los hace cada vez más pobre.

La pobreza personal, familiar y colectiva, no solo es mental, es también dependiente de la capacidad de razonar y producir bienes económicos, pero algo que está muy al día es que la impunidad a todos los niveles nos hunde cada vez más en la miseria colectiva afectando el orgullo de ser honestos, trabajadores, buenos familiares, respetuosos de la mujer, de ser dominicanos.

Señores, darle un “chin o mucho” a quienes sufren los efectos de los huracanes no es la clave, pues otros gobiernos han dispuesto de recursos del Estado y han hecho barrios para los damnificados, pero preguntemos si muchos aún permanecen en ellos.

Es fácil criticar ciertas acciones, de unos y de otros, entre ellos nosotros, pero palear la miseria sin ir al meollo no estamos en nada. Son varios los factores que llevan a la marginalidad, desde el crecimiento poblacional, las migraciones internas y desde el exterior, pero reitero que creo en lo personal en la educación, la aplicación de la ley y su respeto, pero también en el combate a uno de los males mayores de nuestra sociedad, la impunidad generalizada.

Siempre he creído que el “dao” margina, solo la educación y todo tipo de educación, revindica al hombre.

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