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20 de abril 2024
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OpiniónRamón Antonio VerasRamón Antonio Veras

No continuar actuando como hasta ahora 

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A manera de explicación

  1.- Con el transcurrir de los años, por la acumulación de vivencias, el ser humano asimila toda una serie de hechos que llegan a motivar su forma de ser. Por ejemplo, me he dado cuenta que últimamente, para escribir con respecto a un determinado tema subyace en el fondo de mi alma alguna causa que lo genera.

 2.- Toda una serie de características están unidas a la persona, dependiendo la organización social que ha determinado su conducta. La individualidad y el carácter de cada quien lo lleva a manifestarse en una u otra forma, lo que, al final, permite ubicar su idiosincrasia.

 3.- El aislamiento no cuadra en los seres humanos; la vida en comunidad ha sido la forma normal de convivencia desde el momento que el planeta tierra se puso en condiciones de ser habitable. El hecho de compartir en un determinado medio social hace posible que se establezcan vínculos muy diversos entre los miembros de la comunidad.

 4.- Una base económica que descansa en la desigualdad, genera clases sociales distintas y con comportamientos diferentes; esta diversidad nos permite comprender la actitud de cada uno de los miembros de una determinada colectividad. La población de un país, escindida en grupos con intereses opuestos, se manifiesta de forma diferente ante los fenómenos sociales y, por vía de consecuencia, tiene desiguales actuaciones en sus relaciones con los demás.

 5.- Una sociedad dominada por el individualismo, genera personas de comportamiento egoísta, de falsía, mezquindad y codicia y, por tanto, sin formación ni base ideológica para compartir sinceramente con otras formadas en la solidaridad, la generosidad y el altruismo.

 

I.- Clases sociales y comportamientos

 

6.- Partiendo de las ideas anteriores, podemos advertir en el seno de la sociedad dominicana hay hombres y mujeres de comportamientos diferentes; personas con forma de conducirse que se distinguen unas de otras. La desigualdad en las clases sociales trae consigo la diversidad de conductas; la separación en la actuación de entes que conviven en el mismo medio.

 7.- Partiendo de lo anterior comprobamos la razón por la cual en nuestro país hay personas a las cuales les es indiferente el estado de descomposición imperante, expresado en desigualdad, prostitución, corrupción, narcotráfico, criminalidad y porquerías de todo tipo; mientras que a otras les repugnan las indecencias y las inmundicias que nos arropan como sociedad. La podredumbre que señorea aquí es estimulada y aceptada por grupos sociales cuya moral de cafres se adapta perfectamente a su mentalidad y procuran que perdure el fango que es hoy nuestro país.

 8.- La diferencia clasista se manifiesta en todo el comportamiento humano. Aquí hay mujeres y hombres sensibles e insensibles, buenos y malos, honrados y ladrones, en fin, personas que con su proceder apestan y otras que con sus actuaciones perfuman. No resulta difícil adivinar la profundidad del descalabro moral, la estropeada forma de comportamiento cívico de nuestros ciudadanos, la quiebra en las aspiraciones para construir un mejor país.

 9.- Hasta en las relaciones personales más sensibles se evidencia que en nuestro medio está presente una pendiente, una declinación total en el decente proceder; lo incorrecto se ha convertido en norma de vida, lo irregular predomina sobre lo puro, lo perfecto ha cedido ante lo anormal.

 10.- En vínculos que descansan en la lealtad, como la amistad, a diario recibimos decepciones de parte de quienes creíamos fieles; en un santiamén se quitan el velo que cubría su infidelidad, su inconstancia.

 11.- La cara fea de una sociedad descompuesta como la nuestra, se ve clara en la familia sanguínea, en la cual a cada momento somos testigos de enfrentamientos como fieras entre hermanos que se fingían absoluta avenencia; una simple heredad borra la cordialidad; la mercancía dinero se empina sobre lo afectivo y sentimental.

 12.- Aunque no todos somos iguales en comportamientos, en procura de confundir y crear una sociedad de idénticos aparentes, los truhanes se presentan como formales, serios y honrados, con el agravante de que cada día el granuja ocupa los espacios reservados a los honestos. Pura y simplemente, el desvergonzado, el sin escrúpulos, sobresale ante el mesurado y digno.

 

II.- Triste realidad social

 

13.- No es cuestión de fastidiar, atormentar ni importunar. Con estas ideas solo procuro llamar la atención de los padres y madres que, dominados por la ingenuidad, no se dan cuenta que están levantando sus descendientes en un medio social mugriento, ausente de pulcritud; emporcado desde arriba hasta abajo, donde se impone lo marrano a lo higiénico. Lo ideal, es que todos hagamos conciencia de que el ambiente actual debe ser cambiado por uno diferente.

 14.-Los progenitores responsables que pongan en duda el descalabro de la sociedad dominicana, que lancen una mirada retrospectiva hacia los colegios donde estudian sus vástagos, en algunos de los cuales ocurren hechos de perversión moral que dejan atónitos hasta a los más impasibles. En centros educativos ocurren actos de degeneración que espantan, horrorizan a los más sosegados.

 15.- Al igual que en el cuerpo de una persona física afectada de debilidad crónica se alojan con facilidad las más diversas enfermedades, en el organismo social dominicano se acomodan los vicios, las peores taras, los más despreciables oprobios que puedan cobijarse en un reprochable cerebro humano.

 16.- Para conocer la carroña que es el medio donde ahora estamos viviendo, no hay que estar influenciado por negativismo, ser majadero impenitente, ni contumaz crítico social. Basta analizar con detenimiento lo que está a la vista de todos, sin emotividad ni excitabilidad.

 17.- Aquel que ponga en duda, o desconfía de la certeza de la bajeza moral de la sociedad en que vivimos hoy, le basta con saber que el movimiento económico nacional se nutre, entre otras cosas, de recursos económicos provenientes del tráfico de drogas narcóticas, armas y personas físicas; del dinero lavado de operaciones del crimen organizado; de los juegos de azar; de la prostitución de niñas, niños y adolescentes; del trabajo infantil y de otras actividades que tienen su fuente en la corrupción, la degradación, la deshonestidad y el envilecimiento más repugnante.

 18.- No quiero pecar de alarmista, ni presentarme como moralista de hojalata, simulado mojigato ni modelo de monicaco. Pero la realidad está ahí como testigo de piedra: el cuadro degradante de una sociedad dominada por la ignominia, la infamia más deshonrosa. Donde lo vergonzoso sobresale ante lo que puede resultar ennoblecedor en la especie humana.

 19.- Lo expuesto con respecto al estado de desastre que es nuestro país desde el punto de vista de desmoralización, no es invectiva, sospecha, desvarío o presunciones, sino pura realidad, lamentablemente.

Reflexiones finales

 

20.- En nuestro medio las complicaciones resultantes del deterioro social debemos enfrentarlas con medidas de fondo, no de forma. Si el modelo económico ya está agotado, lo que procede es implementar otro diferente, que haga posible la participación del pueblo en los asuntos de trascendencia, para que sea actor y no es espectador de la vida nacional.

 21.- Alcanzando una adecuada educación para nuestro pueblo, podemos contar con personas dominadas por la urbanidad y con ella se llega a edificar la conciencia en la cortesía, los buenos modales, el correcto proceder. Podemos lograr que en un futuro desaparezca el actuar con grosería y desagradable tosquedad.

 22.- Si aspiramos a que el respeto llegue a convertirse en una rutina, en algo arraigado en la conciencia popular, se impone un nuevo rumbo; romper la tradición de que cada quien se comporta a su mejor parecer y conveniencia. El proceder tosco cuadra en un ser humano rustico, no en el que tiene fina formación.

 23.- Para que el respeto sea parte de la forma normal de comportamiento hay que comenzar por educar al pueblo, enseñarle las normas de convivencia civilizada, instruirlo en la correcta conducta, encaminarlo para que tenga una nueva formación de un ser humano nuevo.

 24.- La actitud ante la vida define a las personas. En cada sector o grupo social hay que saber distinguir quién procede correctamente y quién en forma inadecuada, no apropiada. Aquel que respeta a los demás no debe ser irrespetado, pero quien con sus actuaciones daña el medio social merece ser reeducado.

 25.- Cada quien con su comportamiento en el medio social determina si se hace merecedor de respeto, consideración y la estima de sus conciudadanos. Aquel que ajusta sus actos a las buenas costumbres y correcto proceder se hace merecedor de respeto; quien actúa en forma caprichosa, irresponsable e insolente ha de soportar las consecuencias de su imprudente e irrespetuoso accionar.

 26.- Lo que a diario presenciamos en nuestro medio social es una desorganización perfectamente alborotada,  trastornada de cabo a rabo. Es posible que algún desaprensivo esté pensando que hace falta un predestinado ordenador que venga como un mesías a ponernos en orden.

 27.- La realidad nos dice que no podemos seguir como hasta ahora, que esto tiene que cambiar para bien; es imposible seguir viviendo en igual forma de comportamiento; perpetuar lo que estamos practicando desdice de nosotros como pueblo del siglo veintiuno; prolongar el estado de desorden sería un desatino, un absurdo. Esto tiene que cesar, debemos hacer un alto en el camino que nos está llevando a la sinrazón.

 28.- No puede merecer igual respeto de sus conciudadanos aquel que ha tenido un comportamiento de compromiso social en el medio donde vive, que quien solo se ha preocupado de sí mismo. El primero tiene méritos, es un ciudadano relevante; el segundo, es un insignificante. Ambos no pueden ocupar el mismo espacio en el sentir del pueblo.

 29.- El respeto hacia quien lo merece eleva a quien lo manifiesta, lo enaltece, no lo reduce. Resulta una paradoja no reconocer lo que por mérito está ligado a una persona de valía reconocida; existe discordancia en la forma de proceder de aquel que se identifica como ecuánime y actúa con mezquindad. Tiene una discordante conducta quien dice ser sensato e irrespeta al hombre o mujer digna.

 30.- A no ser que todos estemos perdiendo el juicio, creo que nadie quiere continuar viviendo bajo el estado de desorden en que nos encontramos, en el cual cada quien quiere imponer sus designios. Al parecer, cada dominicano o dominicana anda en su cabeza con un proyecto de país que lo ha de desarrollar en el caos; en el desconcierto. El desbarajuste que presenciamos no debe continuar.

 31.- Aquí no se respeta nada en absoluto; vivimos como chivos sin ley. Se mide con la misma vara al bueno y el malo, el honrado y el ladrón; el honesto y el descarado; el comedido, el insigne y el vulgar; el importante y el insignificante.

 32.- Estoy plenamente convencido de que si todas esas expresiones de negativo comportamiento fueran canalizadas como manifestaciones colectivas de indignación contra el sistema social imperante, hace tiempo que el mismo hubiera sido pulverizado por el accionar de las masas populares.

 33.- En las sociedades escindidas en clases sociales, cada una tiene su moral y ética  la lleva a la práctica conforme sus convicciones; y dependiendo de su comportamiento se hace o no merecedora de respeto, consideración y estima.

 34.- Por el derrotero que vamos pinta mal; el camino que estamos trillando no nos lleva a buen destino; el comportamiento, la conducta que exhibe la generalidad de los dominicanos y dominicanas no es nada halagüeña. El panorama es, lamentablemente, desalentador. Y que conste, soy optimista, pero trato de ser realista; me gusta tener mi reloj en hora con respecto a la realidad nacional.

 

Por: Ramón Antonio Veras

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