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24 de abril 2024
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OpiniónFlorentino Paredes ReyesFlorentino Paredes Reyes

¿Narcos políticos o políticos narcos?

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El primero en plantear una relación narcopolítica, fue el doctor Vinicio Castillo. Desde las campañas política de los años 1990, presentó sus teorías al ver el despliegue injustificable de recursos económicos que hacían algunos partidos, financieramente quebrados. Es así como el doctor Castillo, alertaba sobre una transfusión de recursos que, como él los definía, ¨provenían de sectores oscuros¨.

La cuestión narco y su relación con la política, era para esos tiempos un tema tabú, por la conducta moral exhibida por sus principales actores: Balaguer, Juan Bosch y Peña Gómez.

De ahí que las teorías de Vincho, como las tildaron algunos, más que admisión, recibieron repulsión. A mi juicio, su error estuvo en no relacionar el problema a la política en sentido general, sino a un partido en especial (PRD) y, siendo de un partido contrario, su planteamiento fue tildado de tendenciado, maligno, fabulador y algo degenerado.

De aquellos años a la fecha, el narco ha permeado cada tuétano moral de nuestro país. No hay un sector económico o social que se haya librado de sus tentáculos, siendo el de mayor notoriedad la política, por el compromiso social que asumen sus líderes y las carencias humanas de sus simpatizantes.

Superamos las épocas de los presidentes que se apropiaban parcialmente del país (como Lilis y Trujillo) pero esas conductas, hoy son imitadas por ministros y legisladores, que olvidaron su rol como políticos y pasaron a ser empresarios dominando áreas de negocios como: Bancas de Apuestas, Distribuidoras de Combustibles, Organizaciones sin Fines de Lucro, Empresas Suplidoras del Estado y todo cuanto sea de cómodo manejo y amplias retribuciones. Actuaciones que no son cuestionadas por las cupulas de sus organizaciones partidarias.

Siendo a la par juez y parte, es como podemos comprender el dominio total que en ciertas actividades económicas y hasta filantrópicas, tiene nuestros políticos, creando unas normativas, donde sólo ellos, tienen asegurado el éxito al tiempo que frustran cualquier iniciativa particular, al menos que sea a uno de sus testaferros.

Las mismas leyes producto de sus iniciativas, son trajes a la medida de sus intereses o sus posibilidades, llegando al extremo (como en el caso de las Bancas de Apuestas) de fijar impuestos a los consumidores y posibles agraciados, pero nunca a los propietarios. ¿Podemos entender por qué ese sector es tan privilegiado en el pago de sus gravámenes contrario a otros sectores?

Hagamos un ejercicio con la famosa ley de Extinción de Dominio, que busca castigar el lavado de activos proveniente del narcotráfico. Nuestros flamantes honorables, no tienen tiempo de discutirla, por más pedido que haga la sociedad civil. Es una indiferencia extraña, a sabiendas de los progresos para el país, en la lucha contra ese flagelo. ¿Se favorecen a simples contribuyentes de la campaña o a socios comerciales?

Demos ahora un vistazo a la Inmunidad Parlamentaria, una prerrogativa que data de los primeros gobiernos de Buenaventura Báez y que nadie se atreve a proponer eliminar o por lo menos discutir. Un blindaje innecesario en estos tiempos, pero oportuno ante tantas conductas impropias de un congreso que está envuelto en todo lo que produzca dinero, sin importar las formas.

Con unos políticos así, que no disimulan sus malas intenciones e incursionan en todo cuanto genere fortuna, es de tontos pensar que pudieran conformarse con ofrendas de narcos complacidos con una amistad estéril. No creamos que sentirse cercano a un legislador, sería suficiente para que los narcos financien sus campañas o, que por una foto con un congresista se entreguen tantos millones.  Hay una afinidad debatible entre los narcos y los políticos, más allá de las donaciones, fotos de campaña, leyes indulgentes o amistades foráneas.

Las mismas razones que tienen los narcos para incursionar en la política, las tienen los políticos para incursionar en el narco. Es un negocio al margen de la ley (como a ellos les gusta), sin rastro vinculante ante un posible encuentro con la justicia, con una relación directa con los sectores populares y con leyes benignas propuestas y defendidas por ellos.

Decir que los narcos han penetrado a los partidos, es presentarlos como los villanos del mazdeísmo, donde los lideres políticos son los defensores del bien y los narcos del mal. Nada más falso. Las luchas internas en los partidos, el sicariato político, el fraccionamiento por el liderato de sus estructuras, las alianzas para no perder la aparente condición legal (aunque socialmente ya estén muertos) y todo lo que han demostrado ser capaces, me lleva a afirmar que, sin la participación directa de la política, el narco no tendría ni el éxito económico, ni la expansión social que ha tenido por décadas en nuestro país.

La ambición desmesurada de nuestros políticos, la impunidad que se han garantizado, sus conexiones con la justicia y el poder militar, la inoperancia de las cupulas partidarias para tener algún ápice de ética entre sus miembros y las tolerancias de los organismos rectores de las estructuras partidarias, colocan a los narcos a la par de los políticos. Por eso concluimos que no hay narcos políticos, sino políticos narcos.

Por: Florentino Paredes Reyes

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