Mi testimonio sobre la necesidad de arrepentirnos y convertirnos al evangelio
El estilo de vida que mantuve durante cuarenta y cinco años era reprobado por Dios y por mi prójimo. Fui una persona rebelde, desobediente, impetuosa, arrogante, maliciosa, envidiosa, esclava de concupiscencias y aborrecible. Además, presumía de ateo y pedante.
Había heredado ese cuadro conductual de la naturaleza pecaminosa con que mi madre me trajo al mundo, la cual me impedía arrepentirme de mis pecados y obedecer las normas de Dios.
Sin embargo, Dios estaba preparando mi corazón en secreto y yo no me daba cuenta. Recuerdo la clase que impartía una maestra en la Escuela Bíblica Dominical de una iglesia evangélica en Bronx, New York.
Una mañana fría habló del estilo de vida que mantuvieron las personas que vivieron antes de Noé construir y entrar en el Arca, las cuales comían, bebían, se casaban y desobedecían las normas de Dios. Se parecían a la generación actual.
Sin embargo, cuando vino el Diluvio, a excepción de Noé y su familia, todos murieron ahogados y ni uno sobrevivió. Así será, precisamente, la Segunda Venida de nuestro Señor Jesucristo. Nadie sabe a qué hora ocurrirá, porque será una sorpresa. Por eso, es necesario estar atentos y preparados, aconsejaba la maestra (Mateo 24:37-44)
Al finalizar la clase, la maestra hizo un ligero movimiento para advertir y solicitar lo siguiente:
__ Si alguno de ustedes quiere evitar que le ocurra algo semejante, lo evito a ponerse sobre sus pies y a levantar su mano derecha para que se arrepienta de sus pecados, evite ser condenado en el juicio futuro, obtenga la salvación de su alma y herede la vida eterna__ expresó la maestra con voz firme.
Su llamado y advertencia atrajeron poderosamente mi atención e interés y sentí una especie de corriente eléctrica en mi cuerpo. Era el Espíritu Santo convenciéndome de los pecados, engaños y perversidades que había en el interior de mi corazón.
En ese momento no tuve otra alternativa. Me levanté del asiento, levanté mi mano derecha y me arrepentí de mis pecados.
Esta ha sido la decisión más sabia e importante que he tomado en de mi vida, la cual ha dado lugar a que Jesucristo guie y controle mi vida por medio de las valiosas enseñanzas que contiene su Santo Evangelio.
Voy a explicar lo que implicó mi arrepentimiento y mi conversión al Evangelio.
Lo primero que hice fue reconocer mis pecados y sentir tristeza y dolor por haberlos cometido. Y tuve que confesarlos a Jesucristo con todo mi corazón y darme cuenta que necesitaba cambiar mi manera de vivir.
Hecho esto, mis pecados fueron perdonados por Jesucristo, quien me adoptó como hijo de Dios, me declaró justo y me convirtió en miembro de su gloriosa iglesia, de esa que fue comprada con su sangre y disfrutará las bendiciones del reino de los cielos eternamente cuando ÉL regrese a buscarla.
Otra bendición, sumamente importante que recibí fue la adquisición de una nueva naturaleza. Espiritualmente he experimentado un nuevo nacimiento y soy templo del Espíritu Santo, quien ha regenerado y renovando mi mente y me dirige, enseña y revela cualquier verdad.
También establecí y mantengo una buena relación personal con Jesucristo, mediante la oración, la alabanza y el estudio sistemático de la Biblia para leer, meditar, comprender, saber, creer y obedecer sus enseñanzas.
Amado lector(a), si tu estilo de vida está siendo reprobado por Dios y la sociedad, tú también puedes disfrutar esas y otras bendiciones. Solo necesitas tomar la inteligente decisión de arrepentirte de tus pecados y convertirte al Evangelio. No cuesta dinero, porque Jesucristo pagó en una cruz el precio que tu y yo teníamos que pagar.
Así que, anímate a arrepentirte de tus pecados y a convertirte al evangelio. Estos actos te ayudarán a pensar y actuar de manera prudente.
Además, te darán poder para realizar buenas obras y dar a las demás personas los frutos del arrepentimiento genuino, que son: amor, gozo, perdón, reconciliación, paz, paciencia, tolerancia, humildad, mansedumbre, bondad, fe y moderación.
Eso sí. Debes entender que arrepentirte de tus pecados y convertirte al Evangelio no es lo mismo que ser miembro de una religión muerta y sin poder, que promueve la salvación del alma mediante la realización de obras de caridad (no importa lo buenas y grandes que sean), la compra de indulgencias y la fe en los ídolos.
Hay que estar claro. Nada de eso tiene valor espiritual. Los que sí tienen son el arrepentimiento verdadero y la conversión al Evangelio. Ellos te dan poder para enfrentar cualquier tentación y no caer. También son medios efectivos para convertirte en una persona nueva, espiritualmente hablando, para que seas un ciudadano(a) ejemplar dentro de tu casa, el trabajo y tu comunidad.
Finalmente, agradezco a Jesucristo el perdón de mis pecados, la eliminación del expediente acusatorio que pesaba contra mí, haberme hecho hijo de Dios, declararme justo, cambiar y mejorar mi vida, el apartarme del pecado, salvar mi alma y darme el derecho y privilegio de heredar la Vida Eterna.
Por Enrique Aquino Acosta