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23 de abril 2024
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OpiniónRamón SabaRamón Saba

Melba Marrero de Munné

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Nació el 8 de abril de 1911 en San Francisco de Macorís y falleció de cáncer en la nariz, el 4 de junio de 1962. Su nombre completo era Melba María Marrero Oller. Casó con el empresario de la industria del cacao en la región Cibao, Trifón Munné Trullols. Bautizada a posteriori por sus coterráneos como “La Mujer de las Cuatro M” (Melba María Marrero de Munné). No procreó hijos.

Poeta, narradora y dramaturga. Mujer de espectacular belleza y de un glamur y un donaire divinos que a todos cautivaba, el cual paseó por casi todo el mundo en compañía de su esposo. Se cuenta que, a raíz de la publicación de su obra “Estampas Suecas” en el que hace alusiones acerca de nuestro país, le produjo tal envidia a María Martínez, esposa del entonces dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina, que obligó al crítico de confianza de ese gobierno, Pedro René Contín Aybar, a denostar de su obra, a tal extremo que este la criticara inmisericordemente.

Este acólito del tirano escribió: “Melba Marrero de Munné tiene una forma de escribir precipitada, como si temiese no poder llevar a la letra cuanto pasa por su calenturienta imaginación. Las palabras van sucediéndose en tropel, unas tras otras se acosan, van formando frases que no se coordinan, como si no se hubiese preconcebido para expresar tal o cual idea, llegar a esta o a la otra reflexión, encaminar al lector por un sendero claro, preciso, aleccionador”.

 El bienestar económico que disfrutaba la pareja Munné-Marrero, les permitía viajar por muchas partes del mundo y ella en lo particular, vestir los más resplandecientes vestidos y modas del momento, tal como lo hacía de manos de su gran amiga y modista Ana Salime Tillán, madre de mi querida amiga la comunicadora Sabrina Brugal. En su lecho de muerte, Melba Marrero de Munné sólo permitió la presencia de esta distinguida dama y del abogado Ángel Liz, quien muchos años después se convirtió en presidente de la Junta Central Electoral.

Por disposición de la Ordenanza 12/2019 del Ayuntamiento del Distrito Nacional, se designó la antigua “calle 29 Este”, del sector La Castellana, con el nombre de Melba Marrero de Munné.

En el joyero bibliográfico de Melba Marrero de Munné se descubren las siguientes obras… Poemarios:Alas Abiertas”; «Retablos de silencio y alma”;Faena para Adán”; “Eva en Extremaunción “; Cáfila Amarga. Romance cafetalero” y “Tiempo para la muerte”. Crónicas de Viaje:Postales sin estampillas” y “Estampas Suecas”. Narrativa:Caña Dulce”; “El Voto” y “El Hambre” (aún inédita). Teatro:El Banquete de las Hadas”. Es de suponer, que muchos de sus trabajos se mantienen inéditos y guardados en un baúl especial de algún pariente, porque hace un tiempo que su residencia fue demolida.

La escritora, investigadora y ensayista Ilonka Nacidid Perdomo estima que Melba Marrero de Munné ha sido sepultada por el olvido. Su muerte, su padecer, su desaparecer, ha sido ignorado, y está ausente de las ánforas en las cuales se nombran las obras leídas. Nadie la menciona ni la crítica ni el público, menos los suyos. Su vida de excepción, sensible, ha sido injustamente ignorada. Ni una breve nota se escribe de ella; no se le quiere recordar ni representar ni indagar sobre su creación poética. Su obra la han dejado anclada sólo en las orquídeas que atrajeron a la orfandad de las aves, en los alborozos de su lírica, en la invención del poema como un abecedario vivencial. Extraña que no se le haga cortejo a su obra, a esa clarividente materia del poema, que de manera desconcertante la hace víctima de la ironía trágica del olvido. Es una ironía vivir cuando el olvido derrota a la vida misma, y deja surcos sin semillas. La muerte es un sueño, el sueño es la muerte, un escudo deífico, una subordinación a ese pozo anónimo que reemplaza al lecho.

El escritor Noé Zayas se ha ocupado de mantenerla vigente y con respeto, rescatando la obra literaria de esta gran poeta, expresando que Melba Marrero de Munné era una escritora que, por alguna razón, estuvo desconectada del mundo literario dominicano, y piensa que tal vez por envidia, rechazo, o por su forma de ser, la acusaban de arrogante. Parece que su relación con la moda, el vestir, el buen gusto, el conocimiento de otras culturas, chocaban con lo cotidiano, lo pueblerino. Era hermosa, con actitudes modernas que esta sociedad cerrada no entendía, a tal extremo que el insigne poeta Domingo Moreno Jimenes se refería a ella diciéndole “Hueles tanto a mujer que mareas”.

La poeta y escritora Rosa Silverio asegura que la poeta francomacorisana Melba Marrero de Munné es una gran olvidada de la literatura dominicana, criticada de manera acérrima por el intelectual Pedro René Contín Aybar por mandato de María Martínez, esposa del dictador Trujillo.

Finalmente, la fallecida narradora Ligia Minaya era de opinión que rescatarla sería un acto de valentía y la posteridad, como pasajero de último asiento, la pondría en primera fila. Los escritores muertos son rescatados de cada año y por casualidad. Vuelven a ponerse de moda por un tiempo. Pero las posibilidades de ser reeditados son tan escasas como sacarse la lotería. Así, la memoria literaria se ha ido borrando cada día. La pátina del tiempo va cubriendo los libros, las historias, los personajes y su forma de vida. Melba Marrero de Munné no es la excepción; pero como ella misma escribe: «Pero ya no ambiciono nada/Ni acaso mirarte/ porque estoy luz sin sangre.» Es como si nos dijera desde el más allá que tiene tanta necesidad de cariño como el de que sus poemas fueran de nuevo publicados.

Concluyo esta entrega de TRAYECTORIAS LITERARIAS DOMINICANAS con un poema de Melba Marrero de Munné dedicado a su esposo Trifón Munné:

Comprensión

 Eres mi amigo.
Eres mi hermano.
Y no te asombran mis inquietudes.
Y no te abisman mis languideces.
Y tú comprendes por qué soy trágica.
Y tú me evades
desde la tarde a la alborada,
sin más motivo
que irte de ronda tras las estrellas,
porque comprendes que estoy vedada,
porque me sabes puesta de bruces
en el alféizar de mi ventana.
Eres mi amigo.
Eres mi hermano.
Y no te hieren mis ademanes.
Y no te aplastan mis escapadas.
Y tú comprendes
por qué rehúyo las noches clavas.
Y tú te esfumas
desde la roca
hasta la playa
sin más destino
que ver la arena del mar en calma,
porque comprendes
que estoy vagando,
porque me sabes hija del aire,
porque me sientes novia del alba.

 

Por Ramón Saba

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