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19 de abril 2024
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Mariojosé Ángeles, la espiral imprescindible

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Mariojosé Ángeles es un creador  que tras estudios de arquitectura decide dedicarse plenamente a la pintura y  al dibujo bajo la tutela inicial de Guillo Pérez, así como  a la fotografía y la escultura monumental. Es él un personaje singular, como la galería que muestra y promueve sus lienzos  en París, un amante de las redes sociales, un artista de academia y de experimentaciones, nacido en 1965 y renacido en el 2019 con el nacimiento de Mario Rafael su hijo,  que llena sus obras, su vida y trascendencia.

Recuerdo que conocí primeramente  su obra a través de la revisión de catálogos y textos sobre arte dominicano, pero lo que más nos ha acercado a su producción estética ha sido la observación directa de sus cuadros y sus presentaciones en las redes sociales donde comparte vida y trayectoria artística, tanto de sí mismo como  de otros importantes creadores. Ha contribuido con su labor tesonera a la organización de  exposiciones colectivas de alta calidad: dos ejemplos recientes de ellas han sido   Hecho Aquí en su tercera edición el pasado año y Byblos, recién concluida en el vasto recinto de PUCAMAIMA Santiago.

En una de nuestras tantas conversaciones, debatíamos sobre la relación de lo ético con lo estético, sobre la necesidad de que la trinidad indisoluble  ser humano-artista-mundo tenga un marco conceptual, un qué decir y un para qué decir, un bagaje cultural, una técnica depurada a través de la disciplina, los estudios y el trabajo constante. Que no basta solo con la intensión, el talento y las buenas maneras, que no es suficiente tener una visión mercadológica  de alta eficacia, sino que para que una obra trascienda tiene que tener un alma que mostrar y un rigor en el uso de las formas  que la lleve al corazón y a la memoria del público que la interpreta. Esa es la obra infinita, la obra sempiterna, la que nunca muere.

Cuando leo la biografía de Mariojosé, cuando veo sus obras llenas de azules y rojos y verdes; y sus líneas donde se descubre un niño, un pez, un útero, una flor; cuando a través de una observación cuidadosa y al mismo tiempo emocional,  comienzo a sentir la regla de oro, la proporción aurea, las escalas, la simetría, el ritmo oculto, una proporción envuelta en la aparente maraña de su selva visual,  confirmo que estoy en presencia de un grande de la plástica dominicana no solo por el bien decir, sino por el buen hacer en lo formal y en lo conceptual.

Lo bueno, lo bello en unidad platónica, la oscura cueva que se abre a la luz a través de los pasos del inquieto caminante que marchó en búsqueda del  verdadero mundo de las ideas, se capta en sus exploraciones artísticas, en sus obras llenas de positivismo, espiritualidad y fuerza vital. Es su calidad técnica y humana, su resiliencia,  esa energía que lo mueve y que sienten todos  los que se vinculan con él en proyectos artísticos colectivos, lo que lo ha hecho trascender en París, en Roma y en Florencia, en Bruselas, en San Juan de Puerto Rico, en La Vega, en Santo Domingo, en Santiago, en Facebook, en cualquier lugar y momento en que se presente.

Obra eternamente joven, intensa, con un fuerte poder de comunicación y al mismo tiempo incógnita y llena de enigmas, obra llena de signos y de símbolos que no todo observador puede decodificar por completo y si lo hace, siempre se queda con la inquietud de la búsqueda de la verdad. Instalaciones como Postmortem en Byblos , dibujos variados, pinturas polinizadas o que son un “ Murmullo de Barrancolí” , fotografías que son “ Vuelo de esperanza”, investigaciones sobre la Cura del SIDA en la Santa Cucaracha, esculturas de metal que recuerdan los molinos de viento del Quijote-Sancho, autorretratos, en una evolución de lo figurativo expresionista a lo abstracto inmanente, son una fiesta para el filósofo, para el creador, para el hombre o la mujer simples, para todo el que se mira en sus espejos de agua limpia.

En su refugio de Paloblanco, al lado de su familia, aparentemente lejos del ruido del mundo pero inserto y presente en él más que nunca, tenemos a un artista local y universal, actualizado e  imprescindible, que busca elevar el nivel del diálogo cultural, que es parte del acontecer cotidiano de lo novedoso y permanente, que lucha por cambiar el mundo a través del arte y de esta manera trascender como hombre, como hacedor  de bien y de belleza, navegando  través de una espiral incógnita que nos lleva a la búsqueda sin fin de la piedra filosofal.

 

Por María Fals

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