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23 de abril 2024
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OpiniónManuel CruzManuel Cruz

“Margarita, Leonel y el Poder”

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Al parecer en todo el mundo la política es un intravenoso de mezquindad, mediocridad y envidia frente aquellos que con su esfuerzo, trabajo y dedicación han logrado salir del anonimato profesional y, que al mismo tiempo conquistaron el corazón de un segmento importante de la población.

Sin duda alguna, ese es el caso de la honorable vicepresidenta de la república doña Margarita Cedeño la misma, se encuentra atrapada como ella describió en “una situación muy especial y única”. Máxime, porque los machistas endógenos están convencidos de que en política una mujer debe seguir a su esposo hasta para suicidarse juntos como pasó con Romeo y Julieta.

El Machismo Antropológico

El ostracismo medieval y el machismo existencial que vive en el homo sapiens del siglo XXI al que denominan hombre, todavía no le permite ver que ya hace muchos años que la mujer dejó de ser su afrodita ornamental, su llavero de compañía y su máquina de dispensar orgasmos y niños. Siguen tan atrapado en el paleolítico y tienen tanta miopía que hasta cuando aparecen otras mujeres como Juana de Arco, Indira Gandhi o Benazir Bhutto entonces dicen; esas no son ovarios lo que tienen son testículos. Parece ser que tendrá que venir otra Rosa Parks y subirse en el autobús de la política y mandar al diablo a todo el mundo.

Asimismo, esa misoginia visceral que vive en millones de hombres e increíblemente también en millones de mujeres, despierta una serie de interrogantes. Por ejemplo, ¿que pierde un hombre porque una mujer se desarrolle? ¿El conocimiento y la preparación se almacenan en el cerebro o en el pene? ¿Ha dejado de crecer Alemania o se han muerto sus ciudadanos por ser Angela Merkel su Canciller? ¿Ha dejado de ser Gran Bretaña una potencia porque Isabel II sea su reina? El machismo está tan entronizado en el mundo que hasta los católicos profesando el amor de Dios, tienen a las mujeres cuidando niños empachados y limpiando ancianos con disentería.

Mujeres del Poder

Dijo el ex presidente de EE.UU. Barack Obama que, «ningún país alcanzará su potencial a menos que recurra al talento de las mujeres”. Desde esa perspectiva, las mujeres desde siempre han estado ligadas a los hilos del poder o al poder mismo. Verbigracia, Olimpia de Epiro en Grecia, Cleopatra en Egipto, Wu Zetian en China, Isabel I de Castilla, Isabel I de Inglaterra, Haseki Hürrem en el imperio otomano, María Antonieta de Austria en Francia, Catalina II de Rusia, Cristina de Suecia, Alejandra Románov en Rusia etc. Y, los casos más recientes Evita Perón, Margaret Thatcher, Diana de Gales, Hillary Clinton, Park Geun-hye, Cristina Fernández, Michelle Bachelet, Tsai Ing-wen y muchas otras.

En ese sentido, querer minimizar el papel de las mujeres o retrotraerlo a la concepción de simples consortes es estar viviendo en un anacronismo trasnochado. Toda vez que, desde la antigüedad la búsqueda del poder se ha colocado por encima del romance matrimonial. Además, son varias las ex primeras damas que han conquistado la presidencia de sus países como fueron los casos de, Mireya Moscoso en Panamá, en Guyana Janet Rosemberg, en Argentina Cristina Fernández y, los casos fallidos de Hillary Clinton, Sandra Torres, Margarita Penón y Xiomara Castro.

Margarita y su Matrimonio

De manera muy respetuosa lo primero que hay que recordar es, que en todos los matrimonios compuestos por dos líderes siempre han existido los inconvenientes, Marco Antonio y Cleopatra, Franklin Roosevelt, Bill Clinton, Carlos el príncipe de Gales y muchísimos otros. En todos ellos, el poder primó por encima de esas diferencias. Por tal razón, a nadie le podría parecer descabellado que doña Margarita decida quedarse con el poder antes que ir detrás de su esposo por un camino incierto. Sé que ustedes dirán, pero fue Leonel que convirtió a Margarita en vicepresidenta y yo les pregunto, ¿ayudar a su esposa en su desarrollo no es el papel de un esposo?

Además, la política es una profesión como otra cualquiera cuyo sustento es el liderazgo; entonces pregunto, ¿si el liderazgo de su esposo está más maltratado que el de ella, no puede ser ese ahora el que alimente la casa de ambos? ¿Tiene ella indefectiblemente que estar siempre bajo las sombras de su esposo? ¿Han pensado ustedes siquiera en que la estrategia de ambos sea que ella se quede en la boca del dragón? De igual forma, como Maquiavelo estableció “que en el poder no cabe la moraletica”, nadie se sorprenda si mañana doña Margarita repite las mismas palabras que Sandra Torres; “me divorcié de mi esposo para casarme con el pueblo”.

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