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23 de abril 2024
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OpiniónFrancisco Rafael GuzmánFrancisco Rafael Guzmán

Lucas Viscens Bello

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Hace poco más de 40 años que comencé a ver la cara de Lucas, en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, cuando él era un estudiante avanzado de economía y yo apenas comenzaba a estudiar sociología. Él era un joven muy citadino, mientras el autor de este breve escrito venia de la ruralidad, más del 50 % de los estudiantes éramos del interior. Luego me toca conocerlo un poco a él y a su primera consorte, Francis Auxiliadora Pou León, la cual también era estudiante avanzada en la carrera de sociología, cuando comencé a verlos  siendo ellos todavía  novios.

Ella era muy educada y atenta, muy inteligente como él, pero el más extrovertido de ese ayuntamiento era Lucas. Ambos impresionaban a cualquier ser humano. Lucas tenía mucho magnetismo personal, lo cual -según mi parecer- lo conserva hasta los últimos días. Lucas, además de ser un hombre muy inteligente que ponía en evidencia su alto coeficiente de asimilación intelectual cuando hablaba, era un excelente orador y hasta se podría decir que tenía algo del don de la elocuencia. No es lo mismo ser buen orador que ser elocuente.

Cuando Lucas apenas tenía unos 25 años, fue invitado a ser panelista en la evaluación del primer año de gestión del gobierno de Don Antonio Guzman Fernández, panel que se llevó a efecto en el edificio de oficinas gubernamentales El Huacal en 1979. Max Puig fue unos de los oradores en ese panel. El Discurso de Lucas era muy rico en su contenido, muy crítico, racional y convincente.

Fue profesor en INTEC, cuando todavía no había presentado su tesis para graduarse de licenciado en economía en la UASD, algo que todavía se podía a principios de los años de la década de 1980. Esto se debía a la extraordinaria capacidad de Lucas Viscens Bello.

Pero me pregunto: ¿Por qué le tocó a Lucas Viscens morir del anatema del COVID-19? Supe que hasta, según la fuente que me informó,  fue entubado y luego de una supuesta mejoría le quitaron la respiración artificial y se le bajó la presión y se produciría un paro respiratorio y como consecuencia el paro cardíaco. No tenemos prueba de que ocurriera así, pero de ser en esa circunstancia que ocurriera su muerte, hubo al parecer falta de vigilancia sobre  el paciente, hubo un descuido. Los médicos han sido víctimas de la pandemia y hay que loar -en términos generales- lo que los galenos dominicanos y de otros países hacen por evitar las muertes por la pandemia. Sin embargo, probablemente el pavor no zulo pondrá trémulos a algunos médicos, si no evasivos, insensibles y huidizos. Si el descuido fue la causa de lo que ocurrió, en el caso de Lucas, que por su extracción social no era un desharrapado, cuantos pobres no habrán muerto del COVID-19 por la incuria de algunos del personal de salud. Esta reflexión no incluye a la mayoría de los médicos, pues son verdaderos héroes.

La pena que es que Lucas fue un ser humano de condiciones excepcionales, pese a que dejó de creer en la militancia política y en el cambio de la sociedad en lo inmediato, no renunció a determinados valores morales, como por ejemplo la honestidad, pulcritud y la sencillez. Sus orígenes sociales les permitían haber tenido un estatus económico más alto del que tenía. Lucas bien pudo haber sido un hombre de Estado, no solo tenía capacidad, sino también una gran cultura intelectual, de haberse dedicado siempre a la política hubiese vivido para ella, no hubiese vivido de ella.

Recuerdo sus reflexiones. Ejerció el oficio periodístico, durante un breve tiempo contratado por el periódico El Nuevo Diario para escribir ensayos. Trabajó en sector eléctrico estatal y en el Ministerio de Economía. Recuerdo que hace unos años hizo una exposición en el Paraninfo de Economía de la UASD, donde habló de la ausencia de un plan en el proyecto de la Presa de Madrigal. Era un excelente orador.  Lamentamos mucho que no fuera una vida longeva. Hace unos años las últimas palabras que escuché de él,  porque dejé de verlo, fueron: Yo aspiro a un entierro decente. No quiero terminar, sin dejar de decir que Lucas siempre fue una persona de una sonrisa espontánea, lo que influyó en su magnetismo personal.

Por Francisco Rafael Guzmán F.

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