EL NUEVO DIARIO, SANTO DOMINGO.- En los últimos siete años dos reconocidos funcionarios han sido asesinados en sus respectivos despachos, dejando esos crímenes mucho dolor e interrogantes. Ambos, Juan de los Santos y Orlando Jorge Mera, tuvieron un trágico final muy parecido.
Los dos eran amigos y compañeros de caminatas. Les gustaba caminar y participar en maratones.
El primer caso fue el asesinato de Juan de los Santos, ultimado a balazos el 15 de diciembre de 2015, cuando era alcalde de Santo Domingo Este y presidente de la Federación Dominicana de Municipios (Fedomu), donde precisamente cayó abatido.
Ese día, su amigo Luis Féliz Féliz lo visitó armado en su despacho de Fedomu, y tras reclamarle en forma acalorada le entró a tiros, mató también al guardaespaldas de la víctima y se mató él mismo. Fueron luctuosas esas navidades.
El matador-suicida era técnico y le suplía acondicionadores de aire al consorcio Juancito Sport. Supuestamente exigió el pago de una deuda que tanto Juancito como su hermano Richard tenían con él. Poco antes le habían embargado una propiedad, lo que sumió al victimario en grave preocupación.
La muerte de Juancito se cobró otra: la de su hermano Richard, fallecido casi diez meses después, en octubre de 2016.
El otro caso, el de Jorge Mera, acaba de suceder. La sangre aún está latiendo en su mismo despacho del Ministerio de Medio Ambiente, donde Fausto Miguel Cruz entró esta mañana, discutió con él y lo asesinó sin piedad.
No son pocas las versiones que andan de boca en boca, amplificadas por las calenturientas redes sociales. En efecto, se habla de una cementera que, presuntamente, le habían cerrado al asesino. Otras lenguas dicen que el móvil fue muy íntimo, personal.
De hecho, ambos eran amigos de infancia y se llevaban como hermanos, unidos por una longeva amistad. Incluso, cuando estaban discutiendo en forma airada, perdiendo ya los controles, la secretaria de Jorge Mera le preguntó si mandaba llamar a la seguridad. El ministro dijo que no era necesario, porque estaba hablando con su amigo y la cosa no pasaría de ahí.
Sin embargo, la temperatura se desbordó y su amigo lo fulminó a balazos. Sucedió lo peor. Dicen que le propinó siete disparos.
Cometido el crimen, y con las manos manchadas de la sangre que corría a sus pies, el hombre salió disparado del despacho y se refugió en la parroquia más cercana, donde el cura tramitó su entrega a las autoridades.
Un escuadrón policial rodeó el lugar, le echó manos y se lo llevó. Ahora enfrenta una larga condena de 30 años.
Entre ambas muertes hay una gran diferencia: que el asesino de Juancito se mató, mientras el de Jorge Mera no lo hizo -o no lo ha hecho.
El crimen deja muchas interrogantes… La familia perdona al asesino y espera justicia.-
