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19 de abril 2024
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OpiniónAlcides Pimentel PaulinoAlcides Pimentel Paulino

Los sesgos cognitivos y la crisis de sobreinformación actual (Primera parte)

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Es innegable que la neurociencia y la psicología están de moda. El complejo mundo globalizado en el que vivimos nos obliga a crecer como personas, tanto a nivel espiritual como cultural. De ahí que conocimientos tan importantes como los sesgos cognitivos deberían ser obligatorios en escuelas e institutos. La crisis de sobreinformación actual y la polarización hacen más necesarias que nunca una mejor formación para separar lo verdadero de lo falso, y que no nos manipulen con facilidad. Cada día cuesta más diferenciar la verdad de la posverdad y de las ´´fake news´´.

¿Te has preguntado alguna vez de dónde vienen tus opiniones o creencias? Se trata de una pregunta muy interesante en la actualidad, ya que estamos inmersos en una crisis de sobreinformación. Intencionada o no, tanta información consigue crear mucha incertidumbre, confusión o ruido. Esta es la razón por la que se hace más necesario que nunca conocer que son los sesgos cognitivos y cómo funcionan.

En la teoría de la ¨racionalidad limitada¨, Helbert Simon, analiza la lucha entre la razón y la emoción. Dice que la cognición humana es limitada e imperfecta, y que tomamos decisiones parcialmente irracionales a causa de nuestras limitaciones cognitivas de información y de tiempo. Es una teoría que se opone frontalmente a las teorías de racionalidad políticas y económicas ante problemas complejos.

Argumenta que el hombre es incapaz de captar la complejidad del mundo y la interrelación de sus elementos. El problema de fondo es que los seres humanos estamos condicionados por nuestro cerebro (cavernícola), que se rige por reglas generales sencillas, basadas en heurísticos y sesgos, para resolver problemas cotidianos que provocan inconscientemente desviaciones sistemáticas del razonamiento.

Ni el Psicoanálisis ni el conductismo se ocupaban de los procesos mentales. La mente es como un ordenador que procesa la información mediante diferentes programas y con diferentes capacidades. Según la Psicología de la Gestalt, «el todo es más que las sumas de sus partes«. Nuestra mente percibe la realidad a través de los sentidos y da lugar a una percepción nueva, mediante nuestra interpretación. Los campos más prometedores para la psicología actual son la «inteligencia artificial (IA) y la neurociencia.

Los sesgos cognitivos son desviaciones del procesamiento mental normal, que hace que pensemos de forma irracional ante situaciones determinadas. Esto no quiere decir que no pensemos con claridad, solo que no somos conscientes de ello, ya que son como procesos intuitivos que inducen a errores sistemáticos. Lo que hacemos es darles demasiada importancia a algunos aspectos; y esto nos induce a errores frecuentes. Nos impulsan a creencias ideológicas irracionales, y por tanto a distorsionar la realidad.  Los sesgos van en contra de la ¨teoría de la elección racional¨.

Los sesgos incluyen el procesamiento de la información mediante los conocidos heurísticos «atajos», las motivaciones morales y emocionales, y la influencia de la sociedad, entre otros. Son inconscientes, involuntarios, rápidos y nos condicionan sin darnos cuenta. Los sesgos son atajos que utiliza el cerebro para ir más rápido y ser más eficaz.

Los seres humanos construimos nuestra realidad en base a nuestras propias vivencias o experiencias, pero también aprendemos de la sociedad que nos rodea. Este es el motivo por que la realidad es en parte subjetiva. En muchas ocasiones nos anticipamos o predecimos sin tener una base lógica o realista para llegar a una conclusión. Actuamos en base a lo que percibimos y al significado que le damos a esa vivencia.

Nuestras opiniones vienen de la experiencia y de los análisis de la información. Nuestra memoria es empírica y social. Procesamos la información o los múltiples estímulos que recibimos mediante la intuición, prueba y error, y métodos informales como la heurística. Un sesgo cognitivo es un efecto que desvía el procesamiento mental del camino de la lógica. Una especie de atajo. Se dice que los humanos somos «tacaños cognitivos«; ya que intentamos gastar la menor cantidad de razonamiento posible.

Antes de entrar en profundidad en la materia conviene diferenciar entre un sesgo y un heurístico. Los heurísticos son atajos del pensamiento, en cambio los sesgos son trampas mentales.

En general, se suele llamar heurísticos a los ¨sesgos adaptativos¨ y sesgos¨ a los perniciosos. Los heurísticos son como un piloto automático que nos permiten ir por la vida sin necesidad de procesar conscientemente muchas de las cosas que vemos, oímos, hacemos o decimos, para poder realizar otras cosas de manera simultánea. Nos aportan velocidad y eficiencia, sin un gran gasto cognitivo y energético. Los sesgos cognitivos son diferentes a los prejuicios sociales.

Analizando los 12 principales sesgos y heurísticos comprobaremos la veracidad o falsedad de esa teoría. Como se trata de un tema muy extenso, dividiré el artículo en dos partes.

En muchas ocasiones nos anticipamos o predecimos sin tener una base lógica o realista para llegar a una conclusión. Actuamos en base a lo que percibimos y al significado que le damos a esa vivencia. Y eso nos hace adaptarnos mejor al ambiente (familiar o social) que nos rodea.

En un mundo con tantas adicciones y estrés, la Ilusión de control (1) está muy presente en la vida cotidiana. Este sesgo es muy común en la ludopatía. Fue descubierto por la psicóloga Ellen Langer en 1975. Consiste en creer que tenemos estrategias (o cierto poder) para controlar la aparición de eventos que en realidad son producidos por el azar. La adicción les hace pensar que pueden controlar la suerte o el azar, entrando en una espiral o feedback negativa de problemas económicos, mentiras, ansiedad y depresión.

Este problema se incrementa cuando tenemos libertad de elección, familiaridad, competición y la participación activa. Este puede ser el caso de la telequinesia o de rituales antiguos para atraer la lluvia o tener mejores cosechas. Todo esto se engloba en lo que se conoce como ¨pensamiento mágico¨. Ciertas investigaciones relacionan el pensamiento mágico con la lentitud cognitiva y la pobreza de pensamiento de estas personas.

Los ludópatas disfrutan del proceso químico que ocurre en su cerebro durante el juego o durante la apuesta, por eso presentan los mismos síntomas que los adictos a cualquier droga, como abstinencia o dependencia. Si se pudiese adivinar el futuro, habría personas especialistas en acertar las loterías o en tirar los dados. Por esta ilusión de control muchos jugadores suelen ser muy supersticiosos. El problema de esto es que asumimos más riesgo.

2-Estrechamente relacionado con el efecto anterior se encuentra el «efecto Bandwagon, manada o efecto de arrastre» (2). Se podría resumir en subirse al carro ganador. Este efecto nos hace más sencillo elegir lo que elige la mayoría, ya que nos da más confianza. Este sesgo lo descubrió Emile Durkein. Está relacionado con la «conciencia colectiva«. Se trata de un fenómeno que se da en la vida en sociedad. Durkein descubrió que las personas no nos comportamos de la misma manera en la intimidad que en sociedad. ¿Os suena lo de la doble moral?. Esto se refleja desde como vestimos hasta como hablamos.

Seguimos los patrones desarrollados por la multitud sin pararnos a pensar o valorar su racionalidad y la relación con nuestras necesidades e intereses. Mientras más personas asuman un determinado comportamiento o una creencia, habrá más probabilidades de que otras personas se apunten a lo que piensa la mayoría. El argumento de la mayoría se llama «argumento ad populum«. El término (Bandwagon) fue creado en 1848 durante la campaña electoral de Zacary Tailor, de ahí la expresión, «subirse al carro«. Cuando las personas son conscientes de que este tipo de comportamiento está en contradicción con su propio estilo de vida o no cumple sus expectativas, se bajan del carro. ¿A tantas personas, en realidad, le gustaban los pantalones de campana? Las modas se basan en este tipo de efecto. Es un efecto muy utilizado en las campañas de marketing y publicidad.

Numerosas campañas se centran en hacer ver que un determinado grupo de personas (target) disfruta con el producto que se quiere popularizar; sea este una idea, un objeto o un comportamiento, con el objetivo de aumentar la probabilidad de adhesión de otros. Por nuestra naturaleza social o gregaria, tenemos la tendencia a asumir como cierto y correcto lo que hace la mayoría. Si a esto le añadimos la «apatía social» que se produce cuando no queremos asumir nuestra responsabilidad, el resultado puede ser catastrófico como ocurre en el mundo de las sectas. El resultado es que dejamos a los demás elegir por nosotros.

Según Erich Fromm, el hombre teme estar solo durante mucho tiempo. Interpretar que todos nos dejamos llevar por el efecto Bandwagon es muy reduccionista. Hay que reconocer que la mayor parte de la información es sesgada o interesada. Lo mejor sería reflexionar para no caer en este fenómeno que ataca nuestros intereses individuales o nuestra opinión propia, basándonos en el razonamiento. Esta teoría explica en parte nuestras decisiones políticas y de consumo. ¿Si millones de chinos han hecho el confinamiento, será que funciona? Por qué al preguntar sobre pintura, mucha gente, que no entiende de arte, dice que Picasso es su pintor favorito? No será porque nos suena mucho en los medios de comunicación y estos dicen que es bueno? La eterna batalla entre conducta y procesos mentales perdura. Todavía no está claro que es causa y que es efecto, ya que los humanos podemos conocer cosas sin haberlas vivido.

Según esta teoría, todos tenemos cierta tendencia en votar al partido que supuestamente va a ganar y lo disfrezamos de voto útil. Este es el motivo por lo que las encuestas electorales y de opinión se manipulan tanto. En verdad, la mayoría de la gente no dice lo que piensa a las primeras de cambio, sino que actúa en función del interlocutor. Somos muy influenciables por la opinión de la sociedad, aunque algunas veces no lo reconocemos. Cuando escuchamos constantemente, que la derecha es mala y la izquierda es buena, provoca que los que son de izquierdas se vean más libres de expresar sus opiniones que los de derechas que tenderán a no hablar mucho para no ser tildados de fascistas (fachas) o de ultraderechistas. Algunos llegan a identificarse con la izquierda aunque no sepan diferenciar que define ambas ideologías. Cuando en un grupo alguien tiene una visión crítica respecto a la mayoría, muchos otros se ven con valor para no seguir al grupo y exponen sus propias opiniones.

Es tan sencillo subirse al caballo ganador como bajarse, por eso algunas modas son tan efímeras. Este efecto se combate reforzando nuestro propio criterio, basados en nuestros valores más beneficiosos.

Cuando tomamos una decisión, muchos pensamos en el típico, que dirán de mi. Esto sería la supuesta conciencia colectiva que se relaciona con la supervivencia de la especie. El pensamiento individual es muy reciente en la historia de la humanidad. Es como nuestro instinto de manada. La conciencia colectiva es cuestionable y variable. Es un fenómeno emotivo. Esto hace que estar a la moda nos haga sentirnos mejor, a costa de nuestra libertad individual. Hacer lo que hace la mayoría, nos aporta una identidad, para formar parte de algo. Somos gregarios por naturaleza. Los seres humanos tardamos mucho en ser independientes biológica y socialmente.

El grupo me protege, pero queremos tener nuestra parte personal o individual. Se produce una batalla entre lo colectivo y lo individual que puede causar enfermedades y traumas. Si sigues una opción vital que sigue mucha gente, no necesitas pensar mucho para buscar opciones alternativas. Los humanos buscamos la comodidad, minimizar los problemas de nuestra vida cotidiana, es decir, ser felices.

La antítesis de este efecto es el Underdog. Se produce cuando mucha gente se solidariza con el más débil y apuesta a priori, por el perdedor. Es un sentimiento muy humano, situarnos del lado del más débil, en muchas ocasiones desconociendo el tema tratado. Simpatizar con las causas perdidas. Es una estrategia que conocen y aplican muchas feministas, independentistas y partidos de izquierda.

El tercer sesgo más importante para mí es el sesgo de proyección (3). Es la tendencia del ser humano a presuponer que otras personas tienen los mismos gustos e ideas que nosotros. Se olvida, inconscientemente, que los demás tienen ideas diferentes o visiones sobre algunos temas, en algunos casos opuestos a los nuestros. Afecta sobre todo a temas emocionales. Para nuestro cerebro, ser rápido es más fácil que ser preciso. Como algo automático, nuestro cerebro compara las experiencias nuevas con experiencias pasadas o vividas para tomar decisiones.

Nuestros juicios sobre el mundo o sobre los demás no son objetivos o imparciales como queremos ver. Los seres humanos somos imperfectos a la hora de tomar decisiones. Los prejuicios están en nuestro subconsciente de manera casi imperceptible y afectan a nuestro razonamiento. El sesgo de proyección nos hace creer que «la mayoría de la gente piensa y razonan como nosotros y que están de acuerdo con nuestras ideas«. Por eso está relacionado con el sesgo de falso consenso.

En las entrevistas de trabajo, muchos entrevistadores favorecen a los candidatos en los que se ven reflejados y rechazan a muchos por cuestiones religiosas, raciales, de género, musicales o de estrato social. Esto puede llevar a muchos a un error que se conoce como «clonación de empleados«. » ¿Es el mejor candidato para el trabajo o el que le gusta más al entrevistador como persona? En ocasiones hay mujeres y hombres que favorecen a los suyos porque consideran que están discriminados. La mayoría de las generalizaciones proceden de este sesgo. ¿Quién no ha escuchado hablar de «todos los hombres son iguales?

La ilusión de grupo, ilusión de serie, falacia del jugador, de Montecarlo o apogenia. 4)  son un grupo de sesgos relacionados entre sí muy frecuentes.

La ilusión de grupo o de serie surge cuando las personas se encuentran en un grupo cohesivo, en el que se busca el consenso o la unanimidad, dejando de dar importancia a la valoración realista de las líneas de acción alternativas. Todos formamos parte de múltiples grupos cohesivos que nos condicionan a la hora de tomar nuestras propias decisiones. En ocasiones esto es difícil de evitar, ya que muchas decisiones son tomadas por pocas personas que tenemos por especialistas o expertos en la materia.

Consiste en que todos los miembros del grupo intentan adaptar su opinión a lo que cree que piensa el grupo en conjunto. Este fenómeno fue descubierto por los psicólogos Irvin Janis y D. Anzieu. Muchas religiones se basan en este tipo de pensamiento. Suele crear una falsa ilusión de unanimidad e impiden ver las alternativas a los problemas planteados en la vida real.

El deseo de mantener la lealtad al grupo es más importante que tomar la mejor decisión posible o individual. Muchas personas, para encajar en el grupo, prefieren callar por miedo a ser apartados o castigados. Es el paraguas perfecto de fenómenos como el mobbing o el buying.

Este tipo de pensamiento puede llevarnos a situaciones injustas como son el racismo, el machismo o lo homofobia. En muchas sociedades del pasado, la esclavitud no era vista como negativa porque la mayoría lo pensaba. No era justa, era socialmente aceptada. Muchas religiones se basan en este tipo de pensamiento. Intentando la armonía o el consenso se pueden llegar a comportamientos éticos y morales cuestionables o peligrosos.

La cultura, la familia, el trabajo, la escuela y hasta el entorno al que pertenecemos son grupos sociales. A partir de ellos se crea nuestra identidad y nuestra pertenencia al grupo.  Para que exista la ilusión de grupo, primero se debe crear la «polarización grupal«, que es una acentuación de la postura inicialmente dominante debido a una disparidad de criterio en el grupo. Es decir, que se impone un grupo sobre otros, ya sea por mayoría o poder, a través de la imposición. La ilusión grupal puede llevarnos a salir de la realidad porque crea una ilusión de invulnerabilidad, de uniformidad, se presiona a los disidentes, desaparece la autocensura y aparecen los guardianes de la mente. ¿Les suena el Ministerio de la Verdad de 1984 de Orson Wells?

Existen factores de corrección a este sesgo. En muchas empresas y gobiernos se suelen crear contrapoderes como los consejeros, los asesores o los inspectores generales. Una especie de “décimo hombre” o “abogado del Diablo” que cuestione las decisiones unánimes. Es una forma ingeniosa para no quedar señalado como el traidor. Se trata de estimular el pensamiento crítico. “Si todos pensamos igual, igual nadie está pensando”.

Una variante de este fenómeno es la Ilusión de serie o apogenia. Consiste en ver patrones o conexiones en dos o más sucesos aleatorios o en datos sin sentido. Este sesgo cognitivo fue descubierto en 1959 por el neurólogo y psiquiatra alemán Klaus Conrad. Los humanos estamos preparados para interpretar en conjunto hechos que parecen no estar relacionados. Esto sucede cuando suena el teléfono y pensamos que estamos pensando en esa persona. Creemos que el pensamiento lo provocó. No recordamos el número de veces que pensamos en alguien y no nos llamaron. Se suele pensar que la Luna llena altera a las personas. El problema es que se presta más atención cuando coincide que cuando no. Se dice que la apogenia está relacionada con la creatividad. Este tipo de ilusión ha dado pie a multitud de estudios en la psicología sin llegar a conclusiones claras. Es difícil escapar de este tipo de trampas evolutivas, ya que el ser humano tiene la tendencia natural a buscar patrones en la naturaleza para entender el mundo que le rodea. Por esta razón la apogenia se relaciona con la pareidolia. Muchos recordarán la famosa cara del hombre en la Luna o la cara de Jesucristo en una tostada.

La falacia del jugador apogenia se produce cuando pensamos que situaciones aleatorias individuales están determinadas por situaciones previas. Es un error argumentativo inconsciente que nos lleva a conclusiones erróneas. Es una falacia lógica que induce a pensar, erróneamente, que sucesos pasados afectan a los futuros en lo relativo a las actividades aleatorias. Nuestro razonamiento no siempre sigue una base lógica, aunque intentemos controlarlo. Se produce mucho en los juegos de azar, sobre todo en los casinos y las loterías. Una falacia es un argumento que puede ser válido, pero que no lo es en realidad. Se manifiesta cuando pensamos que saldrá un numero de la lotería porque hace tiempo que no sale. En el mundo real, si no se hacen trampas, la probabilidad de todos los números es la misma. Un mismo número puede repetirse dos veces seguidas. Este tipo de sesgo se produce mucho en los juegos de azar. Los dados o las monedas no tienen memoria.

Que un argumento sea considerado como falacia no implica que su hipótesis o supuestos, sean ni falsos ni verdaderos. Imaginar que al lanzar un dado sale un 5. La  mayoría de las personas suelen pensar que en otra tirada saldrá otro número diferente al 5, cuando la probabilidad es la misma. En las loterías pocas personas eligen números con cifras repetidas como el 55555. Del mismo modo muchos jugadores evitan comprar números que hayan sido agraciados recientemente. Se trata de falacias que nos afectan mucho más de los que pensamos de manera inconsciente. Tiende a fomentar la ludopatía. El canto del gallo no provoca la salida del Sol.

Otro de los sesgos importantes es el Sesgo de confirmación o Sesgo de disconformidad (5). Pensamos o solemos pensar que nuestras opiniones son racionales, lógicas y objetivas, cuando en realidad nuestras ideas se basan principalmente en que prestamos atención de forma selectiva a la información que verdaderamente define nuestras ideas, a la vez que ignoramos inconscientemente parte de la información que no comulga con las nuestras. Vemos lo que queremos ver y oímos lo que queremos oír. Este fenómeno se comenzó a estudiar en la década de los sesenta por el psicólogo cognitivo Peter Watson. De manera natural, tenemos tendencia a buscar información en función de nuestras creencias previas. Valoramos más positivamente los hechos que confirman nuestras opiniones. Esto nos evita entrar en contradicción con nosotros mismos. Este problema nos impide ver las cosas de manera objetiva.

Con frecuencia nos lleva a tomar elecciones erróneas. ¿Quiénes son más inteligentes, los niños que toman leche materna o los que toman leche artificial? Si asumimos este argumento, cuando nos encontremos con personas inteligentes y veamos que han tomado leche materna, pensaremos que es por esa causa e ignoraremos a otros inteligentes que tomaban leche artificial. Esto ocurre en todos los niveles, la prensa que leemos, la televisión que vemos, las personas con las que nos relacionamos, etc. Esto influye en la forma en que recordamos e interpretamos la información. Este es el motivo por el que mucha gente, ante la misma información, no interpreta lo mismo. La información se interpreta de manera que encaje en nuestras ideas previas y se recordaran más las que estén de acuerdo con nuestras propias ideas mediante un «pensamiento selectivo«. Este fenómeno afecta a nuestros recuerdos. Tendemos a recordar los datos del pasado que más nos convienen, los que nos reafirman positivamente en el presente. Este es el motivo por el que dos personas no recuerdan igual un mismo acontecimiento. Los recuerdos son muy subjetivos. Nos parecerán más inteligentes las personas que tienen las mismas creencias que nosotros, con más moral y más íntegros que los demás. Si somos de izquierda, juzgaremos de forma más permisiva a los políticos de izquierda que a los de derechas y viceversa.

Los sesgos de confirmación tienen muchos peligros. El primero es la falta de criterio. Nos impulsara a escuchar o ver solo aquello que nos diga que tenemos razón. Los datos que contradicen nuestras ideas los daremos por falsos o erróneos o le restaremos importancia, nos mostraremos escépticos y hasta los consideraremos parciales. Esto ocurre porque nos cuesta salir de nuestra «zona de confort», es decir, que en general no nos gustan los cambios. Este fenómeno nos hace buscar información de forma sesgada. Nos convencemos de que somos «objetivos«, pero continuamos buscando información en los medios que son afines a nuestras creencias. Entramos en un círculo vicioso en el que tratamos de encontrar aquello que ya pensábamos. Esto nos lleva a tener una visión polarizada o sesgada de los problemas, y de las posibles soluciones. Este aspecto se hace muy evidente en política y en religión.

Ante la crisis del coronavirus, este fenómeno se ha utilizado mucho para crear estados de opinión afines o contrarios. Este sesgo nos predispone al «prejuicio» que consiste en tener un juicio previo antes de conocer algo de primera mano sobre etnias o sociedades enteras. ¿Quiénes conducen mejor, los hombres o las mujeres? Ante mucha información, los seres humanos reaccionamos de forma emocional y no racional.

Se trata de uno de los sesgos más peligrosos, ya que nos lleva a percibir las cosas de una manera manipulada y equivocada al dar una subjetividad a los acontecimientos que está basada únicamente en nuestras percepciones. Aquí podemos encuadrar las “fake news”. A todos nos influye el sesgo de confirmación de una manera u otra. Es muy difícil eludir esta tendencia natural. Una manera de contrarrestarla es reconocer los medios partidistas de inicio y así buscar información en medios de diferentes tendencias ideológicas sobre el mismo asunto. El inconveniente es que esto cuesta esfuerzo, y poca gente lo hace, ya que implica tiempo y cuestionar nuestro propio conocimiento.

Cuando reconocemos la influencia de los SC en los demás y creemos que a nosotros no nos influyen, estamos cayendo en un «punto ciego«. No somos tan imparciales como creemos. Una sociedad más educada o con más cultura es una sociedad más feliz y más difícil de manipular. Solo cuando las personas cuestionamos nuestras propias creencias, nos podemos permitir ser objetivos. Como decía Charles Darwin, la ignorancia engendra más confianza que el conocimiento. En general, la mayoría de la gente cree que es más inteligente y más guapa (hermoso) que la media.  Es evidente que esto no puede ser. Nos cuesta detectar nuestros errores, pero los vemos rápido en los demás.

 

Por Alcides Pimentel Paulino

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