Cuando recibimos la infausta noticia de que Alan García, expresidente de Perú, se había suicidado el pasado 17 de abril para evitar ser apresado por supuestos actos de corrupción en el caso Odebrecht nos llegaban diversas ideas a la cabeza sobre la maldita corrupción. Viendo el terremoto que sacudió toda América, iniciando por Brasil con la destitución de Dilma y el apresamiento de Lula; escándalos en Perú con varios expresidentes, funcionarios y políticos fugitivos, presos o muertos; Colombia con testigos muertos y políticos implicados; lo propio en Ecuador, República Dominicana, Venezuela, Argentina,Chile, Panamá y en toda América Latina.
Hasta hace unos años, el tema de la corrupción no salía como una preocupación de los ciudadanos en las mediciones científicas que se realizaban. Uno no entendía el porqué, si a mayor nivel de corrupción cada día las instituciones son más débiles y, por ende, eso afecta el desarrollo normal de las sociedades. No podíamos entender cómo la gente con más necesidad volvía y votaba por corruptos que, de manera inmisericorde les habían fallado una y otra vez, previo a volver a presentarse, y mientras más necesidad tenían los electores más les votaban.
Luego entendí que eso iba muy profundamente vinculado a la estructura social y ha cómo funcionan las mayorías de nuestras democracias en proceso de maduración. La dependencia, el asistencialismo y la enorme debilidad institucional, sumada a una deuda social acumulada de décadas da como resultado una tierra fértil para los desaprensivos. En octubre del año 2015, durante las asambleas del FMI y el Banco Mundial realizadas en Lima, Perú, el presidente de esta última entidad, Jim Yong Kim, lo dijo de esta manera: “La corrupción en los gobiernos le roba oportunidades a los pobres”. América Latina es la región más desigual del planeta y aunque la pobreza se ha reducido, las brechas se han seguido profundizando y una de las razones por las cuales el crecimiento no necesariamente se refleja en una disminución de las brechas existentes es precisamente por la corrupción y los políticos de “relleno”.
Estos políticos de “relleno” es una forma que he buscado de identificar personas que no tienen capacidad alguna de entender su rol, ni independencia de criterio y que solo van a seguir directrices a la política, personas que sí son congresistas no proponen un proyecto de ley, aprueban sin leer, y son incapaces de representar, fiscalizar y legislar para hacer mejores nuestras naciones. Al final, la corrupción nos roba a todos, tanto a los ciudadanos como a los corruptos. A ellos, su paz, su legado, su familia, y a nosotros nos roba igualdad, hospitales, carreteras, empleo, medicinas.. nos roba paz social, la democracia y debilita las instituciones. No permite que los países tengan el nivel de desarrollo social que deberían tener. La corrupción va alimentando, como un cordón umbilical, otros problemas sociales como la migración desbordada, delincuencia, narcotráfico, embarazo en adolescentes, consumo de drogas entre otros.
Actualmente la gente está más empoderada y pendiente, pero la presión social debe continuar hasta que los políticos “relleno” entiendan que todo cambió y que no podemos seguir viviendo bajo esquemas de impunidad y desigualdad por culpa de unos cuantos ambiciosos desmedidos; o jugamos todos o se acaba el juego.
Autor: Elvin Castillo