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25 de abril 2024
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OpiniónGregory Castellanos RuanoGregory Castellanos Ruano

Los muertos y los lesionados de la democracia cepepeísta

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«Para mí, los asesinos han sido inventados por los papás para meterles miedo a los muchachos que quieren andar fuera de casa por la noche.«

(Pinocho, en: Las aventuras de Pinocho. Historia de un muñeco, capítulo XIV, de Carlo Collodi, pseudónimo de Carlo Lorenzini)

La observación del verismo atroz del drama social creado a raíz de la vigencia del Código Procesal Penal (CPP) sigue permitiendo apreciar que dicho drama social, con sus contingencias y celadas, no pertenece a la ficción, que no se trata de «simple percepción« (¿?).  Las tragedias de asesinatos, de lesiones permanentes, de heridas y de contusiones que se han edificado sobre la base de los robos y de los asaltos sobrepasan lo episódico.  La diferencia entre el antes y el después de dicho Código Procesal Penal (CPP) la impone algo que con este de manera manifiestamente notoria se perdió en la vida social dominicana: la seguridad ciudadana.  Son muchísimas las vidas que el Estatuto de Libertad  -favorecedor de la libertad de los asesinos y de los ladrones-  ha enviado al frío sepulcro y que no serán de nuevo bañadas con los rayos del Sol.

Bajo el sistema o modelo procesal penal cepepeísta sólo se conocen los casos sobre los cuales se centra la información de los medios de comunicación; fuera de esos casos está el torrente inmenso de casos desamparados, es decir, de casos para los cuales literalmente no existe Justicia. La Justicia que camina sobre los rieles de la normativa cepepeísta es, pues, una Justicia «Light«, una Justicia de mampara, una Justicia para la cual literalmente no existe la inmensa mayor parte de los casos, esto es, no existe el noventa y nueve por ciento (99%) de los casos.

Por ser de raíz Abolicionista Penal el Código Procesal Penal (CPP) es la pura expresión del Cuasi-Abolicionismo Penal  que se ha pretendido vender orlado de disimulos rubricados de formalismos de manufactura supuestamente «democrática« (¡¿?!).  Dicho Código Procesal Penal (CPP)  es una expresión neta de cómo la mentira puede rodear y rodea los muros de las mentes de aquéllos a quienes va dirigida la propaganda enaltecedora del mismo.

¿Qué sistema democrático es este en el que la regulación procesal penal contribuye: a) a proteger al delincuente; b) a desproteger a la sociedad; y c) a desproteger a las víctimas? ¿Es eso democracia o, por el contrario, `una dictadura de la delincuencia`? Una regulación procesal penal que contribuye a: a) a proteger al delincuente; b) a desproteger a la sociedad; y c) a desproteger a las víctimas: es el soporte legal de lo que a través de dicha legislación fue entronizada: la `dictadura de la delincuencia`.

Algunos o muchos cabezas cuadradas pueden auto creerse: 1.- que esa regulación procesal penal persigue «fines eximios, fines excelsos« (¿?); 2.- que son «sabedores« (¿?) o «conocedores« (¿?) de un «alto conocimiento jurídico« (¿?); 3.- ser «los portadores de la verdad« (¿?); 4.- que «esa verdad« (¿?) «cayó directamente desde el cielo en su cerebro«; y 5.- todo lo que a ellos se les antoje auto creerse: y lo cierto es que tan sólo nadan en aguas equivocadas y que, por ende, éllos están igualmente equivocados sobre dichos cinco aspectos puntuales.

Una normativa con un significado irracional como el de esos tres (3) aspectos de contribuir a: a) a proteger al delincuente; b) a desproteger a la sociedad; y c) a desproteger a las víctimas: bajo el pretexto de aplicar la ley resulta frontalmente contraria a la sociedad y al ser frontalmente contraria a la sociedad es injusta y al ser injusta también es frontalmente un desdecir de la democracia.

Duro y agrio de decir, pero  es totalmente cierto que con el Código Procesal Penal (CPP) lo que se ha escrito es una historia de violencia.

En el tiempo que el Código Procesal Penal (CPP) ha estado vigente (vale decir, el período que va desde el veintisiete (27) de Septiembre del dos mil cuatro (2004) a la presente fecha  de la publicación del presente tema): se han producido más muertos por robos que en todo el tiempo o sumatoria que va desde la declaración de la Independencia de la República Dominicana, el veintisiete (27) de Febrero de mil ochocientos cuarenta y cuatro (1844), hasta el veintiséis (26) de Septiembre del dos mil cuatro (2004); se han producido más lesionados permanentes por robos que en todo el tiempo o sumatoria que va desde la declaración de la Independencia de la República Dominicana, el veintisiete (27) de Febrero de mil ochocientos cuarenta y cuatro (1844), hasta el veintiséis (26) de Septiembre del dos mil cuatro (2004); se han producido más heridos por robos que en todo el tiempo o sumatoria que va desde la declaración de la Independencia de la República Dominicana, el veintisiete (27) de Febrero de mil ochocientos cuarenta y cuatro (1844), hasta el veintiséis (26) de Septiembre del dos mil cuatro (2004); se han producido más contusos (= golpeados) por robos que en todo el tiempo o sumatoria que va desde la declaración de la Independencia de la República Dominicana, el veintisiete (27) de Febrero de mil ochocientos cuarenta y cuatro (1844),  hasta el veintiséis (26) de Septiembre del dos mil cuatro (2004).

Y voy más lejos aún: en ese período de catorce (14) años y algunos meses que han corrido se han producido más robos, más asesinatos, más lesionados permanentes, más heridos y más contusos que en todo el período que va desde que los españoles pisaron el suelo de esta isla en mil cuatrocientos noventa y dos (1492) hasta el presente momento.

En la democracia que existía con el modelo procesal penal del Código de Procedimiento Criminal no existía la inseguridad que se entronizó en la República Dominicana a partir del veintisiete (27) de Septiembre del dos mil cuatro (2004).  A partir de dicho veintisiete (27) de Septiembre del dos mil cuatro (2004) la democracia dominicana empezó a usar el modelo procesal penal cepepeísta y desde entonces la seguridad de los ciudadanos dominicanos no delincuentes se ha vaporizado: la democracia dominicana pasó a exhibir una dimensión tenebrosa.   La democracia dominicana pasó a ser una `Pseudo Democracia`, pasó a ser una `Democracia de papel` para los ciudadanos dominicanos no delincuentes ya que sus derechos les son tronchados tanto por los delincuentes como por las autoridades estatales que, lejos de proteger a los ciudadanos no delincuentes y a la sociedad, lo que hacen es proteger a los delincuentes; dicho en otros términos: dicha `Pseudo Democracia` o `Democracia de papel` es, en realidad, `La dictadura de la delincuencia`, eso y no otra cosa es lo que se ha entronizado en la República Dominicana desde el veintisiete (27) de Septiembre del dos mil cuatro (2004).

Lo que hemos visto desde entonces son muchísimas, millares de vidas tronchadas tanto por homicidios y asesinatos como por lesiones permanentes originados en robos.  Lo que vemos desde entonces es un degolladero, un verdadero degolladero: hemos estado viendo  incesantemente el rodar de cabezas mochadas por la delincuencia.  El matadero de personas se perfeccionó a través de la «democracia cepepeísta«  instaurada desde la referida fecha.  Los matados, los lesionados permanentes, los heridos y los contusos por robos crecieron tanto como el miedo que genera el ver el crecimiento de dichas cifras de afectados.  Los matados, los lesionados permanentes, los heridos y los contusos por robos producidos desde el veintisiete (27) de Septiembre del dos mil cuatro (2004) condensan con su saga el drama de millones de dominicanos afectados por la inseguridad y el consiguiente vivir sumergidos en el miedo.

Esos matados, esos lesionados permanentes, esos heridos y esos contusos por robos fueron «llevados al vórtice de la democracia« (¿?), pero los que sobreviven en la angustia también «están en el vórtice de la democracia« (¿?).

La crónica de la guerra civil no declarada que se produjo desde dicho veintisiete (27) de Septiembre del dos mil cuatro (2004) es la crónica de los muertos de la democracia dominicana desde que esta se arropó con el manto del cepepeísmo: ¡Con ese sudario «divino«! (¿?) Con él se disparó la parca al encuentro masivo de dominicanos víctimas de la delincuencia, millares y millares de dominicanos con sus proyectos de vida aniquilados y cuando menos desastrados.  Ese es el  muestrario: un escenario lleno de cadáveres, un escenario que se agranda y se agranda: el fenómeno sociológico «cepepeísmo« ha sido una verdadera bola de nieve de robos, de muertos, de lesionados permanentes, de heridos y de contusos.

Los aires libertarios a favor de los delincuentes trajeron a éstos con una crueldad espeluznante, exhibiendo una exacerbada conducta salvaje capaz de las peores ruindades, permitiendo así al pueblo dominicano conocer de cerca cómo es la torva faz de la destrucción, de la vesania, del odio, de la sinrazón que es la guerra civil no declarada que llevan a cabo los delincuentes; tal es la batalla sin cuartel que éstos libran contra los ciudadanos dominicanos no delincuentes y contra la sociedad.

En esta Era del Código Procesal Penal (CPP), que es una difícil y tenebrosa etapa de la historia nacional, en tan sólo catorce (14) años dicha normativa ha dejado una estela de muertos y de sangre de dimensiones colosales. ¿Cómo resultado de una revolución?: ¡Sí, de la revolución cepepeísta: esa misma de la que se ufanan tantos cabezas cuadradas alienados y sin el más mínimo sentido crítico que les permita apreciar las cosas como son y que, por tanto, están condenados a vivir con sus mentes sumergidas en esa alienación!

Con el Código Procesal Penal (CPP) la democracia dominicana se puso el atuendo del luto, el atuendo de la aflicción, para expresar la acogida de la sangre de la revolución que habría de transformarla de una democracia a una pseudo-democracia en la que se aplaude la normativa que permite todo ese luto del mismo modo que en el coliseo romano se aplaudía a los que en sus arenas ejercían el «ius gladii« o derecho de matar.

Su vigencia con su permisión de los delincuentes en las calles ha permitido que el azar, cual literal ruleta rusa, siga exhibiendo sus cosechas de robos, de muertos, de lesionados permanentes, de heridos, de contusos y demás espantos; su vigencia ha envuelto en penumbras y pesares a millares de familias dominicanas; su vigencia ha llevado a socializar el dolor; su vigencia ha llevado a que la sociedad conozca el hondo martirio; su vigencia ha colocado a la sociedad bajo asedio.  En fin, la matanza en cuestión ha dejado caer una terrible losa sobre la sociedad dominicana. Todo un método eficiente de `Malthusianismo jurídico` que ha permitido hacer rodar tantas  cabezas, que ha permitido el crecimiento del número de las tumbas en los cementerios.

Unos catorce (14) años convulsionados nos deparó esta guerra civil no declarada y ya van tres meses más y no se ven en el horizonte los más mínimos atisbos de preocupación al respecto por parte de las autoridades legislativas, para ayudar a contener el lagrimar social provocado por el derramamiento de sangre y las pérdidas económicas, las cuales autoridades legislativas que nos gastamos lo más que hicieron en el año dos mil quince (2015) fue la Ley No. 10-2015, es decir, `un amaraco` y «un pelliquito y mandarse a huir«, como dice cierto conocido tema musical dominicano. En otros términos: lo que los legisladores nuestros hicieron fue re-decorar las tumbas, redecorar los cementerios: tal es el significado de  los remiendos introducidos a los efectos devastadores del Código Procesal Penal (CPP), el cual terminó convirtiendo a la República Dominicana en una `Republiqueta cepepeísta` con toda una literal pseudo democracia hegemonizada por la delincuencia suelta en las calles. «Estos hechos son la obviedad de lo obvioso«, solía escribir el profesor de Historia chileno Carlos Fredes.

Los muertos (tanto los por robos comunes como los por causa política) de la larga dictadura de treinta y un (31) años de Rafael Leónidas Trujillo Molina son tres (3) gatos, literalmente  tres (3) gatos insignificantísimos (por eso se pueden contar con los dedos de la mano) al lado de la cifra de muertos por robos que va desde el veintisiete (27) de Septiembre del dos mil cuatro (2004) a la presente fecha, cifra que cada día aumenta  `La Dictadura de la Delincuencia` establecida a través del manto legal del Código Procesal Penal (CPP).

Esos muertos, que son los muertos de la democracia, «no cuentan« (¿?)« «ni se cuentan« (¿?) o pretenden no contarlos los `Cepepeístas Genocidas-Benefactores Trágicos` que se dedican, unos a servir de propagandistas de las supuestas «bondades« (¿?) de la Doctrina Abolicionista Penal instrumentalizadora del Garantismo, y otros a ser simples alienados repetidores papagayescos de lo que les dicen los primeros.

Con la instrumentalización que el Abolicionismo Penal hace de las ultragarantías del cepepeísmo el producto que se genera es violencia elevada a categoría de mandato de «liberación« (¿?).  La«liberación« (¿?) del «Humanismo« (¿?) cepepeísta lo es de un  humanismo que terminó en la deshumanización de las víctimas, en la deshumanización de los ciudadanos no delincuentes y en la deshumanización de la sociedad: para ese «Humanismo« (¿?) cepepeísta las víctimas, los ciudadanos no delincuentes y la sociedad no cuentan, pues las víctimas, los ciudadanos no delincuentes y la sociedad tan sólo son «meras cosas«: el humano es el delincuente, los humanos son los delincuentes. Al ser los delincuentes los únicos humanos    –y humanos amenazados de ser «violentados« (¿?), amenazados de ser «victimizados« (¿?) por las normas del Derecho Penal Material-   el interés de los delincuentes es «un interés superior« (¿?) al interés de las víctimas, es «un interés superior« (¿?) al interés de los ciudadanos no delincuentes y es «un interés superior« (¿?) al interés de la sociedad.

Esa «liberación« (¿?) del «Humanismo« (¿?) cepepeísta `se traduce en que los jueces con el Código Procesal Penal (CPP) lo que están es administrando violencia contra las víctimas, contra los ciudadanos no delincuentes y contra la sociedad` al favorecer el «interés superior« (¿?) de los delincuentes.  De ahí los tantos muertos, los tantos lesionados permanentes, los tantos heridos y los tantos contusos aparejados a los robos y el continuo incremento de los mismos.  No hay la más mínima duda: el país ya no camina aceleradamente, vertiginosamente, hacia la desintegración social y el caos: el país está dentro de la desintegración social y el caos.  Y los oficiantes de defensores de dicho régimen procesal penal con su lenguaje de vinagre. Y «se habla« de «resolver el problema de la delincuencia« (hasta por los farsantes de la mal llamada «Participación Ciudadana«    -que no son otra cosa más que literales agentes extranjeros, a la luz del Párrafo que le agregó la Ley No. 1384 de 1947 al Artículo 292 del Código Penal, y que nunca han sido, no son ni serán ni «Participación« ni «Ciudadana«- y de la igualmente mal llamada Fundación Institucionalidad y Justicia (FINJUS)), pero nadie habla de poner el dedo en la llaga: de cambiar el modelo procesal penal cepepeísta. Mientras eso no se toque, mientras eso siga vigente el mismo panorama macabro lo seguiremos viendo ascender con su larga cola de muertos, de lesionados permanentes, de heridos y de contusos por robos.

Esos sujetos de la mal llamada «Participación Ciudadana« y de la igualmente mal llamada «Fundación Institucionalidad y Justicia (FINJUS)« `son parte del problema`, por lo que éllos jamás en la vida podrían aportar algo que contribuya a solucionar la hegemonía de la delincuencia en la sociedad dominicana: esos sujetos, al ser partidarios de la Doctrina del cepepeísmo, son partidarios de esa hegemonía de la delincuencia porque esta logró y logra ese predominio sobre la base de ese cuerpo teórico justificativo de dicha hegemonía delincuencial.

La `Dictadura de la Delincuencia` que se instaló en la República Dominicana a partir del veintisiete (27) de Septiembre del dos mil cuatro (2004) contribuyó a hacer de la Democracia dominicana toda una verdadera Pseudo Democracia.

Y se procura instalar y se instalan más destacamentos de la Policía Nacional (PN) y más oficinas del Ministerio Público (MP) y más cámaras: ¿Y qué? Si, sin embargo, el número de la delincuencia se incrementa cada vez más y más, a pesar de los más destacamentos de la Policía Nacional (PN), a pesar de las más oficinas del Ministerio Público (MP) y a pesar de las más cámaras…   Ese incremento de destacamentos de la Policía Nacional (PN) y de oficinas del Ministerio Público (MP) y de cámaras y la simultaneidad del incremento de la delincuencia indica claramente que hasta tanto no se salga del Código Procesal Penal (CPP) el panorama tenebroso seguirá incrementándose y afianzándose…

Con el Código Procesal Penal (CPP) la mentira rodeó los muros de la sociedad nacional, se le dio credibilidad a la ficción contenida en dicho código y los dogmas rígidos de esa ficción se ejecutaron fielmente y, ante tantos robos y ante tanta sangre derramada gracias a la ejecución de esos dogmas de esa ficción, la sociedad nacional prácticamente parafrasea a Alberto Baeza Flores: «…rodeados de tanta muerte, que nos salpicaba, allí y acá…era el inventario al borde de los abismos del infierno.«

Por Lic. Gregory Castellanos Ruano

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