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24 de abril 2024
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OpiniónRolando RoblesRolando Robles

Los discursos del Presidente Trump

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Para un político tan asimétrico como el presidente actual de Estados Unidos, hablar coherentemente y de frente al mundo, pudiera resultar una tarea muy difícil, imposible para ciertos “líderes” dominicanos. Claro, ello solo tendría validez, bajo el obtuso razonamiento de sus opositores, de aquí y de allá.

Pero la historia no se escribe para los testigos contemporáneos sino, para las generaciones por venir. Por eso es importante que se describan los hechos actuales con la mayor objetividad. Porque a pesar de que están a la vista de todos; los detractores de la verdad, los que aún no comprenden las razones por las que él ganó, hacen tenaces e ingentes esfuerzos por distorsionar la realidad que todos estamos viviendo.

La cruzada contra Trump comenzó antes de que ganara, cuando ya sabían -especialmente Bill Clinton y Barack Obama- que todo estaba consumado. Pero como la esperanza es lo último que se pierde, siguieron alimentando la ignorancia, con la intención de que la confusión hiciera el milagro de torcer el voto nacional.

Y casi lo logran, pues a pesar de que la “dama de la guadaña” perdió mas de un millón de votos demócratas por sus bellaquerías contra Barney Sander, superó con casi tres millones a Donald Trump; según datos oficiales de la Federal Election Commission. Pero la verdad es que para ganar, se necesitan 260 votos electorales y ella solo consiguió 232.

El caso es que el Presidente se ha dirigido a la nación y el mundo en tres circunstancias muy diferentes. En enero 20 de 2017 en su juramentación, pronunció un discurso clásico, con los elementos tradicionales cuando hay cambio de partido: a) intento de unificar la nación, b) agradecimiento al presidente saliente por su cortesía, pero poniendo distancia de sus ejecutorias, c) recalcar sus promesas electorales y d) insuflar un poco de optimismo en los americanos.

En general, Donald Trump, en tan solo 18 minutos, dijo lo que tenía que decir. Lo que querían oír sus votantes: “somos diferentes, amamos a Estados Unidos, doblegaremos a nuestros enemigos, volveremos a florecer”; en fin, “América volverá a ser grande de nuevo”. Fue una pieza oratoria para deslindar campos y marcar su territorio, como hacen los grandes felinos.

Su segunda aparición fue en un escenario mayor, la Asamblea General de las Naciones Unidas en septiembre 19 de 2017. Aquí su oratoria resultó  patriótica, pero no sesgada; América estaba renunciando a su viejo papel de “gendarme del mundo”. Por eso llamó una y otra vez a los líderes mundiales a “imitar” a Estados Unidos, defendiendo sus respectivos países y promoviendo las alianzas sobre bases igualitarias, no paternalistas.

Desde ese cónclave, el presidente Trump estableció la carta de ruta que ha de normar sus relaciones con los otros países. Y definió en unos pocos y cruciales puntos, el giro que habrá de dar el coloso del Norte, USA, en su trato con el resto del mundo;

  • No agrediremos a nadie, pero nos defenderemos hasta el límite
  • No estamos exportando nuestro sistema, pero lo mostramos al mundo para comparación
  • Privilegiaremos las iniciativas colectivas y las mejores causas humanas
  • Somos cristianos, pero respaldamos la diversidad religiosa
  • Los gobiernos extremistas de izquierda o derecha y los terroristas islámicos son nuestros enemigos
  • La defensa del mundo es responsabilidad de todas las naciones
  • Buscamos aliados para ser amigos, no enemigos para conquistarlos
  • Si no hay beneficios, no haremos tratos comerciales con ningún país
  • Los nuevos problemas del mundo demandan la unidad de todas las naciones y estamos dispuestos a participar
  • Estados Unidos está listo, dispuesto y capaz

En su momento, ese primer discurso del presidente Trump en la ONU, un discurso eminentemente patriótico, fue considerado como trascendental y una señal clara de que sus opositores tendrán que emplearse a fondo para detener su reelección.

Su tercera disertación pública como presidente, desbordó las expectativas, tanto de sus seguidores como de sus oponentes. Donald Trump esta vez nos brindó una pieza tradicionalista, pero de alto contenido político, porque

aprovechó la presencia de la clase gobernante en un Congreso ampliado, para dejar sentadas las bases de la nueva política diplomática de América, la doctrina del “Tío Sam”, aunque no la llamó por su nombre.

Si los impuestos han sido la llave para el avance y desarrollo interno, también han de servir para normar las relaciones con los demás países del planeta. Aumentarlos o reducirlos a conveniencia y de acuerdo con las circunstancias imperantes, podría generar elementos de presión sobre las grandes empresas, especialmente las americanas que hoy producen en el exterior para venderle a los propios americanos.

Esto luce un tanto sinuoso, porque pareciera como si los impuestos fueran un tema de carácter exclusivamente doméstico; pero realmente no es así. Si Estados Unidos es el mercado de consumo mas apetecido del mundo, hay razones para creer -por lo menos en varias décadas- que la capacidad de compra de los americanos, debe ser la preocupación de todo productor, especialmente China, su principal suplidor y a la vez su mayor competidor.

En ese discurso, que duró cuatro veces el tiempo regular -debido a los casi cien aplausos ofrecidos, insinuados y demandados- el presidente Donald Trump esbozó lo que sería el resto de su primer mandato; y lo hizo con señalamientos puntuales: generar millones de nuevos empleos, reducir el desempleo entre las minorías, rebajar los impuestos a las familias y empresas grandes y pequeñas, así como controlar los precios de las medicinas recetadas.

También anunció su novedoso proyecto para enfrentar la inmigración, al tiempo que establecía claras diferencias entre “enemigos” como Rusia o China y “enemigos” como Corea del Norte, a la que ha llegado hasta a amenazar, si persiste en su plan de confrontación.

Si hay que evaluar los discursos del presidente Trump, debe establecerse  que el primero (en la juramentación) fue tradicionalista, el segundo (en la ONU) bastante patriótico y el tercero (en su aniversario) una joya de malabarismo político.

De cualquier manera, Donald Trump no será el dechado de virtudes a que aspiramos, pero es seguro que intentará ajustar la brújula económica y moral de esta nación.

¡Vivimos, seguiremos disparando!

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