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19 de abril 2024
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OpiniónManuel Hernández VilletaManuel Hernández Villeta

Los Buhoneros

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Los buhoneros y la basura son de las cargas más pesadas que por siempre han tenido que soportar los ayuntamientos. Muy en especial el del Distrito Nacional, que es el corazón político y económico del país.

Los buhoneros pertenecientes  al fango social, son punta de lanza en campañas política para obtener votos a bajo precio, o adherencias por ofertas de soluciones inmediatas. Todos los síndicos han permitido la libre acción  de los buhoneros y cuando se convierten en un problema social, quieren retirarlos de la vía pública.

Pero los buhoneros son un germen difícil de digerir. Ensucian la ciudad, ponen en peligro la salud de los que adquieren alimentos, obstruyen las aceras y ennegrecen todo lo que tocan.

Si en un momento fueron permitidos para obtener beneficios partidistas, con el tiempo son también una pared que hay que derribar a un costo político y social. A Peña Gómez, José Francisco, los buhoneros de la avenida Duarte le tumbaron el pulso, y los de la Feria, el Centro de los Héroes, salieron del frente de las oficinas públicas a ocupar casillas en un solar de la avenida  independencia.

A los de la Duarte se les construyeron modernos escaparates, pero ellos siguieron nadando en un muladar, los de la Feria, tomaron las mesas, unos las vendieron y los otros retornaron a sus esquinas estratégicas. Rafael Corporán de los Santos   construyó una moderna plaza, y todos a una voz se negaron a ocuparla, prefiriendo las calles.

Respaldamos la posición del síndico del Distrito Nacional de retirar a los buhoneros de esquinas de gran movimiento. Sin embargo, esa acción, antes de ejecutarse tiene que tomar en cuenta que la tolerancia llevó a esos vendedores callejeros a salir a las calles y ahora hay que darles alternativa de subsistencia. (No olvido la basura, será tema de otro artículo).

Estamos en el cuento de nunca acabar. Se permiten los buhoneros, se retiran, y luego vuelven a su antiguo sitio de ventas. El síndico emprendedor debe actuar con cautela, buscar soluciones que permitan subsistir a los vendedores de chucherías, al tiempo que se rescata la sociedad. No acepto que se maltrate a un hombre de trabajo que se le permitió operar en irregularidad, hay que abrirles puertas para que pueda sobrevivir. Las calles son de  todos y deben estar al servicio de la comunidad, por dramático y dolorosa que sea mantenerlas limpias. ¡Ay!, se me acabó la tinta.

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