Hay una canción que se hizo muy popular y cada vez que se celebra el Día del padre, las emisoras la incluyen en su programación del día, esta pieza musical es conocida como “Viejo Mi Querido Viejo”. Hago referencia a esta hermosa canción porque por ahí hay muchos envejecientes pululando, que tienen las tristezas largas que andan para arriba y para abajo sin esperanza y sin que nadie le brinde una Migaja de Pan.
Pienso que las entidades que están llamadas a velar por el cuidado de los ancianos en nuestro país, deben poner más atención a esos envejecientes que se encuentran caminando cansados en calles de nuestros sectores, durmiendo en cartones en parques, en puentes peatonales y debajo de puentes de nuestras avenidas.
Lo más desgarrador del caso es que esos envejecientes son abusados frecuentemente por esos muchachos que se encuentran en la misma condición de ellos, donde muchos tienen vicios de estupefacientes, cuya única diferencia es la juventud, pero son viejos en su interior y lleno de traumas, en perjuicio en la misma sociedad en que vivimos.
La Ley 352-98 sobre protección de las personas envejecientes, explica bien claro el derecho a la igualdad y la no discriminación de los ancianos, el derecho a la vida por parte del Estado Dominicano y a una muerte digna.
El artículo 13 de esa misma Ley 352-98 sostiene que todos “envejecientes indigentes, desamparados, discapacitados, que se encuentren en situación económica que no le permita su subsistencia, tienen derecho a recibir una pensión alimentaria de manera que le garanticen una vida digna y segura”.
Pero observando el panorama de lo que se vive con ese segmento de la población tan vulnerable, debo decirles queridos lectores que no sé qué está haciendo el CONAPE con la aplicación de la Ley 352-98, ni mucho menos las ONGs que reciben tanto dinero del Estado, porque no vemos el trabajo que hacen a favor de los ancianos.