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19 de abril 2024
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OpiniónRolando FernándezRolando Fernández

Con llantos, lamentos y condenas solamente, ¡nada se va a lograr!

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Durante las últimas semanas, la sociedad dominicana ha venido siendo estremecida por los horrendos crímenes que se han estado registrando en el país, teniendo como víctimas en su mayoría, a mujeres menores de edad, jóvenes, y adolescentes, evidentemente faltas de las orientaciones paternas debidas, que dan riendas sueltas a sus deseos pasionales y carnales, cuando apenas saben mal asearse.

Y, todos, con sus excepciones, a manos de los llamados novios de ahora, maridos sin obligaciones caseras, que utilizan los moteles como “sofás” de encuentros amorosos. También están envueltos en la deleznable práctica, otros hombres que han mantenido una relación de pareja más en firme, y que por alguna razón se ha roto, procurando los victimarios de nuevo retornar, sin lograr su propósito, por lo que, en un arranque de violencia irracional ante la negativa de nueva aceptación, se han inclinado por uno de los denominados feminicidios. ¡Les quitan las vidas a aquellas no obtemperan!

Las matan, creyendo que con eso “se acaba el perro y la rabia”, como reza un dicho popular, lo cual no se corresponde con la verdad, aunque también los matadores por lo regular se suicidan después de segarles la existencia a las féminas de que se trate.

Es obvio que, desaparece la pareja de inconscientes, pero el mal no se acaba; los asesinatos van a continuar, debido a que las causas prosiguen intactas; no se trabaja con esas en realidad; los motivos aguijoneantes que están llevando a incurrir en acciones de tal naturaleza quedan opacados por los procesos judiciales que se cursan, y que muchas veces es tanto lo que duran, que la gente se olvida de los casos

Entre los episodios de crímenes últimos de ese tipo que se han visto, el que más connotación ha tenido es aquel en que perdió la vida la menor Emely Peguero, con un embarazo incluso que ya cursaba los cinco meses, según se dijera, por lo que prácticamente se perdieron dos vidas, con un período de desaparición, u ocultamiento previo.

Su pueblo natal se volcó por completo pidiendo justicia, lo que provocó que las autoridades tuvieran que actuar rápidamente para dar inicio al proceso judicial correspondiente, dictándose de inmediato algunas medidas de coerción en contra de los hasta ahora inculpados.

Por tratarse de un pueblo como San Francisco de Macorís, aguerrido, muy significativo se reportó aquel escenario de pesar, escenificándose fuertes llantos, y violentos reclamos de cárcel sentidos para las personas supuestamente involucradas en el hecho de sangre.

Qué les fuera aplicado todo el peso de la ley, era la consigna vociferada, y que no pasará como con otras situaciones similares en el país, en que han mediado los favoritismos y la impunidad de estilo local en favor de los criminales, máxime por motivo de las personas señaladas como culpables de ese crimen, políticos adinerados conocidos.

Claro, los llantos, como los lamentos son aceptables, ¡no se puede negar!, pues están siempre más que justificados ante la gravedad e irreversibilidad de las acciones dañosas acaecidas. Proceden en adición los sometimientos pertinentes a la justicia, y las condenas merecidas.

Ahora, ¿se logra con esas cosas solamente erradicar los males que subyacen en las actitudes criminales, y las actividades directas con que se concretizan hechos tan deplorables como ese, si no son acompañadas de la determinación y ataque con voluntad sentida a los porqués?

¡Evidentemente que no! Los motivos que subyacen en la raíz de esa problemática, los denominados feminicidios, tienen que ser identificados y estudiados con la disposición y seriedad que se requieren, para la adopción de medidas apropiadas, e inducción de conciencia necesaria, para ir procurando evitar su recurrencia, al menos tan marcada.

No es estar haciendo planteamientos superficiales para el llenado de páginas en los periódicos, tal es lo que siempre se hace, como se va a resolver ese tipo de problema. Eso hay que tratarlo a fondo; recomendar serias medidas correctivas; procurar agarrar el toro por los cuernos e irlo domándolo sin contemplaciones, y comenzar con las enmiendas que ya urgen a todos los niveles necesarios en el país; familia, escuelas colegios, iglesias, clubes culturales etc.

Muchas personas conocedoras de cuántas cosas hay que hacer en el tenor de lo que se trata, se tienen en este país; pero, la mayoría nada más se inclina por estar hablando; se recurre a mucho bla, bla, bla, y nada en realidad se procura promover, a los fines de aportar soluciones.

Interesantes reseñas se recogen, y son publicadas en los medios de la prensa local, como, por ejemplo, esa que aparece en el periódico “El Dia”, edición de fecha 4-9-17, página 18. Hablan especialistas, y un religioso. Bastante autorizados ambos sectores, en capacidad de mucho poder aportar, si en verdad se lo propusieran. No emitiendo juicios aéreos como es la costumbre.

Se pueden leer en la misma puntualizaciones que mueven a reflexión, tales como: “necesidad de retomar los valores familiares en la crianza de los hijos”. ¡Sería la columna soporte, más que necesaria! Otra más, “el sistema educativo, judicial y el deterioro de valores en la familia son los culpables del asesinato de la adolescente Emely Peguero, en San Francisco de Macorís”. ¡Se es más que sabido eso!

Se nota en ambas consideraciones un factor de deterioro común: carencia de valores en el seno de esa tan importante célula social primaria, la familia. ¡Desde ahí arranca todo! Se tiene suficientemente claro; pero, ¿qué se hace en pos de esa recuperación urgente? ¡Nada!

Es evidente que, los aspectos educación y justicia, también tan a la vista, deben complementar el objetivo principal señalado. No obstante, tampoco se repara en ellos con la voluntad requerida, por lo que están corriendo la misma suerte. ¡Solo se hace mención!

Se pueden estimar como “burbujas” incluidas en el trabajo de referencia, “eso de que la cultura machista debe ser detenida”. El asunto no es de machismo en realidad; quizás de feminismo exacerbado, e impropio sí; de mujeres queriendo ser tan competentes como los hombres en todos los aspectos, sin respetar barrera alguna; que osan provocar hasta situaciones de desafíos fehacientes entre ambos sexos.  Se promueven estas tendencias, en vez de sugerir revisarlas, desde el ámbito de la moderna corriente de pensamiento de la llamada “liberación femenina”.

También se esgrime como causal de peso relativa, la ausencia de la educación sexual en las escuelas. ¡Esa enseñanza no es para las aulas, sí para los padres en el seno familiar!

Introducir una temática de esa naturaleza a nivel escolar en este país, con el grado de degeneración presente en la adolescencia local, contribuiría aún más con el inicio temprano en la actividad de que se trata, y en extremo, con el aporte ya que hacen las embarazadas que se les permite asistir a las escuelas. ¿A qué inducen esas en estado de gestación, a las compañeras de clases?

Se habla de erradicar el machismo, que se considera como una consecuencia directa en gran parte del feminismo osado e improcedente que se ha estado poniendo en práctica durante los últimos años, cabe reiterar. Se alega, además, la falta de educación sexual en la escuela.

Pero, en adición a ambas sugerencias envueltas, nada es dicho con respecto a concienciar, en relación con el consumo de sustancias prohibidas, ni a los ritmos musicales degenerativos de moda; como, la adhesión a las sectas satánicas que operan en el país, ante la mirada indiferente de las iglesias todas.

Todos esos son factores que vienen incidiendo en los crímenes contra las mujeres. Hay que ver entonces ese acontecer tan deleznable en términos de la sociedad global y sus comportamientos; no haciendo disgregaciones a conveniencias, sobre aspectos que se quieren tocar.

¡Qué no se siga agarrando el rábano por las hojas con respecto al tema!, pues de esa forma, todo seguirá como hasta ahora.

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