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19 de abril 2024
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OpiniónCarlos Martínez MárquezCarlos Martínez Márquez

Las bibliotecas públicas y sus aportes al consumo del conocimiento

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’Para curarnos de la ignorancia, no habría mejor remedio, para esta cruel enfermedad, que una biblioteca abarrotada de conocimientos y tesoros culturales’’ El autor.

Siempre que tengo la oportunidad de desplazarme de mi país hacia el otro lado del océano, tras mi regreso, empiezo a meditar cuestiones que probablemente me causen nostalgias. Uno siempre piensa, que como ciudadanos, merecemos estar más arriba de los estándares del conocimiento. Anduve  casi toda una semana, recorriendo librerías, buscando un diccionario jurídico para traducciones bilingüe, para asistir a una prueba, en la que había que llevarlo físicamente, con términos completamente jurídicos. Finalmente, al consultar con un colega docente, con quien comparto en el mismo campo, y quien además ejerce el derecho, no tenía tampoco un  diccionario, el cual era imprescindible llevarlo encima, (no se nos permitía abrirlo desde nuestros dispositivos electrónicos); del grupo que participo, quizás uno o dos personas, tenían un diccionario jurídico bilingüe.

Busque y recorrí librerías por casi toda la ciudad y además llame a los teléfonos de algunos establecimientos, para preguntar si disponían de dicho ejemplar. Las respuestas eran negativas. De ahí, empiezo a meditar… ¿qué tan pequeños somos todavía, como para que no haya una biblioteca pública, en cada sector de las distintas ciudades y localidades del país?

El centro bibliotecario de la comunidad en línea (OCLC) por sus siglas en inglés, me da el acceso a numerosos datos y estadísticas, que resultan ilustrativos, para ver que tanto han proliferado, las bibliotecas públicas. Y que los renglones que estuve visitando, precisamente, (me atrajo) realizar un periplo virtual por los países latinoamericanos, para visualizar, que tan bien o rezagados estamos, en cuanto a la creación de lugares donde los usuarios de las comunidades aledañas, pueden ir a consultar textos e informaciones, que muchas veces no las tenemos de manera fiel en los sitio webs.

Para citar un ejemplo: Brasil tenía un total de 6,545 bibliotecas públicas, según los últimos datos obtenidos por el censo, a nivel de bibliotecas en el 2006; le sigue Colombia, que hasta el año 2010 disponían de unas  1,609 bibliotecas; Perú, es también de las que ocupan, una mayor cantidad de bibliotecas, cuya cifras contabilizadas hasta el 2013 era de 820; Venezuela (pese a la crisis política del momento) dispone de 728 hasta el 2007; Chile en el año 2010 tenía registrada unas 526, al mencionar el resto de los demás países latinoamericanos, como es el caso de Panamá, Honduras, El Salvador, Bolivia, Cuba, etc., muestran una considerable participación en la creación de bibliotecas públicas, todas en su mayoría desde la  década del 2000, incluyendo, la Republica Dominicana, que no estaría del todo seguro, si las bibliotecas públicas que aparecen disponibles con un total de 398 las encontraríamos en los diferentes puntos del país. Otros países del caribe como Puerto Rico y Haití, disponen de un número decente con relación a su densidad poblacional.

Lo que quiero dejar por sentado, es que, las bibliotecas virtuales, han estado desalentando gradualmente, la cultura de desplazamiento del usuario cotidiano a las bibliotecas públicas. Todo está en nuestras manos y con un solo clic accesamos a ese mundo infinito de informaciones, que resultan agobiantes, que dejamos de pensar de momento, de ir a esos lugares a tocar los libros y olerlos. Nos hace falta sentir el ambiente denso del polvo producido por la inclemencia del tiempo, que cada vez le agrega cierto valor histórico, cosa que en la parte digital, no ocurre. No hay aplicaciones, que aromaticen los documentos digitales. Eso sí, que sería el colmo, que se inventaran esas esencias, que atravesarían, la barrera de nuestro sistema nervioso central, para que auxilie nuestros sentidos. Las bibliotecas públicas están en extinción y por consiguiente, están quitándoles empleos a quienes dedican su tiempo, con amor y dedicación, al oficio bibliotecario; que dicho sea de paso, no son tan bien remunerativos. Las comunidades necesitan tantas bibliotecas sean posibles. No todo usuario dispone de internet para navegar en ese océano vasto de conocimiento, las bibliotecas siguen siendo necesarias todavía; preservemos, al menos, las pocas que tenemos en algunas comunidades del país.

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