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23 de abril 2024
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OpiniónElvis ValoyElvis Valoy

Las Agendas del G20 y sus decisiones vinculantes

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Este sábado 8 de julio concluye la reunión del G20, grupo conformado por las más poderosas economías del mundo, conferencia que se lleva a cabo en la ciudad de alemana de Hamburgo.

La selección del territorio por parte de la anfitriona, canciller Angela Merkel, quizás no sea fortuita, pues la ciudad de Hamburgo posee el segundo puerto marítimo más importante de Europa, y su población percibe el mayor PIB de toda Alemania, el cual alcanza la suma de 50,000 euros por persona.

La sesión de los países más poderosos del planeta ha sido escenario de violentas protestas, las cuales han obligado hasta a variar el programa. Activistas opuestos a la reunión argumentan que las decisiones que emanan del G20 únicamente van en perjuicio del mundo.

Lo que comenzó en 1999, luego la crisis sistémica de ese año, y se consolidó en el 2008, inmediatamente después de los descomunales males de ese año, por momentos parece sustituir a los grandes organismos internacionales, que asisten a esa cumbre simplemente en calidad de observadores, lo que debería llamar a preocupación.

A ciencia cierta la humanidad merece otra manera de decidir su futuro pues el mundo no debería estar expuesto al capricho de líderes que cambian al orbe a su antojo.

Luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial, Churchill, Roosevelt y Stalin trazaron la línea divisoria del globo terráqueo, crearon un nuevo mapamundi, y se repartieron varios continentes, sin que allí mediara ningún organismo multilateral, y sin que tampoco las partes envueltas fueran escuchadas.

Las dos Alemania que existió hasta el final de la guerra fría fue la consecuencia de la distribución de inmensas zonas por parte por parte de las superpotencias de ese entonces.

Pero el caso más insólito es el del famoso Paralelo 38, en donde Estados Unidos y la ex URSS “resolvieron” hacer “reingeniería” con esa parte de Asia, y de ahí se crearon las dos Corea.

Sin embargo, pareciera que el mundo no ha cambiado mucho de esa fecha acá, pues las grandes decisiones mundiales, que deberían emanar de los organismos internacionales, como son la ONU, OIT, OMC, Banco Mundial, etc., provienen de instituciones como el G20, las cuales por la magnitud de los países participantes, tienen carácter vinculante, y son las que en la práctica, deslindan el camino a seguir.

Los organismos internacionales asisten como simples invitados a las reuniones del G20, sin voz ni voto, sin ninguna participación en las bilaterales que allí se realizan; en otras palabras: Sin poder alguno, lo que les crea cierta invalidación al momento de elevarse por encima del concierto de naciones en la toma de decisiones planetarias.

Tan absurdas son estas cumbres que basta que dos gobernantes se reúnan para disponer del destino de una nación, como sucedió en el encuentro entre los mandatarios Putin y Trump, desde donde seguro salió el futuro de Siria, y si procede o no la patada por el trasero a Bashar Al Asad.

Y hasta la improvisación hace su aparición en estos congresos, como fue el caso de la reunión sostenida entre el presidente de México, Enrique Peña Nieto, y el de Estados Unidos, Donald Trump, de la cual se dan dos versiones, pues mientras Trump dice haberle tratado el pago del muro al mandatario azteca, el canciller mexicano Luis Videgaray asegura no haberse tocado ese tema.

En el cónclave del G20 cada país acude a la cita de esas naciones millonarias con su agenda individual y a tratar sus propios problemas sin que medie el concurso de organismo internacional alguno.

Es muy reconocido lo diligente que son los organismos internacionales cuando se trata de países pobres, en donde sus decisiones se imponen a veces a fuerza de cañoneras. Está en la historia las intervenciones del Fondo Monetario Internacional, organismo que no da respiro alguno a pequeñas naciones, persiguiendo a pueblos enteros con sus acres y empobrecedores programas económicos.

Lo que la ONU no es capaz de hacer en maratónicas reuniones, las ultrapoderosas naciones del G20 lo resuelven de “golpe y porrazo”, y en pequeñas bilaterales de apenas 15 minutos de duración.

No se puede pasar por alto a la Organización Mundial del Comercio (OMC), la cual es ligera en su afán de que pequeñas y vulnerables economías se abran al mundo, cuando sin embargo es timorata en que igualmente hagan lo mismo las grandes economías.

Lo que se concibió en principios como los temas fundamentales de la reunión en Hamburgo, como lo fue un sistema comercial multilateral abierto y justo, y un sistema monetario financiero resistente, la evasión fiscal, el problema climático y la revolución digital, terminó siendo una calle de una sola vía (la que le afecte a cada país participante).

Lo que salga del G20 será lo que se aplicará a todo el capitalismo. El conjunto de naciones que allí no acuden están exentas de un derecho a un mejor futuro, pues lo de Hamburgo es un diálogo entre gigantes que imponen sus agendas y las reglas del juego.

¡Qué mundo este!

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