En un estado de comodidad y permanencia se pensó que el ejercicio político del poder resultaría eterno. Eso poco a poco fue entrando en la mentalidad del funcionario medio y alto del PLD hasta convertirlo en arrogante, altanero y prepotente.
Esa altanería, arrogancia y prepotencia se veía encima de la ropa, se respiraba en el ambiente donde pernoctaban y se percibía hasta en las formas de articulación y expresión de estos.
El problema estribó en que esas actitudes no eran para con los adversarios solamente sino con todo el mundo, hasta con sus compañeros de partido.
Esto a su vez generó la denominada ZONA DE CONFORT donde no se aceptaba el disenso y solo se permitía la lisonja.
Al estar continuamente rodeados de falsos amigos, que solo siguen el presupuesto y no a ningún líder político, adquirieron la mitomanía: característica que hace creerse su propia mentira.
La mentira era que su estatus nunca caería y que el partido era invencible, que no saldría del poder.
Otra cualidad que arropó a estos pobres miserables, que subieron a clase media alta y burgueses, fue que se alejaron de la base social que siempre apoyó al PLD: la clase media.
Ya los simpatizantes pobres no eran de su combo y dejaron de reunirse con ellos, a penas volvían en tiempos de campaña a repartir migajas de las que el partido enviaba.
No tomaban el teléfono y ante cualquier solicitud para sentirse importantes hacían esperar a los más necesitados.
Todo eso se fue acumulando junto a la ira ciudadana al ver en el ejercicio político a las mismas caras de siempre, el resultado fue la aplastante derrota del día 5 de julio.
Ahora que todos en el PLD son rasos y nadie es capitán ni general, la zona de confort se fue a pique y las bases esperan a esos engreídos para terminar lo que el PRM no hizo con ellos el 5 de julio.
En esos términos (claro lo acomodé para escribirlo de forma diplomática) se expresó un peledeista amigo nuestro.
Por Daygorod Fabián Sánchez, educador y analista político