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25 de abril 2024
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OpiniónManuel Hernández VilletaManuel Hernández Villeta

La voz del desierto

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Para mantener su rol de liderazgo en la sociedad dominicana, la iglesia católica tiene que dar un paso hacia el compromiso. Hoy no basta con hacer enunciados de los problemas sociales, sino que hay que señalar responsabilidades y pedir correcciones.

En su última pastoral, los obispos pasan revista a los males que conocemos en el mundo dominicano de hoy. Están todos los días en la prensa. Se editorializa y se producen columnas sobre el particular. Hacer una simple exposición, sin mayor profundidad, no cala en los corazones de la mayoría de los dominicanos.

Los partidos políticos van hacia el  ocaso. Pierden seguidores y objetividad. La iglesia es de los pocos estamentos que todavía puede asumir un liderazgo social. No es que todos los curas sean puros, porque ya hay las denuncias de inconductas que siguen sin  que  se les  aplique  la  justicia.

Es vital que la iglesia se pronuncie no con ideas áreas sobre la corrupción, la violencia, el festival político, el hambre que padecen miles de dominicanos y la falta de oportunidad social. En lo que la iglesia si está interesada, y lo plantea de forma vertical, es que no se apruebe la ley de abortos.

Hay corrupción prácticamente en todos los estamentos de la sociedad dominicana. Hay que erradicarla y aplicar penalidades a los que juegan con el patrimonio público.  Pero esa corruptela no solo es de los que están en el gobierno, sino que abarca asimismo al sector privado. Donde hay un corrupto, cerca está el corruptor.

No solo basta con decir que hay corruptos en la vida dominicana, sino que para una institución como la iglesia católica, el deber es de dar nombres y pedir castigo a culpables. Hacer lo contrario sería como hablar poco, para que no le enrostren  de un silencio atormentador.-

No creo en la línea de tener culpables favoritos, o hacerle la vida imposible a ciudadanos por retaliación política. Las acusaciones sobre casos de corrupción deben ser probadas en el juicio oral, público y contradictorio. No se puede burlar el principio de que todo hombre es inocente hasta que se le condene en la última jurisdicción.

La iglesia católica trabaja en los barrios y sabe bien de donde procede la violencia; es la exclusión social y la miseria sin solución la mezcla perfecta para lanzar a las calles a los desalmados que desean vivir del robo y el pandillerismo.

Hay que plantear la solución al problema tomando medidas de corte social que sean efectivas. La iglesia muchas veces es indiferente ante la situación de abandono de los jóvenes de los barrios. Voltea la cara ante el drama de las madres solteras, de las niñas embarazadas y de las víctimas de los curas pederastas.

Para lograr una sociedad más justa, los que hacen la mística  del liderazgo deben tener responsabilidad social, y no estar de un lado de la raya. El mensaje no puede ser todo complaciente, sino recordar que se tienen que dar golpes para romper cadenas y tener la valentía de clamar con voz firme en el desierto contra las injusticias que carcomen a esta sociedad. ¡Ay!, se me acabó la tinta.

 

Por Manuel Hernández Villeta

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