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23 de abril 2024
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OpiniónFrancisco Rafael GuzmánFrancisco Rafael Guzmán

La solución a la crisis haitiana y las relaciones dominico-haitiana es para cabezas frías

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Hace unos años, menos de una década, a propósito del tema haitiano y las relaciones entre los países y pueblos que comparten la isla de Santo Domingo, le pregunté a uno de los profesores jóvenes de la Escuela de Sociología de la UASD, sobre la misma. Cuando me dirigí a él, le formulé la siguiente pregunta: ¿Qué tu opinas del problema haitiano? Él me dijo: yo no veo ningún problema. En ese momento había el debate planteado de quienes de los haitianos residentes en República Dominicana eran ilegales y había que repatriarlos. Esa ni puede ser una respuesta política correcta, ni tampoco racional. Decir eso es como quererse encerrar en una cámara de cristal. Sin embargo, ni el país ni el mundo pueden ser vistos como cámaras de cristal en la época en que vivimos, aunque algunas personas parecerían que por sus acciones  en las mentes de ellos reflejan el mundo como una cámara de cristal, podría ser ese el caso del presidente Abinader.

Por más que se quiera decir, una economía basada tanto en el crecimiento de los servicios, desindustrializándose y descuidando la agricultura, el malestar social no puede ceder, por el contrario este lo que va es a aumentar. Crece la desigualdad y aumenta la pobreza con los bajos salarios, incluyendo el salario de los trabajadores del sector turístico, sean dominicanos o haitianos de los que vienen a trabajar en los hoteles. Nadie sueñe, mientras siguen llegando toneladas del sargazo.

La migración descontrolada de haitianos lo que trae es más malestar, porque se les paga bajos salarios a los haitianos por estar indocumentados, lo que provoca que haya menos contratos de trabajos para la mano de obra dominicana, tanto en labores agrícolas como en las construcciones y en otras actividades de empresas que contratan a los migrantes haitianos. La mano de obra haitiana debe ser regulada, legalizada y limitada  a las necesidades del país  y el trabajador haitiano debe ganar el mismo salario y tener los mismos de derechos que el dominicano. Debe tener derecho el trabajador haitiano inmigrante legal a la seguridad social, al seguro médico y derecho a pensión, así como a la sindicalización.

Al pan pan y al vino vino. No podemos seguir con un discurso en contra pura y simple de los haitianos, no, lo que tenemos es que ser racionales porque no podemos apostar a caos, pero tampoco oponernos a que algunos trabajadores haitianos vengan aquí a contratarse como asalariados. Compartimos la misma isla, pero ellos tienen su territorio en la parte occidental y nosotros en la oriental, somos dos países y dos culturas distintas, pero con similitudes. Somos dos pueblos hermanos, cada uno con diferencias, respecto del otro. La mano de obra haitiana que entra a nuestro país debe ser limitada por las necesidades de contratación en los centros y espacios de trabajo, pero debe ser legalizada, sin que pueda ser superexplotada con bajos salarios  y sin que con ello pueda convertirse en ejercito industrial de reserva que sirva para desplazar a los dominicanos. Debe ganar el haitiano el mismo salario que gane un dominicano, por el mismo trabajo. No se puede seguir permitiendo la ilegalidad de los haitianos y su entrada descontrolada y masiva, porque lo que vamos a tener es una entropía social, un desorden social.

La sociedad no puede existir sin algún tipo de orden, porque de lo contrario ella colapsaría, porque el caos total no lo soportaría. Porque le convenga a los capitalistas pagar bajos salarios a muchos haitianos ilegales, pero no contratar casi a ningún dominicano porque tendría que pagarle más altos los salarios, eso no quiere decir que la sociedad o el orden social lo aguante por mucho tiempo. Deben estar militares y civiles involucrados en el tráfico de haitianos, cobrando dinero por eso, pero eso debe terminar.  También debe terminar el paso de parturientas que vienen a dar a luz a niños a la República Dominicana, sin vivir aquí, de las cuales se ha dicho que les cobran dinero allá. Esa situación tiene que cambiar pronto, para que haya buenas relaciones entre los dos pueblos hermanos y se respeten mutuamente.

Las diferencias culturales entre los dos pueblos y países comenzaron a darse a partir de la división con la llamada Guardarraya de Osorio, cuando el gobernador español Antonio Osorio la estableció  hacia 1605-1606, separando y trasladando los pueblos de la Banda  Este,    condicionado esto por las actividades económicas. Existía un contrabando de ganado desde la parte Oeste o Banda Oeste que hoy ocupa la república de Haití; ese ganado de contrabando o las pieles de las reses que eran objeto del contrabando se les trasladaba a las Islas Turcas y a la de La Tortuga, para de ahí partir a un destino final. Esos animales sacrificados podían ser de ganado cimarrón o domesticado robado.  A finales del siglo XVII se produciría la Batalla de la  Sabana Real de la Limonade entre los dominicos españoles  de la parte Este (colonia española de Santo Domingo) y los de la colonia  de la parte Oeste.

En La Antigüedad había un proverbio que decía: Cabeza fría, pie caliente y los intestinos corrientes. El tema de Haití es para pensar con cabeza fría, pero ese profesor no pensó así para darme una respuesta; ese profesor es de los que no creen que somos dos países, dos Estados y dos naciones con dos culturas diferentes, pero dos pueblos que deben tratarse como hermanos.

Francisco Rafael Guzmán F.

 

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