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25 de abril 2024
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OpiniónFlorentino Paredes ReyesFlorentino Paredes Reyes

La resaca del poder

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La ingesta de alcohol y la política dominicana son dos actividades muy diversas, pero increíblemente parecidas, la política con su consecuente poder, suele producir borrachera entre nuestros gobernantes, que los ha llevado a emprender los más inverosímiles proyectos para que sea el pueblo, quien, a la larga, pague las consecuencias de sus yerros.

Como toda borrachera, la embriaguez política tiene también su resaca. Son esas repercusiones adversas, proporcionales a la ingesta, síntomas resultantes que incluyen, cansancio, cefalea, náusea, vértigo y sensibilidad a la luz.

Para que haya resaca, debe haber embriaguez de alcohol o de poder, que nos haga transitar por el mundo de lo desconocido, creernos nuestras mentiras, reírnos como los tontos, sentirnos poderosos, incólumes, únicos y los mejores para ocupar las posiciones que ostentamos.

Esa embriaguez mediática de poder, como la de alcohol, tiende a ser más profunda entre quienes son inapetentes, laxos o mal alimentados. Que, en el caso de nuestros políticos, se puede reflejar en su mal formación académica, principios éticos y concesión de temas fundamentales como democracia, equidad, pluralismo… El borracho como el político, puede ser necio, imprudente, violador de las normas, deslenguado al hablar y al actuar, todo según el nivel de la embriaguez y sus capacidades físicas y mentales para resistirla.

El gobierno que finaliza el próximo 16 de este mes, vivió por muchos años esa borrachera que los llevó de paseo por mundos y paisajes desconocidos del resto de los mortales. Conocieron deidades extrañas para culturas pasadas o presentes. Vivieron de excesos sin medir consecuencias: destaparon botellas, tumbaron mesas, pagaron cuentas ajenas, se extremaron en dar propinas, pretendieron damas ajenas y repitieron hasta el cansancio esa canción que, en condiciones normales no significa nada.

Esa borrachera de poder les hizo llegar a pensar, que tenían más agudos sus sentidos, se desinhibieron, hicieron desafiantes, petulantes e indispensables. Olvidaron que hay acciones incompatibles con la embriaguez. No midieron la vergüenza que causaron a sus compañeros de partido que aún estaban sobrios, quienes no resistieron tal ignominia y decidieron marchar a otra taberna, La fuerza del Pueblo. Nada les importó, total, buscaron un penco de borracho que fue el hazme reír de todos mientras duró la borrachera campaña. Nada importó ya que, in vino veritas «cuando se bebe se dice la verdad».

Actuaron como borrachos, a tal extremo, que se creyeron sus propias mentiras, olvidaron sus compromisos con sus partidarios, por eso bebieron y bebieron hasta que no les quedó ni un peso y, aun así, siguieron pidiendo tragos hasta que fueron echados de la taberna, como les sucede a los sucios y asquerosos borrachos. Simplemente perdieron todo y ahora no tienen donde ir.

Toda borrachera de alcohol o de poder tiene su resaca, el resultado desagradable y adversamente proporcional del día anterior. Es ahora, con los síntomas propios del desenfreno, que se encuentran con la desagradable realidad de que, en la bebentina, se mostraron como realmente son: codiciosos, imprudentes, indeseables, mentirosos y sin modales. ¿Querrán justificar que no fueron ellos los que actuaron sino el alcohol?

Descubiertos en su accionar y pensar, no necesitan seguir la falsa, por eso actúan en estos pocos días que les quedan, como realmente fueron, destruyendo a su paso todo lo poco que les queda, regalando lo ajeno, insultando la colectividad y demostrando que le importa poco el bienestar del país. Ya no hay diferencias entre peledeístas y los otros, las críticas de antaño, las propuestas de honestidad, los ideales de Bosch y todo lo bueno que los llevó al poder, se quedó a un lado cuanto más borrachos se hicieron.

Ya no son solidarios con el pueblo, seguimos en pandemia, estado de emergencia, contabilizando los muertos o enfermos, pero nada de eso importa. Ahora actúan con coraje, con acechanza contra el pueblo por haberlos echado de la taberna donde se embriagaban. Su resaca es violenta, petulante, inmisericorde… Bloquean cuentas, inauguran obrar inconclusas, se liquidan con sueldos de lujo, se reparten como herencia de familia lo poco que nos queda. Hacen todo el mal posible cual kamikazes desesperados que buscan ganar la guerra irremediablemente perdida.

Como borrachos olvidaron que el alcohol es un lubricante de las relaciones sociales, pero que, tomado en exceso puede convertirnos en seres suspicaces y agresivos. Lamentablemente es tarde, ya causaron daño y hasta a ellos mismos, como ebrios, se hirieron. Porque de la borrachera de un gobierno, solo queda la resaca del poder.

Por: Florentino Paredes Reyes

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