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19 de abril 2024
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La poesía, ¿por qué encasillarla?

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Muchas personas se preguntan: quiénes son los verdaderos artistas? ¿Cómo se puede distinguir el buen arte de todo lo demás?

Los artistas son los que con talento, capacidad e intelecto aportan a la cultura de una sociedad. Los artistas contribuyen a que los distintos tipos de expresiones lleguen e influyan de una manera efectiva y positiva a la educación.

Hay un debate implícito entre la llamada nueva poesía y los académicos convencionales; como también entre los llamados poetas menores y la defensa que hacen los críticos literarios a las cuestionables listas de los poetas mayores. Me refiero a listas (en plural) porque posiblemente ninguna de tantas coincidan.

No sabemos con exactitud cuándo se origina la poesía. Lo que sí sabemos es que fue una de las primeras formas de expresión de sentimientos, desacuerdos, intolerancia, violencia, guerras y grandes conflictos. Ejemplo de esto es el melo griego o poesía lírica la cual era cantada y acompañada de una lira. El ensayista Gustavo Guerrero define este estilo poético como “una poesía de y para la voz”. También estaban las sagas o epopeyas en prosa, que según Jorge Luis Borges “este arte empezó siendo oral, oír cuentos era uno de los pasatiempos de las largas veladas de Islandia”.

Las corrientes, movimientos, etapas, y la permanente metamorfosis que ha acompañado a las distintas generaciones y a la crítica literaria, crearon un paradigma que ha marginado la poesía oral. Estos han encasillado la poesía como un género que debe expresarse exclusivamente de forma escrita, lo que ha ocasionado una secesión, un rechazo y una separación entre nuevas manifestaciones vanguardistas y el régimen establecido de la academia y de la crítica literaria.

Estos nuevos poetas y esta nueva demostración de poesía contemporánea han creado un singular y sorprendente vínculo entre la poesía oral y la música, entre el sentimiento leído y el sentimiento cantado, entre la belleza y el significado, entre la debilidad y la resistencia.

Estas nuevas voces, estos nuevos escritores, como los de la antigüedad, como los de la academia, como los mayores, también hablan de valores, de denuncias; hablan de los temas que tenemos sobre todas las mesas: el feminismo, la desigualdad, la intimidación o la opresión, pero especialmente hablan del amor.

La poesía debe salir de su bola de cristal, de su círculo y darle apertura al experimento. La poesía es una manera de expresar con palabras lo que no puedes decir en la cotidianidad, en el día a día. Es una forma de manifestar lo que llevas dentro, de volcarte, de sacarlo todo afuera en un lenguaje que no intimide, en un lenguaje simple.

No sé si seguiremos preguntándonos quiénes son los verdaderos artistas o si podremos distinguir si la buena poesía corresponde a un poeta mayor o menor. Lo que sí sé es que muchos de estos poetas, estos artistas, estos cantautores, están llegando con calidad, con belleza y con inteligencia de manera masiva a la gente y que se está redescubriendo la poesía como una forma de expresión que también editorialmente vende. Estos jóvenes no necesitan más clasificaciones inflexibles, no necesitan pertenecer a una generación que los catalogue, que los separe o que los invalide.

Veamos la sublimidad de los matices; somos una multiplicidad de entes con diferentes valores y distintas percepciones de la vida. El mundo es diverso y de igual manera son las expresiones poéticas, de ahí el riesgo de encasillar y encuadrar, lo que tanto se promueve en el ejercicio académico y la crítica literaria.

 

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