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19 de abril 2024
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OpiniónOlga CapellánOlga Capellán

La neuralgia capitalina dominicana ll

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La República Dominicana, un país fabuloso donde todo es posible, una de la tierra más bella de todo el Caribe, capaz de encantar a cualquier forastero que tenga la oportunidad de visitarla, y así convertirse en el amor de los amores del mundo, no solo por su belleza y su gente encantadora y hospitalaria, sino también porque aquí en este país con dinero se vive como un rey.

Es un país pequeño, con apenas 48,442Km como geografía nacional, ocupando un poco más de la mitad de la isla de Santo Domingo que comparte con el hermano país de Haití.

Este país cargado de sorpresas, juega con la imaginación de sus habitantes y sobre todo de sus visitantes sin importar de cuál rincón de la tierra vengan.

Este mismo país es una mina, capaz de hacer rico de la noche a la mañana enormemente a personas muy pobres, pero a los pobres lo sume aún más en la pobreza, ya que los valores están invertidos, y porque nuestra sociedad ya no es la misma, está podrida de arriba hasta abajo.

Ahora en la República Dominicana se vive en una nueva burguesía de la partidocracia, que ha permitido que gran parte de los políticos del país se conviertan en multimillonarios, mediante las Arcas del Estado, ya sea saqueándola directamente, o utilizando las posiciones gubernamentales para cobrar los denominados peajes, o mediante el chantaje a la clase empresarial del país o a los inversionistas extranjeros.

La partidocracia ha permitido en el país un nuevo sistema de vida, o te suma, o te hunde con ella, y si tú no eres de la misma cofradía no tendrá oportunidad de desarrollarte, porque ni siquiera con estudios te es permitido.

Son muchos los problemas que aquejan al país, a pesar del gran desarrollo económico de que hablan las autoridades, según el gobernador del Banco Central, Héctor Valdez Albizu, República Dominicana tiene un crecimiento de más de un 7% del PIB, y eso desde hace años, lo que significa que el país ya se puede considerarse como una nación desarrollada.

Lamentablemente el desarrollo dominicano solo es percibido a través de determinados políticos que experimentaron gran crecimiento económico en sus privados bolsillos, mientras el pueblo experimenta la misma miseria de siempre y quizás mayor, ya que los altos precios en los productos de primera necesidad han mermado la capacidad adquisitiva, la inflación, la burocracia y el macuteo, porque aquí al parecer todo funciona como una mafia organizada.

Las infraestructuras capitalinas no son suficientes para soportar el flujo humano pueblerino que ha emigrado del campo a la ciudad, mientras el país cada día se encuentra comprometido con determinado sectores poderosos, las inversiones no bastan, mientras los campos se quedan solos, aminorándose así la producción agrícola, base fundamental para el alimento diario.

Ya gran parte de los agricultores pasaron a ser motor conchitas, y estos a su vez son presionados por la AMET, organismo de represión vehicular.

Santo Domingo de Guzmán, la que comenzó siendo una ciudad colonial, hoy se encuentra arrabalizada, los ayuntamientos: de servidores públicos pasaron a ser organismos colectores de recursos económicos para beneficiar a los partidos de turnos, en el cual se permite ver cumulos de basuras y pozos de agua negra por doquier.

La ciudadanía sigue padeciendo las consecuencias de la deficiencia eléctrica, aún con la construcción de diversas plantas, costosas y sobrevaluadas, argumentos suficientes para elevar la tarifa a pagar.

El sistema vial es carente, con un sin número de túneles, igualmente carentes de seguridad para los circulantes, ya que no poseen sistemas de drenajes pluviales, ventiladores, vías de escapes en caso de emergencia, ni cuentan con un alumbrado adecuado, convirtiéndose con ello en un verdadero peligro público.

La ciudad capital, aún siendo dividida en provincias está sobrecargada humanamente hablando, con un déficit habitacional enorme; mientras la clase poderosa posee varias viviendas, los alquileres tienen unos precios inalcanzables, el control de alquileres de viviendas no existe en el país, aunque en la Procuraduría General de la República haya un departamento habilitado para tales fines, y la población desconoce las funciones del defensor del pueblo.

De igual manera el país posee un Congreso Nacional infuncional, que pierde su tiempo discutiendo bagatelas, mientras que gran parte de sus miembros se encuentran arrinconados solo esperando al hombre del maletín.

Esta es nuestra percepción sobre la neuralgia capitalina dominicana, y todo por culpa de la partidocracia existente, convertida en una mafia nacional.

 

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