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20 de abril 2024
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La migración haitiana… Luces y sombras ..

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Por la trascendencia política y socio-cultural y las repercusiones económicas, vamos a abordar un tema muy sensible y a la vez muy complejo de dimensiones nacional e internacional, y es la Migración Haitiana hacia Republica Dominicana. Es básico entender que las relaciones entre Haití y la República Dominicana, desde sus inicios, han sido esencialmente complicadas, algunas veces marcadas por la cooperación y muchas veces por la confrontación, las cuales han influido en el reforzamiento de las diferencias étnicas, a nivel de que la integración se circunscribe al plano laboral, siendo prácticamente nula en el plano social y cultural,  por lo que  trataremos este tema desde una perspectiva  antropológica, con la aspiración de  dar a conocer al haitiano en sus diversas esferas, tanto en su estructura social y en las expresiones culturales que los caracterizan y así como evaluar el impacto económico y las relaciones comerciales bilaterales, en procura de establecer de manera objetiva sus alcances.

Sobre la base de este fenómeno social, nos parece pertinente enumerar algunos de los episodios trascendentales sucedidos en el transcurso de los años.  En el año 1822, se proclama la independencia del país del dominio de España, la cual termino siendo efímera, debido a que, apenas dos meses de esa fecha se produce la ocupación haitiana, que duraría hasta el 1844, este es uno de los eventos más trascendentales de la larga historia de disputas fronterizas entre ambos países. El dominio de Haití sobre la República Dominicana tenía un firme propósito de hacer de La Española un territorio único e indivisible.

Fue una época de mucha represión para nuestro país, tales como, la sustitución del idioma español por el francés en los colegios, se apropiaron de las tierras de los terratenientes e hicieron la reforma agraria, se fijó el gourde como valor de cambio en sustitución del peso, se prohibió comercializar con el exterior, entre otros.  A pesar de todas estas imposiciones, supuso a la vez grandes logros para nuestra nación tales como, la abolición de la esclavitud y la cesión de tierras a todos los hombres libres. En adición fuimos favorecidos con la abolición de los derechos feudales y con condonación de las deudas en los casos de que los acreedores fueran las ordenes religiosas y los comerciantes.

En el 1844, luego de 22 años de ocupación haitiana, el descontento de los dominicanos iba cada vez en aumento, igual pasaba en Haití, el desaliento crecía con el régimen de Boyer, el cual fue derrocado por el movimiento de la Reforma, corriente que había sido apoyada por los trinitarios.  Esos momentos de descontrol y confusión, establecieron las condiciones favorables para que la sociedad La Trinitaria, bajo la dirección de Juan Pablo Duarte, y apoyados por facciones anexionistas haitianas, declararan la libertad del pueblo dominicano; que más bien un golpe de Estado, sin derramamiento de sangre.

Otro acontecimiento de mucha relevancia, lo constituyó el establecimiento en nuestro país de la industria azucarera por parte de empresas estadounidenses. El auge del azúcar, en el mercado internacional impulsó, el progreso económico y el avance del desarrollo del país, llegando a aportar más del 20% del PIB, contrario a lo que aconteció en Haití, que de ser la parte próspera y dominante de la relación bilateral, paso a tener una economía dependiente de la nuestra, relegándose exclusivamente a suplir la mano de obra de la referida industria.  Este hecho naturaliza la migración haitiana hacia República Dominica.

A final del siglo XX, vino la época del declive de la industria, debido a la reducción de la cuota azucarera por parte de Estados Unidos. Este hecho fue el umbral para la diversificación del cultivo agrícola de República Dominicana, y florecieron principalmente los cultivos del café, cacao, tabaco, además del arroz en menor escala.  Esta vez la mano de obra haitiana que era estacional en tiempos de zafras y que llegaban con contratos por 6 meses, se tornó de manera permanente.  Estos hechos señalan que, es la República Dominicana la que induce el fenómeno de la migración haitiana al país.

Históricamente ha existido en el dominicano un sentimiento anti-haitiano, fomentado principalmente, por la tiranía de Trujillo, quien usaba la ideología anti haitiana para fortalecer el espíritu de los dominicanos en torno a su dictadura, afirmando que su estricto gobierno era necesario para proteger al país de la nueva amenaza de la invasión “pasiva” de inmigrantes haitianos, en referencia a la ocupación haitiana de la República Dominicana entre 1822 y 1844.   Producto de esas pasiones, se produjo el acontecimiento más brutal y desgarrador de la historia, fue la matanza llamada ¨Perejil¨, ordenada en el año 1937, por el dictador Rafael Leónidas donde, según las estimaciones de algunos historiadores, murieron, incluyendo mujeres y niños, entre 9,000 y 20,000 haitianos. Con este hecho se cierran todos los vínculos fronterizos y las relaciones entre las dos partes de la isla.  Este horrendo acontecimiento, aún está latente en el pueblo haitiano, ante el abuso sin precedentes, de prejuicios nacionalistas, racismo y xenofobia hacia ellos.

En la historia reciente, en el año  2013,  hay un hecho que suscito la atención y rechazo de varios organismos internacionales, fue la promulgación de la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional, la cual consistió en la desnacionalización masiva de ciudadanos de origen haitiano, mediante la cual se despojó de la nacionalidad dominicana alrededor de 250,000 de personas, hijos de haitianos nacidos en territorio dominicano, anulada de manera retroactiva a los nacidos entre 1929 y 2010, los despatriaron, humillaron y los convertidos en apátridas. La sentencia del Tribunal Constitucional ha sido criticada tanto por sus efectos sobre los hijos de indocumentados como por su vulneración de principios fundamentales del Estado de Derecho. Entre estos podemos citar la aplicación retroactiva de las normas, y la violación de la seguridad jurídica y del derecho a la nacionalidad. También se ignoró la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

En respuesta a este conflicto, fue aprobada la Ley 169-14 en el 2014, mediante la cual se procedió a implementar un plan de naturalización especial como estrategia de solución y como mecanismo de respuesta a las críticas de la comunidad internacional.  El referido Plan favoreció a cientos de miles de inmigrantes que lograron regularizar su estatus en el país con un mecanismo legal y se logró reparar en parte la injusticia cometida con la sentencia 168-13. Aun así, hay miles que no son reconocidos como ciudadanos por la ley de ningún país y que han presentado solicitudes de naturalización, por lo que el gobierno debe seguir trabajando en una solución, para esos casos.

El gobierno y las instituciones dominicanas deben asegurar la vigencia plena de las garantías democráticas, así como avalar el pleno ejercicio de las libertades civiles y políticas, asegurar que nadie pueda promover el odio, la discriminación e incitar a la violencia. Asimismo, se debe bloquear todo intento por imponer, mediante la manipulación del orden jurídico, leyes y sentencias que anulen los derechos fundamentales y promuevan políticas de discriminación y segregación racial.

Ese sentimiento se puede ver reflejado en una carta pública dirigida al presidente Luis Abinader, firmada por un grupo de políticos, empresarios y ciudadanos, de mucha influencia, bajo el título, “Proclama en Defensa de la Nación Dominicana”.  En el documento, calificaron, “provocación inaceptable”, a la vez de burdo atropello a la soberanía y autodeterminación nacionales, que la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) persista en su aviesa e innecesaria campaña de confundir casos de indocumentación, provocados por el incumplimiento del gobierno haitiano de sus obligaciones básicas con sus ciudadanos y sus deberes internacionales.

Continua la carta, “Con una supuesta práctica de fomento de la apátrida atribuida al Estado dominicano”. Alegan que esa situación antes descrita, “Alienta la permanente pretensión de sectores del liderazgo haitiano de que nuestro territorio les pertenece y que simplemente lo están recuperando, siguiendo una estrategia de ocupación progresiva, que ha ido pasando de tener un carácter pacífico y silente a otro agresivo y desafiante”.

Esa carta es un documento que denuncia hechos que a su entender pueden poner en riesgo la soberanía de nuestro país, entendemos que muchos de los asuntos dirimidos en ella, deben concitar la atención del gobierno, no obstante, ese documento revela, disfrazado de nacionalismo, una flagrante discriminación y rechazo al inmigrante haitiano, que justificado o no, la forma de solucionarlo no es la confrontación, sino la concertación, el mundo cambió y  dio paso a otro estilo de solución de conflictos y no podemos seguir con el autoritarismo que marco la época de la tiranía trujillista.

Esto nos revela que, a los tantos años de la Masacre del Perejil, el rechazo y el racismo sigue impregnado en el sentimiento dominicano. Hoy ha regresado, vestido de gala, lo podríamos llamar una limpieza étnica legal, intentamos que esos dominicanos de padres haitianos no tengan ningún derecho, ni a la educación, ni a la salud ni a la patria. El gobierno y las instituciones dominicanas deben asegurar la vigencia plena de las garantías democráticas y avalar el pleno ejercicio de las libertades civiles y políticas, sin derecho a discriminación y a la segregación racial.

El elemento que mayormente convoca el debate sobre este tema, dejando de lado el racismo irracional, es el impacto que tiene la inmigración haitiana en la economía dominicana. No existe la menor duda de que representa para el país un costo alto sanitario, educativo, eléctrico y de servicios públicos. Lo preocupante de esta situación es que los inmigrantes haitianos van cada día en aumento y en esa misma proporción aumenta el gasto público y más preocupante aun es, que no tenemos una política migratoria eficiente y que existe históricamente un manejo de corrupción, en la frontera, que permite el paso a los haitianos que pueden pagar el soborno.

Cuando hacemos la evaluación del impacto de la inmigración haitiana en el país, tenemos que hacerlo desde una perspectiva más amplia y ponderar tanto los aspectos negativos, como los positivos. Lo primero a considerar es que la mano de obra haitiana es necesaria en nuestro país y que actualmente es contratada en el sector turístico dominicano, y que se torna casi imprescindible en los sectores agrícola y construcción, ocupando también un espacio importante en la economía informal.  Haití es el principal socio comercial de la república dominicana, el 30% de las importaciones de Haití provienen de la Rep. Dominicana, de igual modo participa del valor agregado de la economía del país.

Entendemos una necesidad detener la migración haitiana, y la solución es contribuir al desarrollo de Haití. Las iniciativas para mejorar la estabilidad y fortalecer las infraestructuras en Haití, junto con políticas destinadas a promover la integración comercial, podrían generar importantes beneficios bilaterales. Consideramos como punto de partida estimular la inversión privada en Haití y solicitar la cooperación de organismos internacionales, para establecer proyectos de inversión que mejoren sus condiciones.  Lo ideal es hacerlo a partir del perfil del inmigrante haitiano, con el objetivo de crear las fuentes de trabajo en su país que estimulen su regreso.

En ese sentido, las inversiones privadas deben estar alineadas al perfil del inmigrante, y la más conveniente, dado el clima y ubicación geográfica, seria las inversiones en proyectos agrícolas. Haití, posee condiciones naturales para convertirse en el exportador de más éxitos de aguacates, bananos, mangos, café y cacao del caribe.  Haití produce mangos de máxima calidad mundial, pero sólo exporta alrededor de 10 % de la cosecha, casi toda la producción se echa a perder antes de llegar al mercado, por el mal manejo de las plantaciones.

Entre otros aspectos de cooperación, podemos mencionar la orientación de políticas en la región fronteriza, con el objetivo de transformar su entorno, estimular la inversión del sector privado y realizar acciones de cooperación internacional que permitan alentar su desarrollo y renovar el espacio desde los puntos de vista económico, social y cultural y a la vez avanzar con el control fronterizo.  En los acuerdos de cooperación, con el auspicio de organismos como el Banco Mundial, en colaboración con las Naciones Unidas (ONU) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), deben proponer la reconstrucción de caminos y puentes cruciales para la cadena de distribución, así como iluminación e infraestructuras.

Uno de los principales problemas que tiene Haití es la deforestación para la fabricación del carbón.  Actualmente en Haití el negocio del carbón es la mayor actividad económica, que proporcionan un ingreso significativo para los pobres en el sector rural. Dicha industria es financiada por fuentes externas anónimas, se estima que hay dominicanos involucrados en ese negocio.  De continuar esa práctica el daño se hará irreversible porque la brutal deforestación ha aumentado el riesgo de desastres naturales y amenaza la biodiversidad, que es esencial para la reproducción agrícolas y forestales. Por lo que se debe propiciar que se haga según las buenas prácticas y se compense con la plantación o regeneración de bosques en otros lugares.

Hay un punto que debe ser tratado con mucha urgencia y es la alta vulnerabilidad que tiene Haití y la Rep. Dominicana al cambio climático y a los riesgos naturales, Tanto Haití como República Dominicana, según el Rating de Vulnerabilidad Global, estamos ubicados dentro los primeros 10 países más vulnerables. El cambio climático es el mayor desafío del siglo XXI que enfrenta la humanidad, la sobrepoblación y el daño al ecosistema van a alterar el equilibrio del planeta. Esta situación vaticina un futuro insostenible, lo que podría acarrear años de fuertes sequias, y se hará imposible la producción de alimentos y que, sumado al aumento de la población, habrá una crisis general de falta de abastecimientos sin precedentes, por lo que las medidas a tomar son inaplazables y tiene que ser una prioridad esencial de las políticas gubernamentales de ambos países.

Las decisiones que tome gobierno, deben ser coordinadas con el gobierno haitiano, porque son medidas que hay que tomarlas en conjunto, de ellas depende que la población pueda sobrevivir en el futuro.  Entre los elementos más importantes que los gobernantes tienen que asumir, lo constituye las estrategias de comunicación y orientación a la ciudadanía y en especial, la aplicación de programas de educación, en los distintos niveles, que lejos de aterrorizar, adviertan el gran daño que venimos causando a la sobrevivencia de la Tierra, con la alteración de la composición atmosférica, en miras a modificar hábitos y costumbres que podrían ser un freno importante. A ese tipo de orientaciones es que debe de estar dirigido el gasto de publicidad del gobierno.

Es relevante aclarar que República Dominicana no tiene raza, ni color, que nuestra población es una fusión de razas, porque al extinguirse la población indígena por la dominación colonial española, la base demográfica de la República Dominicana, se construyó a partir de los flujos migratorios que, por causas muy diversas, arribaron a la isla.  La Rep. Dominicana ha sido cuna de grandes comunidades de migrantes, de quienes con su trabajo y sacrificio han contribuido enormemente a la prosperidad del país, entre ellos podemos resaltar la llegada de los árabes y de los españoles. Uno de los más valiosos aportes de los descendientes libaneses, fue invertir en la educación, con la fundación de instituciones de educación superior como la Universidad Iberoamericana (UNIBE), Jorge Abraham Hazoury; Universidad Central del Este (UCE), Dr. José Hazim Azar; Universidad Organización y Métodos (O&M), Dr. José Rafael Abinader Wasaf; y el Instituto Nacional de Ciencias Exactas (INCE), Dr. Julio Hazim.

De todos los inmigrantes llegados a Rep. Dominicana, la comunidad haitiana es la que ha prestado su mano de obra para el florecimiento de varios sectores de la economía dominicana, no se han enriquecido y no se han llevado el capital económico hacia su país, muchas veces se van con tan solo una cama donde dormir, porque en Haití eso es un lujo, muchos llevan 20 y 30 años trabajando para el país y no lleva aparejado sus derechos ciudadanos, solo las manos vacías. Y es importante desmitificar la creencia de que el haitiano es peligroso y criminal, es todo lo contrario, el inmigrante haitiano, solo ocupa el 3% de la población penal.

Tenemos por igual inmigrantes cubanos, que, por esa identidad cultural compartida, el proceso de inserción del inmigrante cubano en la sociedad dominicana es inmediato y pleno. En el periodo reciente tenemos una colonia fuerte de venezolanos, cuentan con la solidaridad del dominicano y son aceptados por la sociedad. No obstante, sus condiciones, su disposición al trabajo sin muchas exigencias, unido a su preparación, representan un capital humano valioso, que puede ser una competencia para el capital humano dominicano.

Nuestros puntos de vista  para la detener la migración haitiana están comentados en este artículo, reitero que es una necesidad imperiosa e ineludible hacerlo, así como de inevitable es  entender el fenómeno migratorio y sus porqués y que en los aspectos que relaciona al inmigrante en su contexto, requiere ponderar y actuar desde la comprensión de la problemática, los niveles de pobreza, desigualdad e inequidad existentes; analizar los roles culturales discriminatorios que propician el rechazo, así como analizar los aspectos jurídicos que inciden en la problemática, para que los procesos no sean tan traumáticos, arbitrarios y dolorosos y que al tratar el tema migratorio, no olvidemos la migración de los dominicanos hacia el exterior que supera el número de inmigrantes en el país.  Por lo que concluimos que la voluntad política, la concienciación de la ciudadanía, y las soluciones conjuntas de ambas naciones, son aspectos fundamentales para resolver este tema.

 

Por Jacoba Hasbún

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