Ahora yo me rio porque no fueron pocos -dirigentes de la otrora oposición (PRM y su periferia periodística-intelectual) que a diario apelaban a que la JCE electoral amarra, de pie, cabeza y mano, al expresidente Danilo Medina porque en medio de la pasada campaña -2020- inauguraba obras y se entendía que tal prerrogativa era proselitismo político-electoral.
Hoy esos mismos actores políticos, en el poder, presionan y gritan para que la JCE, como contemplan las legislaciones en la materia, pare el proselitismo interno aspiracional en los partidos de oposición (concretamente, vamos a decirlo, en el PLD). Excelente y de acuerdo; pero tal demanda no deja de poner de manifiesto el doble rasero político-periodístico de esos defensores coyunturales -a sígún les convenga- de las leyes.
Cuantas groserías y acusaciones se vertieron contra Danilo Medina y el PLD, venida de esos defensores de las leyes -otrora oposicionistas-. No tuvieron descanso. En consecuencia, ya veremos su coherencia -política-“periodística”- cuando la campaña reeleccionista se deje sentir con más elocuencia y alboroto -que no tardará en suceder-.
Mientras tanto, me sumo, como tantas veces, a las voces que propugnan por reformas a la ley de partidos y de régimen electoral concretamente para que conjuren varios entuertos, tales como: transfuguismo, especificaciones, claras y precisas, sobre campañas políticas y, sobre todo, transparencia y rendición de cuentas sobre recursos de campaña y filtros-indagarías sobre récord judiciales, definición sobre “pertenencia” personal o institucional-partidaria de las posiciones o candidaturas ganadas que postulan los partidos o movimientos y de conductas públicas de aspirantes a puestos de elección popular.
Sin embargo, y mientras el hacha va y viene, ya tenemos dos privilegiados -legales- en campaña: el presidente que inaugura (¡en todo su derecho y prerrogativas!) y el expresidente que, bajo el eufemismo de construcción de su “partido”, anda, como el que no quiere la cosa, en lo mismo: en ejercicios constitucionales. Pero ambos, públicamente y en campo abierto, están protegidos y resguardados por ley e investidura. Y eso, hay que respetarlo -pero no coyunturalmente, sino siempre-.
¿Verdad que sí, señores “políticos de la secreta”? Porque qué bueno es hacerse mudo o pendejo solo cuando conviene, ¿eh? Mas y hay que decírselo: ¿cuándo nuestros políticos, de toda laya, dejaran de tratarnos como sociedad de eunucos? ¡Nunca!
Por Francisco S. Cruz