Una mirada doble: a la muerte en combate del ‘Apóstol’ cubano José Martí, en 1895, y al deceso glorioso del coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez en 1965. Ambas figuras dibujaron un hermoso ejemplo de sacrificio patriótico por sus pueblos. Dejaron el pellejo en lucha contra la opresión. Se entregaron por la libertad. Al precio de su propia vida, rechazaron y condenaron la presencia extranjera y humillante en Cuba y República Dominicana.
Martí fue poeta, maestro, genio de la literatura, revolucionario y redentor puro. Desde temprana edad estuvo confinado por el poder colonial en Cuba. Contra ese poder luchó con tesón. Fundó el Partido Revolucionario Cubano. Hizo un peregrinaje internacional promoviendo la independencia de su patria oprimida.
Caen bien estos versos de su inspiración:
«En un carro de hojas verdes
a morir me han de llevar,
no me pongan en lo oscuro
a morir como un traidor,
yo soy bueno, y como bueno
moriré de cara al sol».
«Si ves un monte de espumas,
es mi verso lo que ves,
mi verso es un monte
y es un abanico de plumas.
Mi verso es como un puñal,
que por el puño echa flor.
Mi verso es un surtidor,
que da un agua de coral».
Fernández Domínguez fue hombre de armas tomar. Soldado recto, vertical, indoblegable. Formado como militar trujillista, tenía mentalidad democrática y abierta. Le propuso al derribado presidente Juan Bosch que diera la orden para dar un contragolpe, pero el mandatario caído rechazó esa propuesta para evitar un baño de sangre.
Consumado el golpe, y ya con los gorilas en el poder, Fernández Domínguez fue enviado primero a España, como agregado militar, y después a Chile. De este país fue a Puerto Rico, de donde regresó en un avión estadounidense que aterrizó en la Base Aérea de San Isidro. Él no quería venir así, pero tuvo que hacerlo obedeciendo una orden de Bosch.
Una vez en el país, y sintiendo que no había peleado ni tenía méritos en la guerra, se quitó las charreteras y dijo que a partir de ese momento ganaría sus galones en combate.
Demostró gallardía. El 19 de mayo de 1965 encabezó un fallido asalto al Palacio Nacional. Cayó junto a Euclides Morillo, Juan Miguel Román, Illio Capocci y otros constitucionalistas.
¡Loor a su memoria! ¡Qué grande fuiste, coronel Fernández Domínguez! Una avenida y una parada del metro llevan su nombre.