Puede ser loable el propósito de llevar cena a las mesas de los más necesitados en la Navidad y el Año Nuevo. Y para eso el Gobierno invierte millones de pesos para repartir cajas con contenidos para la ocasión.
Sin embargo, cada vez resulta más evidente que esta iniciativa se ve lesionada en la distribución, dominada por el caos y riesgosa, sobre todo, para las mujeres y los adultos mayores.
Hay un vandalismo en torno a los repartos que los hace indignos y no debe continuar. Debe dárseles a quienes necesitan y una gran mayoría no requiere de esas cajas.
El Gobierno puede poner en la tarjeta de solidaridad un aporte a las familias y nos ahorramos este desorden que hace indigno el propósito.