Los dominicanos estamos tan mal acostumbrados al cumplimiento de la ley que cada vez que se nos exige lo consideramos como una conspiración. Sobre todo, si las exigencias provienen desde una instancia oficial y relacionada con la vida política.
Siempre queremos tener una interpretación acomodaticia frente a las normas. Prestos a reclamar derechos, nunca estamos dispuestos a cumplir con ningún deber. Es una conducta que nos retrasa en la vida institucional.
Ninguna sociedad progresa sólidamente sin un sistema sustentado en el orden y la ley. Tenemos un dilema en ese sentido que debemos resolver. La ley no puede ser para el enemigo, ha de ser la norma para todos y sólo así superaremos nuestros retrasos.