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25 de abril 2024
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OpiniónElias Samuel Rosario MataElias Samuel Rosario Mata

La estruendosa caída de la FAD

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Es muy lamentable, mirar como oficiales y alistados que entregaron los mejores años de sus vidas, para salir envejecidos de una institución como la otrora gloriosa Fuerza Aérea Dominicana. Hoy ven sus honrosas trayectorias, embarradas de estiércol por las actuaciones de un grupito que, la hundido hasta el más bajo nivel de respecto y credibilidad. Provocando el desprecio de la sociedad.

Conozco el intríngulis militar, pues ingresé a la Academia “Batallas de las Carreras”, en el año 1971 como cadete de la FAD, pero después de llegar a oficial, comprendí que la doctrina estaba divorciada de la práctica. Razón por la cual, en el año 1977 por mi propia voluntad, decidí abandonar la carrera militar. Mi espíritu aventurero me empujó a salir a recorrer el mundo, en busca de otras experiencias.

Según dicha doctrina, en nuestros hombros descansaba la defensa de la Constitución, la seguridad y el mantenimiento del orden. Por tanto, teníamos que ser eficientes, capaces de arriesgar nuestras propias vidas para salvar la de otro. Debíamos ser guardianes de la soberanía, sin importar los sacrificios que tuviéramos que asumir. Estábamos sometidos a la más rigurosa disciplina, que nos inculcaba esos principios.

Éramos los responsables de cuidar las propiedades del Estado y las privadas en caso de catástrofes naturales. Recuerdo con el esmero y dedicación, que limpiábamos nuestras insignias, para que brillaran resaltando el orgullo con que usábamos los uniformes, donde quiera que llegábamos, éramos recibidos con admiración y respecto.

¿Hoy quién puede decir con orgullo, soy un general, o coronel retirado?

En aquellos tiempos, la entrega no conocía barreras ni limitaciones. La carrera militar representaba la forma más honorable de vida. Pero, todos los buenos principios se fueron desvaneciendo hasta llegar a su extinción. Dando inicio a una era de espeluznante descomposición, caracterizada por el “Sálvese quien pueda” “Mi Patria es mi casa y mi familia”.

Hoy vemos las consecuencias de esta trágica inversión de valores. En que las autoridades en vez de hacer cumplir las leyes, son las primeras en infringirlas. Los legisladores, cuya función es crearla para la estabilidad social, lo hacen para sus propios beneficios, o a cambio de prebendas para favorecer al sector empresarial.

La nefasta combinación de factores, abrió las puertas para una indetenible invasión pacífica de haitianos. Bajo la complicidad de empresarios, militares y políticos. Llevando a la sociedad a vivir acosada por la delincuencia, la criminalidad y la impunidad. Bajo un manto de miedo y terror, en que nadie confía en nadie.

Situación, que abonó el terreno para el surgimiento de “el sicariato” una modalidad que reduce el valor de la vida a unas cuantas monedas. Por lo que, nadie está seguro, ni el rico, ni el pobre, el ministro, el general etc. Mientras más alto el nivel social, con más ferocidad acecha el peligro. Convirtiendo la convivencia en una zozobra, que roba la tranquilidad y la paz.

Cuando observamos a los políticos y los empresarios, encontramos a dos clases sociales, que solo les interesa aumentar sus riquezas. Sin importarles que la desmedida ambición, pueda provocar estallidos sociales, de inimaginables consecuencias, que terminen en un estado de ingobernabilidad. Esta espantosa incertidumbre ha llevado a las grandes mayorías a perder toda esperanza de un futuro mejor.

Según las encuestas, más de la mitad de los dominicanos aspiran a irse del pais, en busca del futuro que les niega su propia tierra. Por otro lado, muchos de los que residen en el exterior, que pensaban regresar e invertir para terminar de vivir sus últimos años en su tierra natal, por temor a la inseguridad cada día pierden más el encanto del regreso.

Dijo Martin Luther Kings “No me preocupa el grito de los violentos y de los corruptos. Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos”

Por Lic. Elías Samuel Rosario Mata

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