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19 de abril 2024
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OpiniónJoel DíazJoel Díaz

La Disidencia Como Pecado Capital

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Liu Xiaobo, ganador del Premio Nobel de la Paz y el preso político más conocido de China, después de luchar contra un cáncer de hígado, falleció el pasado 13 de julio en un hospital altamente custodiado.

El señor Liu, había cumplido ocho años de una condena de once años de cárcel por “incitar a la subversión del poder del Estado,” acusación que recibió después de ser uno de los principales redactores de la Carta 08, un manifiesto escrito en el 2008, firmado por 303 intelectuales y activistas de derechos humanos que promovía la reforma política y la democratización en la República Popular de China.

Liu, fue castigado por su disidencia política, por luchar de una forma digna y pacífica a favor de la democracia, por luchar a favor de la libertad de expresión en su país. Su propósito no era causar una revuelta nacional – su propósito era más bien iniciar y propiciar debates pacíficos.

El estigma que arrastra la palabra disidir podemos verlo todo alrededor del mundo, y ni si quiera debemos irnos tan lejos. Actualmente, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ha creado un ambiente de caos y tensión con sus ataques constantes hacia todo aquel que se atreva a llevarle la contraria. Ni los mismos miembros de su Partido Republicano están a salvo y esto (más todos los escándalos, claro está) ha creado un estancamiento a nivel gubernamental. Y es que a la hora de desarrollar las políticas y las leyes que afectarán la vida de millones, un dialogo abierto es esencial.

La disidencia política no debe verse como una amenaza, todo lo contrario, debe verse como una gran oportunidad para la proliferación de ideas nuevas. Es en este ambiente de innovación y de libertad es que los partidos políticos logran renovarse y afrontar las necesidades de una nación.

Recordemos que históricamente, son los mandatos represivos los que buscan castigar la disidencia política y son los liderazgos democráticos los que entienden que las demonstraciones pacíficas y el estar en desacuerdo, son derechos fundamentales del ser humano. Eventualmente, tal como hizo Liu Xiaobo, nosotros los dominicanos tendremos que elegir cuál de las dos opciones queremos ser de verdad.

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