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23 de abril 2024
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OpiniónJuan Carlos EspinalJuan Carlos Espinal

La devaluación del dólar y dependencia petrolera generan  lucha de clases en el Caribe

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La irrenunciabilidad del estado en materia de derechos humanos y del respeto a las garantías constitucionales de las minorías debe constituir un fin fundamental de las adaptación al ritmo del cambio social. En el tema que abordamos tengamos siempre presente la idea de Juan Bosch quien sostenía que la constitución es un medio para que el país realice su proyecto, su destino. De esta manera, el país debe ser visto como una gran democracia política y todas las políticas públicas deberían vehicularse por lo constitucional.

Por otra parte, la aceleración del proceso de cambio socio político requiere que la sociedad dote a sus componentes de los elementos institucionales necesarios para absorber adecuadamente ese proceso de transformación constante. mayorías y de el mismo. Los derechos humanos significan un impulso racional y programado para el incremento cualitativo de las aptitudes y capacidades democráticas de la población y  este hecho de carácter histórico no necesita comprobación para sostener que la inversión en la educación técnico vocacional resulta la más distributiva que pueda efectuarse.

Las orientaciones básicas en materia constitucional deben ser definidas por el estado y la sociedad a través de un proceso participativo y democrático, aunque esa determinación solo será valida y eficiente en la medida en que sea el resultado de una toma de conciencia social y política generalizada acerca de la importancia y urgencia de la cuestión y de un debate en el que tomen parte todos los sectores sociales. Es falta de sentido común , por anacrónico, hablar de exclusivismos clasistas en materia de derechos humanos.

Por cierto, que la educación estatal debería girar sobre la base de los principios de la laicidad, gratuidad y obligatoriedad no esta en discusión. A ello deben agregarse los intereses de la educación e intereses privados, pero ambas deben servir a un programa de desarrollo común que será el resultado del análisis conjunto que concretará la política nacional de educación. De allí que todas las energías posibles deben ser utilizadas para esta fundamental prioridad pues la educación publica en materia constitucional constituye un problema nacional que definirá históricamente el carácter de la democracia participativa del futuro, pues sin una adecuada evolución socio- cultural nos instalaremos definitivamente en la postergación. Desde luego que toda política educacional de masas debe partir de una concepción ética. El desarrollo tecnológico y científico y su aprovechamiento deben tener límites precisos, basados en una concepción respetuosa de los derechos humanos. Constituye un error analizar la política nacional desde un ámbito exclusivamente economicista , es decir, desde la concepcion del crecimiento económico dado que la participación cívica es fundamental como garantía frente a esas tendencias elitistas, reaccionarias y descarnadamente utilitarias.

La democracia social desde esta concepción debe tener dos prioridades importantes. La primera, que no debe concebirse como una etapa temporal de la historia contemporánea limitada a la cosmovisión de las élites o de la vida. Por el contrario, cada uno de nosotros debe aprender de manera constante pues los cambios socio culturales van muy rápido y se producen continuamente. En segundo lugar, todos los elementos que la sociedad utilice para la transformación cultural de los partidos políticos y la de sus integrantes deben colocar en un plano superior de cualquier otro aspecto la dignidad e integridad del hombre y la defensa de su autonomía , sus derechos de decisión como los objetivos más trascendentes. En una palabra, siempre debe educarse para la libertad. Realizada esta introducción general vemos que el desarrollo económico es injusto si no lo acompaña el progreso social.

Uno de sus aspectos esenciales es el acceso a la educación y la permanencia en ella, con igualdad de posibilidades y oportunidades para todos. Esta es una tarea que la sociedad no debe declinar. Ello entraña la adopción de estrategias políticas más adecuadas que reviertan la tendencia actual del populismo mediático, se afiancen los valores sociales que caracterizan a nuestra democracia política y que la promoción de la participación popular siempre se constituya en la elevación de los niveles científicos y técnicos para la mejora de vida y el desarrollo del país. Si ello no es posible, fracasaremos y el precio del fracaso es la oscuridad.

Debido a la baja definición ideológica de los lideres de los partidos políticos, los observadores mas agudos de los medios de comunicación de masas tienen que llenar los huecos de la opinión publica corporativa con titulares sensacionalistas, con lo que entonces participan de forma más emocional, con el hombre común, que, paradójicamente es un rehén del plan paleolítico de las corporaciones, la plutocracia y la oligarquía. Estos puntos de vista no contradicen la hipótesis de USAID, puesto que la opinión publica corporativa no contradice la hipótesis de la nacionalización de la política, al ser la oposición política, el oficialismo y sus intereses , un mal necesario. Por ello, el periodista Juan Bolívar Díaz, un estudioso de los medios de comunicación, considera que la opinión publica corporativa global representa una ruptura histórica con la mente tipográfica. Mientras que los analistas que basan sus argumentos en aspectos constitucionalistas favorecen la exposición sistemática de los conflictos, sobre la base de la demostración.

Un sector de opinión publica de la sociedad civil multinacional se adapta mejor al empresariado o a alguna conversación extra oficial ocasional. La tipografía del constitucionalismo representa un muro de contención posible hacia la exposición mediática. Algo así como oponerse a una capacidad sofisticada de pensar conceptual, deductiva y secuencialmente. Es decir, una elevada valoración de la razón y el derecho a la inocencia. Una aversión hacia la contradicción banal, una gran capacidad de distanciamiento de la coyuntura y objetividad hacia los grupos económicos en conflicto. El constitucionalismo es una tolerancia hacia una respuesta partidaria postergada. Mientras que la sociedad civil multinacional es la supra ideología de todo discurso en la televisión o de los mercados, no importa que interés corporativo represente, o desde que punto de vista se asocie, la presunción general de inocencia o no, muestra su diversión, subjetividad y placer en la manipulación.

Más allá de las naturales discrepancias políticas entre oficialismo y oposición, acerca de las implicaciones socio políticas y económicas de la sociedad civil multinacional y sus vínculos con Transparencia Internacional, USAID de los EU, o de la creencia de cualquier editorial salido de los monopolios de la información,  los argumentos a favor de este tipo de sociedad,   en verdad, son insuficientes.  Algunos críticos, entre los que me incluyo, creemos que la opinión publica actual converge hacia 2 puntos fundamentales. De lo psicológico, caracterizado por su capacidad de manipulación, hasta la materialización de la simulación sensorial. Es decir, la negación de la realidad y su fácil comunicación, la falsificación de la participación , a lo largo de las líneas discursivas del relativismo. En las tres últimas décadas ha habido una explosión de la opinión publica amarillista en todo el hemisferio. El contacto de las elites de los partidos políticos, sus vínculos económicos con los empresarios, el aislamiento total de sus militancias, la relación Estado – Empresa, con los grupos económicos corporativistas, es acumulativo. De todos modos, el patrón de conducta predominante en la sociedad del capitalismo de la información parece establecer que el consumo de información es la segunda categoría mayor de actividad entre mujeres y jóvenes de entre 18 y 35 anos. El consumo de información es la actividad predominante entre los dominicanos de todos los estratos sociales. Suele mezclarse con deportes, ocio, telenovelas brasilenas o mejicanas, la realización de campañas masivas de descrédito con opiniones predecibles, con informaciones sesgadas, con la interacción de nuevos agentes foráneos. La mentira es la presencia de fondo constante en las redacciones de los periódicos y en el ejercicio diario de la comunicación política, como una religión. Vivimos por los medios y para los medios.

Un rasgo característico del populismo mediático es su extremismo, su superficialidad, tan subliminal como se pueda, sin conclusión conceptual alguna. Aunque la situación actual en República Dominicana no es tan extrema como en otras sociedades tercer mundistas, los monopolios de la información reducen el tamaño de la razón a la cosificación dado los intereses oligárquicos y de clase en juego. Cabría suponer que, entonces, en ese escenario, la sociedad civil multinacional, los partidos políticos y la sociedad interactúan como pivote del interés en conflicto o de cualquier interés de clase. No importa. No obstante, la mayor parte de las investigaciones mediáticas especifican la conducta social de ese capital golondrina. Tras revisar sus estrategias de comunicación hemos concluido que su conducta es una visión irónica del juego doble de la especulación para unas empresas que viven de la confianza social, en tanto negocio.

El tema clave es que mientras los medios corporativistas  y sus monopolios son un sistema de perpetuación de los intereses de sus propietarios, de un sentido único, el proceso de comunicación real no lo es sino que depende de la interacción del emisor y el receptor en la interpretación del mensaje. En este caso, la sociedad civil multinacional y las élites de los partidos políticos  interpretan los efectos de la opinión publica en audiencias segmentadas con efectos perniciosos para la institucionalidad democrática. Aunque a los historiadores y los investigadores empíricos de los medios de comunicación les parezca de sentido común esta afirmación, si se tomara en serio como se realizan estas agendas mediáticas, es obvio que el interés es socavar de forma decisiva los aspectos fundamentales de la realidad. Es una de las ironías de la historia intelectual de pos guerra el que sean precisamente aquellos pensadores, que abogaban por la libertad democrática o el cambio social, quienes, a su vez, en el siglo 21, obstaculizan el desarrollo alterno de la sociedad excepto cuando se trata de la defensa de sus intereses de clase. Es como aceptar que la mentira, no importa de dónde provenga, sea aceptada por nuestra conciencia, como si fuera una experiencia real infalible.

Un amplio sector de sociedad civil multinacional responde a intereses económicos y políticos tanto a gobiernos locales como extranjeros y poseen preferencias y simpatías individuales. La personificación de los objetos pasivos y su diferenciación individual penetra primordialmente las estaciones de radio y los estudios de televisión de manera irresponsable, mediante el guion proporcionado por los monopolios de la información.

 

Por Juan Carlos Espinal

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