Santo Domingo 23 / 31 Soleado
ENVÍA TUS DENUNCIAS 829-917-7231 / 809-866-3480
18 de abril 2024
logo
OpiniónFrancisco Rafael GuzmánFrancisco Rafael Guzmán

La crisis de Haití y la posición de Roberto Cassá

COMPARTIR:

Hoy día, pero sobre todo después que vivimos bajo la globalización capitalista y neoliberal, la cual fue catapultada e impelida por la recesión de la economía mundial que eclosionó en los finales de los 70 y 80*, parece muy cómodo hablar de tolerancia y de todo tipo de tolerancia. Incluso se quiere hablar de tolerancia, no sólo al pretender que no haya regulación en las migraciones y que no se le ponga límites a la entrada de migrantes en ningún país, si no tolerancia para  que la gente haga todo lo que quiera sin respetar la paz del otro(s) o de la(s) otra(s).

Habría que preguntarse: ¿En cuales valores morales creemos? No puede una sociedad existir sin que los sujetos sociales crean y pongan en práctica con sus hábitos, en los usos y costumbres, algún tipo de valores morales. No es posible vivir sin eso, aunque queramos transformar la sociedad barriendo con la propiedad privada y cambiando las relaciones de producción basadas en la desigualdad social. En la trama de su novela El Plan Infinito, Isabel Allende, nos dice lo siguiente:”… El hombre es el único animal que se guía por una ética y que puede ir más allá del instinto. Si no fuera así todavía estaríamos en la Edad de Piedra. Este es un momento crucial de la historia, si nos salvamos de un cataclismo atómico los elementos están dados para el nacimiento del Hombre Nuevo…” (Allende, I. 1999, págs. 133-134). De la misma manera que el ser humano no puede vivir en sociedad al margen de valores morales, tampoco una nación o una etnia no puede  existir si no hay una identidad y eso algo que debe ser tomado en cuenta.

Ahora bien, cuando una sociedad o una sociedad nacional tiene su propia identidad eso es algo que debe preservarse en el tiempo. Nosotros como nación tenemos nuestra identidad y nos diferenciamos de nuestros hermanos haitianos, los cuales son nuestros vecinos cercanos y debemos tratar de tener buenas relaciones con ellos, pero no pretendamos decir que somos lo mismo como cultura. Decía nuestro ilustre Pedro Henríquez Ureña que él disfrutaba al contemplar lo que veía de diferente en cada pueblo, cultura o nación, que al contemplar lo que había de común en todos ellos.

En lo que no debemos estar de acuerdo es en que al trabajador haitiano se le pague menos que lo que se le paga a un trabajador dominicano,  por el mismo trabajo, como que no tenga acceso el trabajador haitiano a los servicios de la seguridad social. En lo que tampoco podemos estar de acuerdo es en que no haya regulaciones en el flujo de haitianos  hacia la República Dominicana y en eso estamos de acuerdo con el Dr. Cassá. No puede dejarse entrar tantos haitianos sin que la República Dominicana pueda albergarlos, se hace necesario el control del flujo migratorio, porque si hay necesidad de contratarlos se les debe contratar respetando la dignidad humana y por lo menos que reciban el mismo trato que se da los trabajadores criollos. Para entender que Haití hoy es inviable como Estado nacional y que necesita la intervención y solidaridad de la comunidad internacional, sin la intervención de Estados Unidos, Francia y Canadá, es necesario conocer un poco la historia de nuestros hermanos haitianos.

La solución no está en la emigración libre y sin controles hacia la República Dominicana, porque ahí no está la solución del problema y lo que esto traería sería la disolución del Estado y la nación dominicanos. Hay elementos identitarios de la cultura dominicana que llegarían a desleírse.  Los problemas de Haití, como todo indica, es que en su declaración de independencia las fuerzas sociales no se pusieron de acuerdo y  no había un consenso para cohesionarse como nación, en lo que sería estimulado por el justificado odio racial hacia los amos blancos por parte de los negros en su lucha antiesclavista. Esto trajo como consecuencia de que en la primera constitución haitiana la república fuera declarada como negra, pero además prohibía toda propiedad a los blancos que se quedaran residiendo en Haití, así como la ciudadanía haitiana. Sin embargo, luego fueron aceptados como haitianos los militares de origen polaco que se negaron a pelear con los franceses, así como los libaneses, los judíos (hebreos)  y otros grupos pequeños de migrantes no africanos.

Como resultado de la mezcla racial que se produce al casarse o amancebarse algunos blancos con negras y algunas blancas con negros, algunas veces por obtener la nacionalidad haitiana, surgió el grupo de los mulatos, etnia de la cual emerge un grupo élite rival del grupo élite de los negros, ambos grupos  integran élite política o clase política haitiana. Ambos se han alternado en el dominio del poder político y son grupos parasitarios, viviendo del cobro de impuestos a las remesas de los trabajadores migrantes y de otros impuestos.  La élite mulata y la élite negra actúan como si fueran dos clases sociales con intereses contrapuestos, cuando en realidad no son dos clases sociales pero si son dos capas sociales que se superponen en la estructura de aquellas o se colocan en los intersticios situados entre las clases sociales.

Ambas capas sociales son capas altas, siendo  lo étnico y lo racial lo que separa a una de la otra, ya  que  desde el poder se comportan igual. Ambas son castas parasitarias que han dirigido al Estado haitiano desde su independencia, alternándose una y la otra en el control o dominio del poder político en Haití. La génesis de esta segregación y rivalidad de estos dos grupos étnicos que tradicionalmente habían tenido el control del aparato del Estado en ese país hermano, segregación y rivalidad que traen   malestar e inestabilidad política, aparece con la formación misma del Estado haitiano. Fue imperativo para los negros esclavos poder romper las cadenas de la esclavitud el odio hacia los blancos. Sin embargo, ese mismo odio de algún modo fue motivo de división y de recelo para las relaciones de otras naciones con Haití y al mismo tiempo de separación entre negros y mulatos. Ese es un problema que no forma parte de la cultura política dominicana, pero si forma parte de la cultura política haitiana.

Jean Ghasmann Bissainthe, haitiano y casado con dominicana, estudió en República Dominicana y en Francia, ha sido profesor en universidades dominicanas, es el autor de la obra Haití: El Drama Nacional (2017). En ella, el trata de echar la principal culpa a los mulatos y no a los negros, pero todo parece indicar que al plantearse  lo de que Haití era una república negra en la primera constitución, aunque por lógica debía entenderse que así fuera, por lo odiosa que fue la esclavitud que era impuesta por los amos blancos franceses, también debió entenderse que los negros, aunque con razón, dieron pábulo a la segregación racial. Veamos lo que dice el autor Bissainthe en la introducción de su obra: “… El complejo de inferioridad racial penetra muy hondamente en la mentalidad de nuestro pueblo, sobre todo en la élite criolla que llega a emular los estereotipos creados por los colonizadores. La estructura económica de la cual dependía la sociedad en su pasado colonial se refleja aun en la estratificación social basada en el color de la piel y la posición económica de los individuos” (pág. 17).

En medio de divisiones por motivos de prejuicios entre mulatos y negros es lógico que la violencia hiciera eclosión, en medio de la pobreza, crisis sanitaria y devastación ecológica. En más de doscientos años de ser un país independiente, los magnicidios en Haití parecen innumerables.  Al parecer, el surgimiento de las bandas armadas o pandillas no es el de las pandillas de otros países, como los centroamericanos por ejemplo, si no que parece tener su  origen en la descomposición de la clase terrateniente del norte de Haití. En Haití, al igual que en República Dominicana, deben quedar muy pocos terratenientes, pero parece que los que quedan en la República del oeste de la isla  Santo Domingo, desde la caída de Duvalier hijo a finales de la década de 1980, se han dado a formar pandillas o bandas. Esto viene ocurriendo desde finales de los 80. Esos terratenientes que en otros tiempos se le hacía más fácil tener contratos de aparcería con personas residentes en zonas rurales.  Esos terratenientes eran muchas veces caciques, gamonales o caudillos locales que tenían prestigio en un departamento, localidad o territorio pequeño, pero hoy día no es así y se dedican a formar bandas o pandillas, como la que mataría al presidente Jovenel Moise.

En toda la historia de Haití, tal vez uno de los presidentes más estable y que lograra tener un control total de su país y durante un largo periodo, fue Jean Pierre Boyer, el cual era un mulato o representaba esa capa social o grupo étnico. Él fue que ocupó el territorio dominicano, apoyado por comerciantes y notables de pueblos y localidades dominicanas, no quizás por el apoyo de todo el pueblo dominicano, porque a la gente llana o iletrada no se le iba a tomar en cuenta. Esto último, sobre todo teniendo en cuenta que no había carreteras y las comunicaciones eran difíciles. La deuda que se pagó a Francia fue originalmente establecida en 150 millones de francos, pero fue reducida a 90 millones, como indemnización por devastaciones que hicieron los esclavos en su lucha por la libertad. La verdad es que si Boyer no se desplaza a territorio dominicano no hubiese gobernado tantos años, su  ocupación del territorio  dominicano  favoreció la estabilidad de Haití, pero en aquel tiempo. Si no ocupa el territorio dominicano no le hubiese podido pagar a Francia una deuda que no debió pagarla, por el contrario  Francia era la que debía pagarle por la ignominia a que lo sometió como pueblo. Esa deuda en principios afectó al vecino país, pero hoy día es el modo de manejar ese Estado por parte de la élite política, es la principal causante de la crisis.  Como lo dijo Cassá en una entrevista radial: Haití tiene que ser asistido o intervenido no por Estados Unidos, ni Francia y Canadá, si no por un grupo de países en los que no estén incluidos esos tres, si no otros países con la autorización de la ONU.

*En esos años, como la economía estaba regulada en la mayoría de los países, las importaciones en muchos de estos eran limitadas porque no tenían acuerdos firmados para el libre comercio y en consecuencia no se hacían desmontes  de aranceles. Las naciones industrializadas no encontraban mercados  extranjeros suficientes para exportar los excedentes de su producción nacional, en consecuencia, los Estados Unidos y los 10 países que componían en ese entonces la Unión Europea tenían crisis de sobreproducción. En Estados Unidos el 30  % de las naranjas  de California se usaban para el forraje de los animales, mientras que muchos quesos y leche en polvo de países de la Unión  europea se “donaban” pero no sin concesiones a países del Tercer Mundo. Mientras estos últimos no podían pagar las deudas y  los que no producían petróleo no podían pagar su factura petrolera. Esto ocurría mientras los países árabes habían depositado mucho dinero en bancos europeos y norteamericanos, y estos últimos últimos querían ganar con esa masa monetaria que generaban esos pasivos. Vino la moda de negociar la deuda con el FMI y el mundo cambio.           

Por Francisco Rafael Guzmán F.

Comenta

[wordads]