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19 de abril 2024
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OpiniónFrancisco S. CruzFrancisco S. Cruz

La coyuntura de los puentes rotos

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Quizás solo el bonapartismo balaguerista -1966-78- recreó una coyuntura política-electoral como la actual; aunque sin la represión ni la conculcación de las libertades públicas de entonces, pero si, bajo la atmósfera de la confrontación y los actores políticos –lideres- en franca disputa por el poder y la supremacía partidaria. Se suma, al caótico cuadro político, un componente distintivo o sui géneris: todo está cooptado por la política y los entretejes del poder; y curiosamente, donde más se manifiesta esa cooptación o colindancia es en el periodismo, pues solo basta leer –entrelíneas- la “noticia” -¿análisis?- que la reciente elección del bufete directivo de la cámara de diputados ha reportado desde algunos medios: sesgos, manipulación, parcialización y medias verdades. Para unos, solo hubo una plancha y se violó un pacto-acuerdo; para otros, más próximo a lo sucedido, se presentaron dos planchas. Dos ejemplos, de noticia-cobertura; y el lector que se la ingenie, porque la génesis política de tal evento cuando no es tuerta es bizca.

 

Ya en un artículo de dos entregas –que elCaribe publicó- hice una pincelada de lo que llamé “Una curiosa atipicidad en el liderazgo nacional” donde exponía, a grosso modo, el símil contrapuesto de lo que fue, de 1961 al 1996, la hegemonía de tres liderazgos expresados en tres fuerzas políticas (de sustentación o estratificación social diferenciadas): a) el de Balaguer (campesinado, oligarquía y cuadro caribeño del imperialismo), b) el de Bosch (pequeña burguesía y clase media baja); y c) el de Peña-Gómez ( clase baja y populismo). En contraposición a lo que acontece hoy: la atipicidad de dos liderazgos en un mismo partido: DaniloLeonel; y podríamos agregar, el de Hipólito vs. Abinader, también en un mismo partido.

 

Esa atípica realidad, en mi opinión, es la que ha creado esta coyuntura política de puentes rotos que, diferente a otros casos parecidos, que, en su momento, Balaguer, Bosch y Peña-Gómez resolvieron de cuajo –Francisco Agusto Lora, Jacinto Peynado, Álvarez Bogart, Tonito Abreu, Rafael Alburquerque, Jacobo Majluta- y sin apelación. Contrario, esta nueva realidad se ha venido manejando desde una disimulada lucha de poder (bolsones y posposición de crisis) y hegemonía partidaria hasta desembocar en procesos políticos-electorales, cuya efervescencia y definición, ha obligado a torcer pulso y bosquejar pactos o acuerdos que las partes, sin excepción, han dinamitado o forzado su impostura: una por connivencias y radicalización de grupos-votos y otras -en el contexto de medición de fuerzas- para evitar estampidas en un sistema de partido que, para algunos, ya no es, en un sentido clásico, ni de cuadros, militantes o miembros, sino de “clientes”.

 

Recuerdo que hace un tiempo, cuando hacia semejante análisis veía entre mis contertulios –casi todo de un solo bando- cara de incredulidad y discrepancia, bajo el argumento de que todo “era normal” y que la cosa se pondría “peor”; hoy, de esos contertulios, los que no han hecho mutis, ya no se atreven a levantar su tesis de “novela rosa” y concluyen, aunque no frente a mí, lo incierto de un panorama que luce, como he escrito, de cierre y recomposición de fuerzas políticas y liderazgos.

 

De modo que aquello, que se dijo, sobre “un plan B” en cada grupo o franja (partidos), no es ya una especulación-elucubración, sino una latente realidad que, en cualquier momento, podría asumir hasta rostro de mujer  y de un delfín en construcción e indefinido –de un lado-; y muy probamente, así se desencadenarán las cosas. Mientras que del otro lado –desde la oposición- aún no se sabe cómo se direccionarán los flujos impredecibles de esa atipicidad.

 

Finalmente, lo que si queda más o menos claro, es que de esta coyuntura de puentes rotos ningún espectro político ni liderazgo saldrá ileso. Eso sí –como en toda guerra-, habrá vencidos y vencedores. Lo que no habrá –ni hay- es ingenuos ni contempladores pasivos, al menos políticos (aunque se vistan de “analistas-periodísticos”, “jurisconsultos u expertos”, “politólogos”, “sociólogos”, “opinólogos”, brujos, astrólogos, chamanes o pitonisas.

 

Tampoco se descarta, como ya dije, que un liderazgo –otrora “carro sin freno”- haga una para “técnica” –a regañadientes, pero sin más opción- y se desmonte del potro y lo seda a un “estribillo” –descalificador- para guarecerse en la sombrilla de una decena de gruspuslos minoritarios que hace rato les hacen nicho-cama.

 

Porque de esta coyuntura de puentes rotos, nada está escrito ni dicho….

 

Por Francisco S. Cruz

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