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19 de abril 2024
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OpiniónHumberto Bogaert GarcíaHumberto Bogaert García

La conciencia humana

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El cerebro humano es un procesador de la información que le transmiten los sentidos; y la conciencia es una propiedad emergente de la bioquímica cerebral, gracias a la cual nos damos cuenta de lo que sentimos.

Las imágenes que surgen en nuestra conciencia son el resultado de la actividad cerebral suscitada por los estímulos del mundo y del cuerpo propio. Esas imágenes son patrones mentales –visuales, auditivos, olfativos, gustativos o somatosensoriales- que no constituyen simples copias del mundo externo o interno.

Las imágenes perceptivas no son réplicas especulares del medio exterior o interior, sino mapas construidos a partir de parámetros cerebrales específicos. En ese sentido, las imágenes visuales, por ejemplo, no son fotografías que resultan de una transferencia producida desde el objeto a la retina y de la retina al cerebro. Existe, más bien, un sistema de asociación entre las características físicas del objeto y los modos de reacción del cerebro, que explica la construcción de las imágenes visuales.

Diferentes áreas del encéfalo procesan diferentes aspectos de la experiencia sensorial; y el cerebro integra esas señales separadas en el espacio y en el tiempo, configurando objetos totales. La integración de los diferentes aspectos de un objeto requiere que todas las células que responden a los aspectos del objeto muestren patrones sincrónicos de descarga. Con excepción del olfato, los mensajes sensoriales procedentes del exterior alcanzan la corteza a través del tálamo y retornan al tálamo vía los circuitos talamocorticales. Llinás estima que una actividad oscilatoria de 40Hz en los circuitos talamocorticales integra los diferentes aspectos del estímulo en un evento espacio-temporal consciente.

La conciencia es un fenómeno psicológico gracias al cual los seres humanos nos damos cuenta de lo que sentimos, memorizamos, pensamos, actuamos y somos. Más aún, gracias a la conciencia nos damos cuenta de que estamos conscientes. La conciencia conlleva la participación de circuitos que ascienden desde el tallo cerebral hasta la corteza. Los sistemas del tallo cerebral proveen la activación requerida del cerebro para que ocurra la conciencia. El sistema reticular ascendente anuncia a las regiones superiores que el estímulo se aproxima y el locus coeruleus contribuye al estado de alerta y atención.

La conciencia perceptiva depende de las estructuras subcorticales. No existe un área anatómica única cuya actividad se corresponda con la conciencia. Esta implica la integración de diferentes regiones. Sólo los primates más evolucionados, aquellos que tienen un cerebro con una corteza prefrontal bien desarrollada, son auto-conscientes y pueden reconocerse cuando se observan en el espejo.

La autoconciencia apareció entre los mamíferos después que la corteza cerebral se desarrolló, lo que les permitió relacionar simultáneamente los estímulos y las memorias de experiencias pasadas con una concepción del sí mismo (self) en tanto sujeto de la experiencia.

La conciencia implica un sí mismo que depende de la simultaneidad de una actividad, sin cuya coordinación resultaría imposible integrar los diversos sistemas sensoriales en una unidad perceptual. La conciencia es el resultado de una actividad cerebral tálamo-cortical que relaciona sincrónicamente las propiedades del mundo externo referidas por los sentidos, con las motivaciones y las memorias internamente generadas.

Por: Dr. Huberto Bogaert García

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