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23 de abril 2024
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OpiniónArelis GarciaArelis Garcia

La cara de la desigualdad educativa en República Dominicana

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«ME AMA TE AMO. LLAMA TRINA».
Para hablar de la situación educativa dominicana y la desigualdad que la caracteriza, primero quiero remontarme a varias décadas atrás.
Hace menos de un mes que me sentí motivada a participar en el congreso Nacional de Anestesia, el cual  se celebró en la región Este del país, donde tuve el honor de disfrutar de la ceremonia de reconocimiento a la trayectoria ejemplar e intachable de uno de los mejores  anestesiólogo y docente de nuestro país, el Dr. Gerónimo Guante.
«Honor a quien honor merece».
Te preguntaras porqué hablo de desigualdad educativa y de pronto inicio haciendo reconocimiento público a este galeno ejemplar.
Pues, aquí te va mi reflexión.
El Dr. Guante realizó sus estudios primarios en la Escuela República Dominicana (sector publico), a varios kilómetros de su vivienda.
 Luego por razones propias de su realidad en ese momento, realizó su bachillerato en el Liceo Nocturno Miguel Ángel Garrido (sector publico), espacio que se comparte con el Liceo Juan Pablo Duarte de esta capital.
Como era de esperar logró sacar su título de medicina en la universidad Autónoma de Santo Domingo, Azaña que de antemano lo convierte en héroe si nos ubicamos en su época.
 Para poder seguir adelante con su especialidad en el área de la anestesia se vio precisado a concursar en Santiago de los Caballeros, donde pudo ingresar a la residencia y posteriormente convertirse en anestesiólogo y docente del hospital Dr. Cabral y Báez de dicha ciudad.
Bueno, para entender mi reflexión era imperante que planteara la historia del Dr. Guante cómo contraparte de la realidad actual, ya que, esa travesía es casi imposible de iniciar partiendo de como percibe la educación el Estado y los propios actores del proceso educativo (estudiantes, docentes y autoridades), con algunas excepciones.
«DESIGUALDAD TOTAL».
En la República Dominicana supuestamente contamos con un curriculum igualitario para todos los estudiantes, pero la realidad es preocupante y diferente a la vez, puesto que la calidad de la educación privada sobre pasa los estándares de lo que se recibe a nivel público, con salvadas excepciones.
Muchos padres hemos incurrido por las circunstancias que bordean este problema a buscar salidas basadas en el sacrificio económico que nos posibilite mandar a nuestros hijos a formar parte del sistema privado, tomando en cuenta que dicho sacrificio no sólo se refleja en el pago exorbitante de la matriculación, sino en lo que implica posteriormente sustentar un estilo de vida que cuente con la  ubicación de una vivienda que vaya acorde con la realidad social a la que enfrentamos a nuestros hijos en harás de que su futuro económico y social esa diferente al nuestro.
Esa decisión es un error o un acierto ¿ Qué opina usted?
Se supone que la educación de calidad es un derecho inherente a los ciudadanos, pues todos los impuestos que pagamos  deberían estar destinados a mejorar considerablemente la calidad del sistema en cuestión, pero lamentablemente no lo es.   Para ser más clara, me remito a los resultados obvios de desigualdad que registran cada año los dos sistemas (público y privado).
Los jóvenes de las escuelas y liceos públicos son una especie de laboratorio de donde cada vez que así lo requiera el Estado sacan las muestras para medir el nivel de los denominados obreros con títulos.  Los cuales serán guiados  por los gerentes y directivos que llevarán las riendas del tren productivo nacional resultantes de una educación privada y  por de más superior.
Nacer aventajado no es el problema, el asunto es cuando esa ventaja no es producto directo de un esfuerzo de los padres, sino el resultado de una estructura de políticas sociales basadas en la desigualdad, sin que hasta el momento nadie se plantee cambiarla desde la equidad y la justicia social.
Pagar altas tasas de colegiaturas, alquileres insostenibles y actividades adicionales para completar el proyecto educativo de los hijos es el problema, pues, desde hace mucho hemos visto casos de padres que incurren en actos delictivos asociados a la corrupción, o narcotráfico, a fin de estar a la altura de los requerimientos para pertenecer a una clase privilegiada, sin pensar que será «MÁS LA SAL QUE EL CHIVO», porque en numerosas ocasiones es difícil la adaptación y aceptación de  esa élite hacia  nuestros hijos y viceversa.
Solo falta voluntad para separar  la infraestructura que vende imagen de bonanza a nivel social de la real inversión que tiene que ver con la preparación de los docentes a nivel académico y con los cambios de paradigmas que nos permitan avanzar hacia una verdadera sociedad igualitaria donde el hijo de Machepa pueda aspirar a transformar su realidad desde el esfuerzo sin desgastarse o frustrarse en el intento.
Siempre he estado trabajando para alcanzar esa transformación, pero «Una golondrina no hace verano».
Por Arelis García López

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