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19 de abril 2024
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OpiniónMaría HernándezMaría Hernández

La Batalla del 30 de marzo consolidó nuestra Independencia

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Hace 177 años de la cruenta batalla en la que los dominicanos demostraron su fuerza y unidad contra el invasor haitiano que pretendía, de nuevo, socavar la libertad que con gallardía y sangre se había logrado el 27 de Febrero de 1844.

De acuerdo a reconocidos historiadores, la Batalla del 30 de marzo que se libró en Santiago por lo que muchos la denominan, La Batalla de Santiago, o la Gran batalla como le llamó el investigador Federico Henríquez y Carvajal.

Esta batalla tuvo una duración aproximada de 3 horas durante las cuales las tropas dominicanas comandadas por el general José María Imbert quien  se hizo acompañar de los oficiales Pedro Eugenio Pelletier, Ángel Reyes, Achille Michel, Ramón Franco Bidó, José Nicolás Gómez , Fernando Valerio López, Lorenzo Mieses, José M. López, Dionisio Mieses, Marcos Trinidad López y Toribio Ramírez, entre otros quienes derrotaron valientemente a las tropas haitianas, que tenían al frente al general Jean Louis Pierrot, las cuales ya venían de sufrir otra derrota en la Batalla del 19 de marzo la que tuvo como escenario a Azua en donde Pedro Santana y otros grupos de valientes soldados dominicanos vencieron a las tropas haitianas que encabezó   Charles Hérard.

Para el historiador Juan Daniel Balcácer el triunfo de las tropas dominicanas en Santiago vino a fortalecer la fe del pueblo en lo que eran sus aspiraciones liberales y se constituyó en un gran estímulo a la identidad nacional de la sociedad, en general, que ya había asimilado la idea de poseer un Estado propio, que a partir del 27 de febrero de 1844 se denominó República Dominicana.

A pesar de que las fuerzas haitianas superaban en miles a las dominicanas cientos de soldados vencieron con gran energía a unos 10 mil soldados del ejército haitiano, lo que convirtió esta batalla en una de las de mayor magnitud después de la que ocurrió en la región Suroeste.

El soporte económico de esta batalla se debe a la asistencia del Padre de la Patria, Matías Ramón Mella y de Pedro de Mena quienes pudieron obtener donativos de personas con dinero de Santo Domingo y Santiago quienes colaboraron para la compra de armas para defender a nuestra nación.

Imbert, sabiamente atrincheró la ciudad, construyó fosos y tomó sus precauciones, mientras que Pierrot optó por dividir sus tropas y atacó el 30 de marzo cuando fueron embestidos por las tropas comandadas por Imbert en el fuerte “Dios, Patria y Libertad”, frente a la Sabana de Santiago.

Los dominicanos derrotaron en diferentes frentes a la tropa haitiana que estaba compuesta por unos 30 mil hombres. Los criollos que participaron tanto en la Batalla del 19 de marzo como en la del 30 de marzo no debieron pasar de 4 mil: a pesar de que había interés de toda la sociedad por impedir el regreso de la dominación haitiana.

Según investigadores como Robert Schomburgh, en ese tiempo cónsul británico en nuestro país, en el año 1851, en los combates participó siempre un reducido porcentaje de toda la población del país, la que para los años de la independencia se estimaba en unos 150 mil habitantes, y por ejemplo la ciudad de Santiago, tenía unos 3 mil y todo el departamento o provincia tenía unos 33 mil habitantes.

El 30 de marzo de 1963, siendo Juan Bosch presidente de la República, pronunció su discurso sobre lo que representaba para nuestra nación la batalla en un acto que se celebró en el parque Imbert, de Santiago.

Destacó en esa oportunidad que las fuerzas de esa región forzaron la rendición del general haitiano Pierrot y esa fuerza fue la que combatió el 30 de marzo, no solamente en defensa de Santiago, sino en defensa de la República porque si ese general hubiera llegado a tomar a Santiago esa noche el país entero hubiera caído en poder de los haitianos.

“Fue bajo la dominación haitiana, durante los 22 años que duraron, que creció el sentido de la nacionalidad dominicana, sin que los propios haitianos se dieran cuenta”, recordó el profesor Juan Bosch, en su discurso.

Mientras, para el historiador Alcides García Lluberes en su ensayo “Dos Grandes Batallas”, dice sobre la batalla del 30 de marzo de 1844 que fue el castigo condigno de los insolentes desafueros, pues después de esta batalla los haitianos quedaron completamente convencidos de que al pueblo dominicano le sobraban nuevas e invencibles energías para seguir luchando si se presentaran otras afrentas.

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