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19 de abril 2024
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Juventud e ideología 20 años después

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Fue Juan Bosch, sin dudas, el político dominicano más prolífico de todos los tiempos. Su producción literaria, filosófica y política no tiene precedentes en la historia de la República. También fundó los partidos más icónicos de la democracia nacional: el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y el Partido de la Liberación Dominicana (PLD).

Ambos con roles distintos en la historia: el primero en la lucha por la democracia, y el segundo, por el desarrollo económico del país en franca consolidación de las libertades públicas.

El PLD tardó veintitrés años en ascender al poder. Se podría decir que en esos años el Prof. Bosch instauró una escuela política. La misma, a través de los círculos de estudios, procuraba dotar de los principales conceptos político-ideológicos a toda una generación de jóvenes en aquel entonces.

El primer presidente salido de las filas peledeístas formó parte activa de esa generación educada políticamente por el extinto literato dominicano. Al igual, que el segundo en ocupar el solio presidencial proveniente de esa organización. De esto hace veintidós años.

En esos años la República Dominicana ha vivido una transformación sinigual. Se ha modernizado el Estado y todas sus dependencias. La capacidad de generación de riquezas o producto interno bruto ha crecido de forma vertiginosa. Las instituciones y su marco jurídico se han consolidado. Además, en términos de infraestructuras, el país se ha ubicado en una dimensión, si se quiere, de países desarrollados.

Sin embargo, en más de dos décadas ha ocurrido de todo. La formación política que encabezaba el PLD se esfumó. El clientelismo, el transfuguismo y la corrupción han protagonizado la escena. Los valores, las ideas, los discursos con sentido, la mística y las lealtades no parecen despertar el interés de la nueva generación de jóvenes que se insertan en la política.

En cambio, los puestos, el enriquecimiento cuestionable, los privilegios y favores aparentan haber cautivado a quienes hoy pululan detrás de los líderes con posibilidades. A nadie, aparentemente, se le puede hablar de “Dos pesos de agua”, de “Hostos el sembrador” o de “Hay un país en el mundo”.

Vale aclarar que la desidia de la juventud frente estos temas no es responsabilidad exclusiva de un partido o de una persona, sino, más bien, de toda la sociedad.  Puesto que, todos, en conjunto, por acción u omisión, formamos parte de tal situación.

En lo que concierne al PLD, como único partido que ha formado políticos, su respondalidad trasciende al desuso de los círculos de estudios y se extrapola al tratamiento de sus asuntos internos y al nuevo formato para la celebración de actos por parte de sus principales dirigentes.

Evidentemente, procuran ajustarse a los cambios culturales que se han producido en la sociedad en los últimos 20 años, con claras intenciones de ganarse el apoyo popular en las urnas. Pero ¿alguien se ha preguntado a qué se deben esos cambios?, ¿están esos cambios ajustados a los valores y principios que esos líderes y sus organizaciones representan?, ¿no habría que descodificar cada cambio en el lenguaje, la música y el vestir? Etc.

Los políticos de esos veinte años se han enfrascado en crear y consolidar verdaderas maquinarias electorales, dejando a un lado, al parecer, la importancia de la formación ideológica.

Esas dos décadas a la que hacemos referencia, pueden denominarse como un “limbo ideológico”. A pesar de eso, descubro que las ideas no han muerto cuando leo en la prensa nacional los artículos y estudios de los estimados: Manuel Fermín Cabral, Daniel Beltré Acosta, Ernesto Jiménez, Eddy Skinner, Julio Alberto Martínez, Pedro Manuel Casals, José Joaquín Bencosme, entre otros. O, cuando escucho y veo los comentarios radiales y televisivos de los amigos José Gregorio Cabrera, de Orlando Jorge Villegas y Carolina Santana. A quienes reconozco y animo a seguir hacia delante.

En ellos confirmo que no todo está perdido. Sin embargo, advierto la urgencia de que, quienes ostentan el poder y quienes procuran ostentarlo den valor a lo que valor merece, o sea, a los principios, y, sobre todo, a las ideas.

En todo caso, como dijera el destacado novelista francés, Víctor Hugo: “Las que conducen y arrastran al mundo no son las máquinas, sino las ideas.”

 

Por Borja Medina Mateo

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